El 19 de
octubre de 2005 era aprobada, en la Conferencia general de la UNESCO, una ‘Declaración
Universal sobre Bioética y Derechos Humanos’.
Esta
Declaración contiene una serie de principios (artículos 3-17) entre los que
encontramos el principio de ‘respeto de la vulnerabilidad humana y la
integridad personal’ (artículo 8). El texto de este artículo es el siguiente: “Al aplicar y fomentar el conocimiento
científico, la práctica médica y las tecnologías conexas, se debería tener en
cuenta la vulnerabilidad humana. Los individuos y grupos especialmente
vulnerables deberían ser protegidos y se debería respetar la integridad
personal de dichos individuos”.
Surge
espontánea la pregunta: ¿quiénes son los ‘individuos y grupos especialmente
vulnerables’?
En una primera
respuesta, podríamos decir que son todos aquellos que cuentan con pocos medios
para defender sus propios derechos. Lo cual ocurre, principalmente, por dos
motivos: o porque carecen por sí mismos de hacer valer su voz; o porque otros
han decidido marginarlos, discriminarlos, maltratarlos o perseguirlos.
Sin ser
exhaustivos, podemos recordar cuántos son los seres humanos ‘especialmente
vulnerables’ por uno o por los dos motivos anteriormente mencionados a la vez:
los bebés, los niños, los enfermos (especialmente los enfermos mentales), los
ancianos, los pobres, los refugiados, las mujeres en muchos lugares del
planeta, etc.
A la lista
anterior habría que añadir un grupo de seres humanos cada vez más abandonados y
desprotegidos: los embriones y los fetos.
Tanto en el
seno materno como en muchos centros de reproducción asistida (embriones recién
producidos o embriones congelados), estos seres humanos viven en una situación
de especial vulnerabilidad. En muchos países, porque es legal su eliminación a
través del aborto, sea por decisión de la madre, o sea por decisión de otras
personas que obligan a la madre a abortar. En otros países, porque sin ser
legal, muchos recurren al aborto clandestino.
Respecto de la
reproducción asistida (artificial), hay que recordar que en algunas de las
técnicas usadas suelen morir uno o varios embriones por cada hijo que llega a
nacer. En ocasiones, algunos de esos embriones son eliminados por una
mentalidad discriminatoria que desecha las vidas de quienes puedan tener
defectos genéticos o no reúnan características deseadas por sus padres.
Además, miles
y miles de embriones están congelados en muchos centros de reproducción
asistida. El riesgo de daños en esos embriones cuando sean descongelados es muy
alto: están en una situación de alta vulnerabilidad. No faltan grupos de presión
que desean usarlos para el ‘progreso’ científico, como si se tratase de
material biológico disponible para la investigación, lo cual significa olvidar
la dignidad que tienen esos embriones en cuanto seres humanos.
Hay que
promover, por lo tanto, una cultura de respeto hacia el ingente número de
embriones y fetos que hoy se encuentran desamparados, sin protección legal
dentro o fuera del seno materno. Esos embriones y fetos pertenecen al ‘grupo’
de seres ‘especialmente vulnerables’ que han de ser protegidos. No sólo porque
lo diga la UNESCO en su ‘Declaración
Universal sobre Bioética y Derechos Humanos’, sino porque lo exige la
justicia. Sobre todo, porque lo exige, de un modo mucho más profundo y más
rico, el amor hacia cada uno de nuestros hijos, especialmente los más pequeños
y vulnerables: los embriones. FP
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