Aquellos psicólogos que aprendimos a hacer terapia algunas décadas
atrás no fuimos debidamente entrenados en atender a los llamados ‘pacientes
emocionales difíciles’, o lo que llamamos en la actualidad ‘pacientes con desregulación emocional intensa’.
Se trata de personas (la prevalencia es mayor en sexo femenino) que
manifiestan angustia intensa, sensación profunda de vacío o dolor emocional extremo en
circunstancias cotidianas, muchas veces en ausencia de una situación
traumática, frente a estresores que podríamos calificar como leves.
Recuerdo especialmente una joven que concurrió a terapia en mis
jóvenes años de inicio, y manifestaba, sesión a sesión, una profunda desazón
con sus vínculos interpersonales, ya sea amigas o familia, porque se
consideraba ‘traicionada, menospreciada y subestimada’ en situaciones propias
en la vida de cualquier adolescente como discusiones o diferencias de criterio
en algunos temas.
En ese entonces nuestras herramientas terapéuticas apuntaban a
brindar contención, aceptación, pero también a intentar ‘corregir’ el
razonamiento de nuestros pacientes, y entonces eso fue lo que hice con ella sin
demasiado éxito. Hasta que conocí el abordaje específico de la Terapia Dialéctica Contextual (DBT en inglés) y, sin ser experto, comencé a utilizar algunas de
sus herramientas. Fue increíble el cambio casi inmediato que comencé a notar
con ella, de manera simple pero progresiva, hasta que realicé una derivación
tiempo después con un experto en este tema (no era fácil encontrar estos
terapeutas entonces) para la continuidad del proceso.
Lo que utilicé principalmente en ese momento constituye una de las
bases del trabajo terapéutico con estos pacientes y se denomina validación emocional, pero
lo interesante es que puede ser utilizado (y debería serlo) con cualquier
persona frente a la vivencia de emociones aflictivas.
Qué es y qué no la validación
emocional
“La validación es un acto
profundo de aceptación de las
respuestas emocionales del otro”, nos dice María Costa, psicóloga del equipo de
Motivación Compasiva. “No tienes que decir nada para validar a alguien. En el
nivel más básico y profundo, la validación es un actitud de aceptar lo que
siente el otro sin
juicios, sin consejo, sin intenciones
de cambiar".
Si lo pensamos, parece algo comprensible y racional. Pero ¡qué
difícil es no juzgar a quienes tienen esta sensibilidad emocional aumentada
y se sienten perturbados por cosas que para nosotros pueden parecer ínfimas y sin
sentido!
María nos da un
listado de lo que puede ser considerado validación y lo que no.
Sí es:
• Aceptar al otro y su estado actual mediante la observación y la
empatía (empatía es la capacidad de imaginar lo que siente el otro).
• Escuchar al otro atentamente y prestarle atención.
• Describir lo que se observa (en lugar de juzgar o criticar)
Lo que no es:
• No es dar alabanzas, consuelos, o soluciones.
• No es necesario entender ni comprender lo que alguien está
sintiendo para validarle. ¡Solamente es suficiente aceptar lo que alguien está
sintiendo! (¡qué difícil a veces!)
• No es necesario saber las razones que la llevaron a su actual
estado emocional.
“En principio, la validación es una estrategia de tratamiento, es
decir, una manera de acercarnos a nuestros pacientes. Pero también es una
habilidad que se puede mejorar, especialmente con uno mismo (autovalidación) a
través de distintas prácticas de manera intencional y deliberada. Es ponerte en los zapatos del otro y poder aceptarlo plenamente”, dice Paula Quinteros, doctora en Psicología y experta en el
modelo DBT de la Fundación Foro.
Y agrega que “la validación es una estrategia de aceptación en la
terapia y tiene mucha conexión con ese mismo componente de la llamada
compasión”.
