¿Qué diferencia hay entre
una persona y un animal? Según algunos, los animales no se diferencian
demasiado del hombre. Es frecuente hoy día encontrar en la prensa noticias
sobre la defensa de los animales y referencias a sus «derechos».
Recientemente se dio el
caso de Woofie, una perra collie que se salvó de ser ejecutada por orden de una
corte escocesa gracias a una campaña internacional encabezada por la ex actriz
francesa Brigitte Bardot, que se ha dedicado al bienestar de los animales desde
que abandonó abruptamente su carrera artística, hace 25 años, había hecho un
dramático llamamiento para que se le perdonara la vida a Woofie.
La perra había sido condenada
a morir en septiembre después de que su propietario, Terence Swankie, de
Peterhead, en el nordeste de Escocia, reconoció haber violado la ley que
prohíbe tener animales peligrosos. En el proceso reconoció además que su
mascota suponía un peligro pues estaba «fuera de control en un lugar público».
En efecto, la perrita Woofie de tres años tenía aterrorizados a los carteros
del barrio durante sus correrías callejeras. La Corte de Edimburgo, sin
embargo, imputó el veredicto de un tribunal inferior y decidió mantenerla en
vida.
El animal y el hombre
Independientemente del
caso de Woofie, numerosas personas se pronuncian a favor de la prohibición de
los experimentos médicos con los animales, del uso de las pieles para los
vestidos, etc. Algunos van más lejos, hasta construir cementerios u hoteles
para los animales. El filósofo Peter Singer desde hace tiempo viene repitiendo
la idea de que no hay diferencia intrínseca entre los animales y el hombre. En
su famoso libro «Animal Liberation», publicado en 1975 y en años posteriores en
varias ediciones, Singer pide que se ponga fin a la «tiranía» de los hombres
sobre los animales. Según él, nuestro tratamiento injusto de los animales es equivalente
al racismo y al sexismo. Para referirse a él, ha acuñado la palabra «especismo».
Más que hablar de derechos, Singer pide una igualdad para los animales. En su
moral utilitarista, basada en Bentham y otros, la vida de un feto no tiene más
valor que la vida de un animal. De hecho, en una entrevista concedida en 1996,
afirmó que si comparamos la vida de un chimpancé con la un bebé con problemas
cerebrales, hay que reconocer un mayor «significado moral» al chimpancé.
En respuesta a este tipo
de argumentos, el filósofo inglés Roger Scruton ha publicado un libro donde
critica a quienes pretenden poner los animales al mismo nivel del hombre. Su
publicación «Animal Rights and Wrongs», publicada en segunda edición este año,
ofrece una serie de argumentos convincentes. Por lo que se refiere al tema de
la diferencia en la capacidad intelectiva entre el hombre y los animales,
Scruton hace las siguientes observaciones:
--» Los animales tienen
deseos, pero no hacen opciones. Cuando entrenamos un animal cambiamos sus
deseos, pero el animal no hace una opción.
--» La inteligencia de los
animales está orientada por sus instintos y la experiencia del momento. El
hombre, por el contrario, puede proyectarse en el futuro.
--» La vida social de los
animales está guiada por los instintos y no hay diálogo o razonamiento moral
como existe en una comunidad de personas.
--» Los animales no tienen
una imaginación propiamente hablando, o un sentido estético y sus emociones
están limitadas a un nivel físico. Tampoco tienen consciencia de sí o un
lenguaje abstracto.
La dimensión interior
Hay otro filósofo que ha
escrito sobre la diferencia entre el hombre y los animales. Se llama Karol
Wojtyla. En un libro «Amor y responsabilidad», escrito antes de ser elegido
Papa, examina aquello que diferencia al hombre de los demás seres, incluso los
animales. Una persona es un ser racional, con una capacidad intelectiva
cualitativamente superior a los animales. Pero no nos encontramos sólo ante una
cuestión de funcionalidad intelectiva.
La persona goza de una
interioridad, en cuanto que es un sujeto con un
carácter espiritual, en el que se incluye una conciencia y una orientación
hacia la verdad y el bien. Por tanto, la naturaleza del hombre es
sustancialmente diversa a la de los animales e incluye la capacidad de la
autodeterminación basada sobre la propia reflexión y la libre voluntad.
La diferencia esencial
entre la persona y un animal está claramente expresada en el Catecismo de la
Iglesia Católica. El número 2415 afirma que «los animales, como las plantas y
los seres inanimados, están naturalmente destinados al bien común de la
humanidad pasada, presente y futura». Pero el dominio del hombre sobre los
animales, y sobre toda la creación, no debe ser entendido como un poder
absoluto. Si bien es posible servirse de los animales para responder a las necesidades
humanas, es necesario respetarlos como criaturas de Dios. El número 2415 dice
que los animales pueden ser utilizados legítimamente para alimentar o vestir al
hombre, así como para realizar experimentos médicos. En este último aspecto,
exige que se garanticen unos límites razonables y que los experimentos
contribuyan realmente con la curación o la salvación de vidas humanas. El
siguiente número advierte que se debe evitar hacer sufrir sin necesidad a los
animales, pero también afirma que no es bueno invertir en ellos sumas de dinero
que podrían ser destinados a aliviar la situación de los pobres. Además,
explica que «no se debe desviar hacia ellos el afecto debido únicamente a los
seres humanos».
En estos días en los que
han sido frecuentes las noticias sobre experimentos con fetos humanos y la
manipulación genética del hombre, algunos se preocupan más por los derechos de
los animales que por salvaguardar la vida de los seres humanos. Por desgracia,
entre los grupos políticos que promueven la defensa de los animales, se da con
frecuencia una mentalidad favorable al aborto de los niños. El tiempo es buen
consejero, esperemos que también lo sea en este campo. LM
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