La oración y el trabajo son la forma en que Dios nos pide vivir la vida,
en términos prácticos. Pero es importante ampliar el sentido de ambos términos,
ya que llegado un punto oración y trabajo se funden hasta formar un mismo
dialogo con Dios.
Orar no es sólo el acto de dedicar un espacio de nuestra vida diaria
para dialogar con Dios en forma directa, o por medio de sus intercesores (la
Virgen María, los ángeles y los santos). Si bien es cierto que las oraciones
que cada uno de nosotros realiza son la base del diálogo con Dios, no olvidemos
que la Santa Misa es la oración perfecta. Tener la Presencia Eucarística del
Señor es un regalo que no podemos desaprovechar: debemos buscar expandir
nuestra necesidad del Cuerpo de Jesús más allá del día domingo, ya que Él no
nos pone limitaciones a darse en forma diaria a nosotros.
Pero orar tiene un sentido más amplio aún: Dios espera que tengamos
conciencia práctica de Su Presencia durante todo nuestro día, ya que Él se
manifiesta desde lo pequeño hasta lo grande. Cuando tomamos conciencia durante
el día de que una tentación se apodera de nosotros (¡y ocurre muy a menudo!)
debemos detenernos y ver la situación desde los ojos de Dios. Ese simple gesto
es una poderosa oración al Señor. Si además podemos hacer en ese instante una
oración interior (yo suelo rezar un Ave María, la oración a San Miguel Arcángel
o una invocación a la ayuda del Padre Pío o San Benito), entonces tendremos un
doble gesto de unión con la Voluntad Divina, la Voluntad de Dios.
¿Cuántas veces al día podemos, de este modo, pensar en Dios? Una vez
más, Dios no nos pone límites, somos nosotros los que acotamos nuestras
acciones. Si llegamos al extremo de poder vivir repitiendo muchas veces al día
los pensamientos hacia Dios, o las invocaciones a Su ayuda, nos daremos cuenta
que empezamos a vivir en unión con Dios. Y de a poco nuestra vida empezará
naturalmente a cambiar, ya que será muy difícil caer en las tentaciones que
irreversiblemente el mundo nos pone en el camino, como prueba. De este modo,
tendremos una vida de completa oración, ya que tener a Dios presente es orar, y
es una oración muy poderosa para nuestra sanación interior,
¿Pero qué hacemos primordialmente nosotros durante el día? ¡Trabajamos!.
Nuestra vida cotidiana es trabajo. De este modo, si tenemos a Dios presente,
orar se transforma en trabajar y trabajar se transforma en orar.
Para aquellos a quienes por sus responsabilidades de trabajo o estudio
no quedan muchos momentos disponibles para la oración formal, va la
tranquilidad de saber que trabajar con Dios presente, ¡es orar también!
Y para aquellos que dedican varias horas del día a la oración, y sienten
que contribuyen poco a las cosas cotidianas del mundo, va la tranquilidad de
saber que orar con el corazón es trabajar. ¡Y nada menos que para la Viña del
Señor!
De este modo se unen el trabajo y la oración, ya que cuando se vive para
y por Dios, conscientes de Su Presencia en lo cotidiano, entregándonos totalmente
a Él, todo lo que se hace es un diálogo permanente con el Señor. Así, conscientes vivamente de la acción sensible de Dios en cada acto de
nuestra vida, orar es trabajar y trabajar es orar.
¡Prega y labora, la unión perfecta de nuestra vida a la Voluntad de
Dios, la unión indisoluble a los corazones de Jesús y María! OS
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