Eremitas, 21 de
Julio
Elogio:
En Emesa, población de Siria, san Simeón,
llamado «Salos», que, impulsado por el Espíritu Santo, por amor a Cristo anheló
ser tenido por los hombres como un tonto y un plebeyo. En este mismo día,
conmemoración también de san Juan, ermitaño, que convivió durante casi treinta
años con san Simeón en santa peregrinación y en el eremo cercano al lago de
Mareotide, en Egipto.
Simeón se
retiró con su amigo san Juan a un desierto de los alrededores del Mar Muerto,
donde vivió veintinueve años, practicando las más severas penitencias. Jamás
olvidó que para ser verdaderamente humilde hay que amar la humillación; que,
por lo menos, hay que recibir con resignación las humillaciones que Dios nos
envía y reconocer que son menores de lo que merecemos; que, algunas veces, es
bueno buscar directamente las humillaciones, y que en esto, la prudencia humana
no es siempre la mejor guía. Tan lógicamente aplicó el santo estos principios
cuando se trasladó a Emesa (actual Homs), en la región siria de Orontes, que la
gente del lugar le aplicaron el apodo de «salos», que en griego significa
«loco». Así, por ser verdaderamente cuerdo, san Simeón fue considerado como
loco, pero Dios premió su amor por la humildad con gracias extraordinarias y
con el don de milagros.
No sabemos
exactamente en qué año murió san Simeón; pero ciertamente su muerte ocurrió
poco después del terremoto del año 588. Hay que confesar que la humildad de
este santo rayaba en la excentricidad. Alban Butler comenta que no estamos
obligados a imitar en todo a Simeón y que sería un pecado de presunción el
hacerlo así sin un llamamiento especial de Dios, pero que su ejemplo debería llenarnos
de confusión por la mala gana con que soportamos las menores ofensas a nuestro
amor propio. En realidad debemos admitir que en ocasiones San Simeón no parecía
del todo cuerdo.
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