El valor que tiene en nuestras
vidas y en tiempos de pandemia
Ya podemos vislumbrar el inmenso poder que tiene esta actitud de
validar las emociones del otro y las propias, de otorgarles importancia y
valor, especialmente en esta época de pandemia donde la efervescencia emocional es moneda corriente en muchas personas. Es que es tan brutal e impactante el efecto
psicológico masivo del miedo al contagio y del confinamiento que pasó los 130
días que somos un mar de emociones cambiantes. Alternamos más estabilidad con
desregulación de un día al otro. Si bien clínicamente no podríamos llamar a
esto un trastorno de desregulación emocional, sí claramente sentimos la fuerza
de la inestabilidad haciéndonos sombra de continuo.
Para María Costa, la validación es importante porque “fomenta la
comunicación, los conflictos y emociones fuertes reducen o bloquean la
comunicación y la validación abre la posibilidad de dialogar. Además construye
confianza (es lo que experimenté yo con mi paciente mencionada cuando comencé a
utilizarla, por fin se fortaleció la alianza terapéutica) y la experiencia de
tener alguien que escucha y acepta la expresión de las propias emociones es muy
liberadora y suma intimidad al vínculo, además de disminuir la sensación de
aislamiento.
Consejos para validar al otro
1-Ver y escuchar al otro. Ve y escucha
todo lo que comunica el otro. Observa el cuerpo, los gestos, la cara, el
contexto ambiental del otro. Escucha el tono de voz y lo que dice. Intenta
estar atento exclusivamente a lo que el otro expresa, sin pensar en qué le
responderás. Las personas extremamente sensibles sentirán tu falta de atención
como un rechazo.
2- Aceptar con mente abierta todo lo que siente el otro. Acepta completamente la condición emocional del otro –tenga
la emoción que tenga. Es su emoción. Puede ser dolorosa, pero
experimentarla es una condición del ser humano.
3- Limitar reacciones defensivas de uno mismo. Cuando el otro está expresando ira y uno se siente atacado, la respuesta
defensiva no sirve. El impulso de defenderse es muy fuerte, pero no es
efectivo. Es importante que entiendas que las acusaciones e insultos de una
persona con ira vienen de la ira. Imagina que es la ira que habla a través de
la persona. Recuerda que esta persona no diría lo mismo cuando está calmado. Es
útil tratar la ira con la validación. Pasado un tiempo prolongado y cuando la otra
persona está más calmada, puedes hablar de las acusaciones.
4- Identificar las emociones del otro. Aprende a identificar la emoción que la persona está
sintiendo en ese momento. Algunas personas no pueden reconocer o nombrar sus
propias emociones. Busca identificar la emoción del otro y ponerle
palabras a lo que escuchas y ves en forma respetuosa y afectuosa.
“Veo que estás muy enojado ahora" / "Te veo triste. ¿Qué
te puso así?"/ "Me parece que estás muy preocupado"…
5- Dar una respuesta empática, sin aconsejar. Trata al otro con respeto y agrado. Resiste la tentación de
aconsejar – es el equivalente de decir que el otro no tiene la capacidad de
resolver sus propios problemas. Casi siempre el consejo es invalidante.
6- Acompañar al otro. Trata
de imaginar qué es lo que la otra persona necesita en ese momento. Ofrécele
quedarte durante su malestar. Si no estás seguro qué quiere, pregúntale: “¿Quisieras
hablar de eso?" “¿Hay algo que puedo hacer yo para ayudarte a sentirte
mejor?"
7- Reflejar lo que dice el otro. Sé un espejo. Refleja lo que dice el otro y repite lo entendido,
con tus propias palabras. Clarifica lo que escuchaste y lo que entendiste. Sé
respetuoso con el otro. “Si entiendo bien, quieres decir…"/
"Fíjate si te comprendo"
Ojalá todo esto nos sirva para comprendernos y tratarnos
amorosamente a nosotros mismos y a los demás cuando la tormenta emocional se
cierne en nuestras mentes. Y este es un tiempo de muchas tormentas. MR
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