Texto del
Evangelio (Mc 16,15-18): En aquel
tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y
proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se
salvará; el que no crea, se condenará. Éstas son las señales que acompañarán a
los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas,
agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño;
impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».
«Id por todo el mundo y proclamad
la Buena Nueva»
Comentario:
Rev. D. Josep GASSÓ i Lécera (Ripollet, Barcelona, España)
Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de la
Conversión de san Pablo, apóstol. El breve fragmento del Evangelio según san
Marcos recoge una parte del discurso acerca de la misión que confiere el Señor
resucitado. Con la exhortación a predicar por todo el mundo va unida la tesis
de que la fe y el bautismo son requisitos necesarios para la salvación: «El que
crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará» (Mc 16,16). Además, Cristo garantiza que
a los predicadores se les dará la facultad de hacer prodigios o milagros que
habrán de apoyar y confirmar su predicación misionera (cf. Mc 16,17-18). La misión es grande —«Id por todo el mundo»—,
pero no faltará el acompañamiento del Señor: «Yo estaré con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).
La oración colecta de hoy, propia de la fiesta,
nos dice: «Oh Dios, que con la predicación del Apóstol san Pablo llevaste a
todos los pueblos al conocimiento de la verdad, concédenos, al celebrar hoy su
conversión, que, siguiendo su ejemplo, caminemos hacia Ti como testigos de tu
verdad». Una verdad que Dios nos ha concedido conocer y que tantas y tantas
almas desearían poseer: tenemos la responsabilidad de transmitir hasta donde
podamos este maravilloso patrimonio.
La Conversión de san Pablo es un gran
acontecimiento: él pasa de perseguidor a convertido, es decir, a servidor y
defensor de la causa de Cristo. Muchas veces, quizá, también nosotros mismos
hacemos de ‘perseguidores’: como san Pablo, tenemos que convertirnos de
‘perseguidores’ a servidores y defensores de Jesucristo.
Con Santa María, reconozcamos que el Altísimo
también se ha fijado en nosotros y nos ha escogido para participar de la misión
sacerdotal y redentora de su Hijo divino: Regina apostolorum, Reina de los
apóstoles, ¡ruega por nosotros!; haznos valientes para dar testimonio de
nuestra fe cristiana en el mundo que nos toca vivir.
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