«¿No te gusta lo convencional? ¿Buscas emociones intensas?
¿Te gusta vivir al límite? ¿Quieres enfrentarte a un gran desafío donde pongas
a prueba tu valor y tu fortaleza? ¡Entra y únete a nosotros!» Así decía el cartel que me encontré pegado en una puerta.
Nada hubiera tenido de extraordinario si el cartel hubiera
estado pegado en la puerta de un club de escalada en roca o de paracaidismo;
sin embargo lo que realmente llamó mi atención, era que estaba colocado en la
entrada de una Iglesia. Por unos segundos pensé que posiblemente por hacer una
travesura, alguien lo había cambiado de su lugar original; sin embargo y
leyendo con más cuidado el anuncio, me di cuenta que lo había hecho un grupo de
jóvenes católicos.
Estos jóvenes estaban invitando a nuevos miembros a unirse a
su grupo, como si se tratara de un club de deporte extremo. Al principio pensé
que era una comparación algo exagerada, pero investigando más a fondo, entendí
que tenían razón, que en estos tiempos ser católico es como practicar un
deporte extremo, y podría añadir... el más extremo de todos los deportes.
El practicar nuestra religión, es muy parecido a practicar un
deporte extremo y requiere constancia y disciplina; porque así como un atleta
que deja de correr por 2 meses pierde condición, un católico que deja de orar,
no asiste a misa, ni cumple con los mandamientos, pierde su vida de gracia y le
cuesta más trabajo volver a comenzar.
Los deportistas extremos del catolicismo también nos
enfrentamos a las condiciones adversas y extremas del medio, luchamos contra
las fuertes corrientes del consumismo, el individualismo y la cultura de la
muerte y realizamos nuestro mayor esfuerzo para quedarnos a bordo de la balsa
de nuestras creencias.
Desafiamos cada una de nuestras capacidades para combatirnos
a nosotros mismos, para impedir que la ira, la envidia y la avaricia, nos
dominen, para conservar la fe ante cualquier circunstancia y entrenamos
duramente nuestro corazón, para amar a quienes nos aborrecen y perdonar a
quienes nos hacen daño.
¿Que si es riesgoso el deporte que practicamos? Pongámoslo de
esta manera, un deportista extremo que no cumple con las normas está
arriesgando su integridad física, si nosotros hacemos caso omiso o únicamente
cumplimos a medias lo que Dios nos pide, estamos poniendo en riesgo nuestra
salvación, y eso es más peligroso que bucear con tiburones.
La única gran diferencia que he encontrado entre los
deportistas extremo comunes y los deportistas extremos del catolicismo, estriba
en la causa fundamental que nos lleva a vivir la vida de esta manera tan poco
convencional; los primeros encuentran en su práctica una manera de demostrarse
algo a sí mismos, nosotros (los católicos) vivimos así, porque amamos a Cristo
y porque vemos nuestro esfuerzo como el mejor medio para demostrarle a Dios que
aún con moretones, después de cientos de caídas o en medio de una tempestad,
seremos siempre fieles a Él. ¿Verdad
que amar a Cristo, es un deporte extremo? Cn
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