Investigadores
del CONICET, Brasil, Inglaterra y Estados Unidos analizaron las consecuencias
del virus durante la gestación en casos de restricción proteica.
Si bien se lo
conoce desde 1947, cuando se lo aisló por primera vez en África, el virus de
Zika encendió las alarmas a nivel mundial recién hacia finales de 2015 cuando
una gran epidemia en Brasil dejó al descubierto los efectos devastadores que es
capaz de causar en casos de infección congénita, es decir durante el período de
gestación.
Transmitido
principalmente por los mosquitos del género Aedes, en especial Aedes aegypti, es
uno de los focos de interés de la comunidad científica internacional que trabaja
incansablemente para generar conocimiento que permita establecer estrategias de
prevención, control y tratamiento exitosas. Precisamente, la vasta producción
de investigaciones que tuvo lugar en los últimos años en torno a esta
problemática permitió caracterizar lo que hoy se conoce como Síndrome Congénito
de Zika, un conjunto de malformaciones que puede aparecer luego de que una
madre embarazada e infectada lo transmite verticalmente al embrión o feto en
desarrollo. Dentro de las alteraciones más frecuentes que componen este
síndrome se destaca la microcefalia, una condición que se diagnostica en
general de manera perinatal –en las últimas etapas de gestación o
inmediatamente después del nacimiento– a partir de un tamaño de la cabeza del
feto o recién nacido significativamente menor del que se espera para su edad.
Debido a que
durante las epidemias de Zika no todas las zonas afectadas dentro de Sudamérica
habían presentado la misma prevalencia de nacimientos con malformaciones,
investigadores del CONICET en la Unidad Ejecutora de Estudios en
Neurociencias y Sistemas Complejos (ENyS), en colaboración con colegas de la
Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Brasil, Inglaterra y Estados
Unidos se propusieron estudiar qué factores influyen para aumentar las probabilidades
de ese tipo de complicaciones, y específicamente se centraron en el rol que
juega la malnutrición materna. Las conclusiones del trabajo, que se realizó
tomando como base datos epidemiológicos y experimentales, se publicaron en la
revista Science
Advances e indican que una dieta baja en proteínas en casos de
madres infectadas durante la gestación tiene un impacto significativo.
“La pregunta
básica del trabajo es por qué en algunas regiones la infección con el virus de
Zika durante el embarazo produce malformaciones y en otras la prevalencia baja
abruptamente; cuál es la explicación de esta distribución asimétrica de casos”,
contó Jimena Barbeito Andrés, investigadora asistente del CONICET en la ENyS y
primera autora del trabajo, y desarrolló: “Como punto de partida, tomamos los
mapas de distribución de los casos de microcefalia registrados durante las
epidemias de Zika en territorio brasileño, y lo primero que aparece es que la
mayor cantidad se dio en el nordeste, precisamente en las zonas más vulnerables
desde el punto de vista económico y social. Esa misma distribución asimétrica
se ve al interior de cada ciudad, donde los sectores menos favorecidos son los
más afectados. Entonces nos pareció relevante indagar sobre qué relación tiene
el status nutricional con la posibilidad de que el sistema inmune materno pueda
montar una respuesta robusta ante la infección y prevenir o no las
consecuencias negativas en el desarrollo”.
El primer paso
del trabajo fue el análisis de bancos de datos epidemiológicos oficiales del Instituto Brasileño de Geografía y
Estadística (IBGE) –un ente semejante al Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) argentino– para
cotejar qué relación había entre los casos hospitalizados por algún tipo de
malnutrición y de microcefalia desde 2015. Lo que se observó fue que “los
estados con mayores problemas de malnutrición tienden a ser los que presentan
mayor cantidad de casos potenciales de Síndrome Congénito de Zika, es decir que
ambas variables se correlacionan muy claramente”. Adicionalmente, los
expertos realizaron una serie de entrevistas con madres de niños que nacieron
con ese síndrome para conocer cómo era su alimentación: “La tendencia que vimos
fue que eran dietas realmente bajas en proteínas, que en general son de los
componentes más caros dentro de la alimentación”, destacó Barbeito Andrés.
A partir de
ahí, se centraron en la parte experimental del trabajo que se hizo en ratones
con Zika a los que se les aplicó una dieta restringida en proteínas. “Lo
primero que vimos fue que las madres infectadas y con restricción proteica eran
mucho menos eficientes para eliminar el virus de su organismo que aquellas que
tenían una dieta control. Eso nos dio el primer dato respecto de que la
respuesta del sistema inmune frente al Zika estaba comprometida en aquellos
animales que no consumían las proteínas suficientes”. Además, “el segundo dato
experimental que nos alertó fue lo que encontramos en la placenta, es decir el
órgano intermediario entre la madre y los embriones en desarrollo. En los casos
de las madres con malnutrición se ven varias lesiones, que van desde necrosis
hasta hemorragias severas, lo que no ocurre en aquellas infectadas que consumen
una dieta rica en proteínas”, amplió.
Con la
comprobación de que la dieta pobre en proteínas modula la infección congénita
de Zika, los investigadores fueron por el objetivo principal del trabajo que
era caracterizar qué ocurre en los embriones y recién nacidos. “Hay
alteraciones en el peso y tamaño corporal, y encontramos un gran compromiso en
el desarrollo cerebral, especialmente en el de la corteza. Pudimos describir
que esto se debe a alteraciones en procesos básicos como la neurogénesis, es
decir el nacimiento de nuevas neuronas, y en la diferenciación de algunos tipos
de células. Vimos además que en los cerebros de estos embriones hay una
desregulación en la expresión de los genes. En general, en el grupo de baja
proteína e infección con Zika encontramos menos expresados, es decir
subregulados algunos genes implicados en el desarrollo del sistema nervioso
central”, comentó la investigadora, que no obstante aclaró que “si bien la
malnutrición juega un rol importante, muy probablemente no sea el único factor
que influye en estos contextos. Debemos entender este problema en su naturaleza
multifactorial”.
En Argentina
no se ha reportado hasta el momento una gran cantidad de casos de infección
congénita, pero teniendo en cuenta que el mosquito vector está presente en el
territorio y que una de las vías de contagio es la transmisión sexual, según
Barbeito Andrés “somos un blanco potencial para el Zika”. La experta concluyó
reforzando la idea de que son fundamentales en nuestra región, políticas de
seguridad alimentaria que tengan en cuenta la calidad de los alimentos que se
consumen. “Nuestro grupo está interesado desde hace tiempo en conocer el
impacto de la dieta durante la vida temprana y sabemos que es una variable que
atraviesa muchos procesos claves del desarrollo, por ejemplo la formación del
cerebro”. Para finalizar reflexionó: “Este
trabajo suma evidencia para entender que la nutrición puede ser además un
factor importante para explicar la desigualdad del impacto de enfermedades
infecciosas como el Zika que resultan de relevancia para la salud pública”. RA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario