martes, 31 de julio de 2018

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Virgen... 88


María Estrella del Santísimo Sacramento Mardosewicz y sus diez compañeras, Beatas

Mártires de Bielorrusia, 01 de Agosto 
Martirologio Romano: En el bosque cercano a la ciudad de Nowogródek, en Polonia, beatas María Estrella del Santísimo Sacramento (Adelhéidis, Adela en castellano) Mardosewicz y sus diez compañeras, de la Congregación de las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret, vírgenes y mártires. En los funestos tiempos de guerra, fusiladas por los enemigos de la fe, entraron en la gloria de los cielos (1943).

Juan Pablo II beatificó el domingo 5 de marzo de 2000 a la hermana María Estrella Mardosewicz y sus diez compañeras polacas mártires, que murieron en 1940 en Nowogródek, Bielorrusia, tras pedir a la Gestapo tomar el lugar de 120 civiles arrestados.
Las religiosas, de entre 27 y 54 años, pertenecían a la Congregación de la Sagrada Familia de Nazaret -comúnmente llamadas nazarenas- y habitaban un convento fundado en la zona en 1929, cuando ésta pertenecía a Polonia. Allí dirigían una escuela primaria en la que educaban a niños polacos, tártaros y judíos y se encargaban de atender la iglesia local.
Al momento de la ocupación nazi las religiosas aguardaban su deportación a campos de concentración en Alemania, pero inesperadamente fueron llevadas a un bosque cercano a Nowogródek y allí asesinadas al borde de una fosa común abierta para ellas.
Pasada la guerra pudo comprobarse que murieron de rodillas, con los hábitos puestos y rosarios o cruces en sus manos. Sólo se les había hecho quitar las tocas para recibir el tiro de remate en la cabeza.
La hermana Malgorzata Banas, que no fue conducida con las demás a la muerte, siguió viviendo en la sacristía de la iglesia y preservó secretamente el Santísimo Sacramento, incluso durante la ocupación soviética, hasta su fallecimiento en 1966.
Las once religiosas asesinadas fueron reconocidas como mártires tanto polacas como bielorrusas porque “las nazarenas siempre estuvieron abiertas a distintos grupos étnicos y religiosos, y su ejemplo puede servir para entablar puentes” en la región, donde no hay buenas relaciones entre la mayoría ortodoxa y los católicos.

Sus nombres:
Beata María Imelda de Jesús Hostia (Hedwigis Carolina) Zak,
María Raimunda de Jesús y María (Ana) Kukolowicz,
María Daniela de Jesús y María Inmaculada (Eleonora Aniela) Jozwik,
María Canuta de Jesús en el Huerto de Getsemaní (Josefa) Chrobot,
María Sergia de la Virgen Dolorosa (Julia) Rapiej,
María Guidona de la Divina Providencia (Helena) Cierpka,
María Felicidad (Paulina) Borowik,
María Heliodora (Leocadia) Matuszewska,
María Canisia (Eugenia) Mackiewicz y
María Boromea (Verónica) Tarmontowicz.

El proceso de beatificación se había iniciado en Varsovia en 1991, año en el que los restos de las religiosas fueron trasladados a la parroquia de Nowogródek.
La congregación de la Sagrada Familia de Nazaret fue fundada en 1875 por Sor Franciszka Siedliska, beatificada en 1989, y tiene más de 1.750 miembros alrededor del mundo.

Por qué se siente alivio después de llorar y más respuestas sobre las lágrimas

Pese a que reparamos en su presencia sólo cuando brotan por una gran alegría o una profunda tristeza, al picar cebolla o cuando se nos mete una piedrita en el ojo, las lágrimas están siempre presentes. No son todas iguales, hay 3 tipos diferentes. El oftalmólogo Dr. Rogelio Ribes Escudero explicó las diferencias entre ellas.

Tres tipos de lágrimas
Lágrimas basales: son las que lloramos todo el tiempo y son producidas por las glándulas lagrimales, de meibomio y las caliciformes. Cada persona genera una media de 300 mililitros diarios de lágrimas (es decir, ¡114 litros al año!). Constantemente, llegan al ojo y se van a través del punto lagrimal. Poseen tres capas: una proteica -en contacto con la superficie corneal-, la del medio -más abundante de agua- y la externa -de lípidos-. Además, las lágrimas contienen una gran cantidad de factores de crecimiento que estimulan la cicatrización en caso de producirse una úlcera, y nutrientes como glucosa, que forma parte del principal combustible de las células. Su función es lubricar y nutrir la superficie ocular, y si los ojos están sanos, no se nota su presencia.
Lágrimas reflejas: son las que produce el ojo cuando ingresa un cuerpo extraño o al cortar una cebolla -debido a la liberación de ácido sulfénico y propanotial-. Son un mecanismo de defensa del organismo al intentar barrer el cuerpo extraño o diluir el agente irritante, aumentando su producción. Además de producirse en grandes cantidades, contienen anticuerpos que protegen frente a gérmenes y bacterias.
Lágrimas emocionales: son las que se liberan durante un estado de tristeza o felicidad, y contienen mayor cantidad de hormonas. Diversos estudios han descubierto que las emocionales tienen un contenido más alto en hormonas de estrés, como la ACTH o encefalina. Así, al llorar, se elimina parte de las hormonas que producen estrés y, simultáneamente, un calmante natural -encefalinas- promueve una sensación de bienestar. Por eso, las personas que lloran después se sienten mejor.

¿Por qué son saladas?
Porque el organismo es salado, es decir, el medio interno como la sangre y restos de fluidos -como el sudor- son salados. Esto se debe a dos electrolitos del cuerpo -sodio y potasio-, que regulan el pasaje de líquido a los diferentes tejidos corporales mediante la generación de un gradiente osmótico, responde el Dr. Ribes Escudero, quien es miembro de la Sociedad Argentina de Superficie Ocular e integra el servicio de Oftalmología del Hospital Alemán. La concentración de sales actúa, además, como mecanismo de defensa contra ciertos microorganismos.
La alteración de esa concentración no es buena. Existen patologías como el ojo seco en donde aumenta la concentración de sales en las lágrimas, generando un cuadro de hiperosmolaridad, es decir, la cantidad total de sales es la misma, pero como disminuye el contenido acuoso, éstas se concentran. Esta hiperosmolaridad genera inflamación en la superficie ocular con cuadros de dolor, sensación de cuerpo extraño y ojo rojo.
En las personas con diabetes se da otro tipo de alteración. En ellas se incrementa el componente de glucosa, lo que les otorga a las lágrimas un sabor más dulce, cualidad que se podría emplear para monitorear los niveles de glucosa a través de las lágrimas, precisa el especialista. Esta tecnología está en desarrollo y, actualmente, están en proceso lentes de contacto que monitorearían en forma permanente los niveles de azúcar.

¿De dónde viene la expresión lágrimas de cocodrilo?
Proviene de la antigua creencia de que los cocodrilos lloran mientras devoran a su presa. Esto no se debe a que el cocodrilo sienta tristeza, sino a un reflejo en donde al masticar se estimula la producción de las glándulas salivales y lagrimales.
Se atribuye esta expresión a aquellas personas que lloran simulando una pena, como los chicos cuando hacen berrinches. También, existe un síndrome denominado lágrimas de cocodrilo, que se observa en pacientes que sufren parálisis facial y liberan lágrimas al masticar.

¿Qué es el ojo seco?
El 80 % de los ojos secos se debe más a una alteración en la calidad de la lágrima que a la cantidad de ésta. Se observa en una de las capas de la lágrima, la lipídica, producida por las glándulas de meibomio, ubicadas detrás de las pestañas.
La principal causa de su disfunción es la obstrucción de sus orificios, producto de coágulos lipídicos o membranas fibrosas que cubren el drenaje. Esto genera un sobrecrecimiento de bacterias en su interior y en la base de las pestañas.
Estos microorganismos producen exotoxinas que inflaman el párpado y la superficie ocular. Dado que se trata de una patología crónica, con el paso de los años, las bacterias desarrollan un escudo que las protege de los antibióticos denominado biofilm.
Su tratamiento consiste en la refuncionalización de las glándulas de meibomio con su desbloqueo y atacando el sobrecrecimiento bacteriano. BP

El cannabis tampoco es beneficioso en la EPOC

La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es un trastorno pulmonar caracterizado por una obstrucción progresiva, y por lo general irreversible, de las vías respiratorias. Una enfermedad que, directamente asociada al consumo de tabaco, padecen hasta 174 millones de personas en todo el mundo. Y una enfermedad que, además de responsable de una cifra desmesurada de decesos, llega a limitar de forma muy significativa la calidad de vida de los pacientes.
Y es que como consecuencia de tener sus vías aéreas ‘taponadas’, su capacidad no ya solo de practicar ejercicio, sino de realizar muchas tareas cotidianas, se ve notablemente afectada. Les ‘falta el aliento’, sobre todo cuando la enfermedad ha progresado y a pesar de los tratamientos disponibles. Sin embargo, es posible que los pacientes cuenten con un aliado inesperado para mejorar su función respiratoria: el cannabis.
Es que según diversos estudios, fumar cannabis abre estas vías aéreas obstruidas. Pero, ¿esto es realmente así? Pues según investigadores de la Universidad McGill en Montreal (Canadá), no.
Según explica la Dra. Sara J. Abdallah, directora de esta investigación publicada en la revista Annals of the American Thoracic Society, «los primeros que nos informaron sobre el potencial beneficio terapéutico del cannabis sobre la EPOC fueron los propios pacientes. Así que decidimos poner en marcha este estudio para ver si, como aseguraban los propios afectados, el consumo de cannabis procura un alivio de los síntomas asociados a esta enfermedad».
En los años 70 se publicaron los primeros estudios que sugerían que fumar cannabis abría las vías respiratorias en adultos con o sin asma. Unas evidencias que se han visto recientemente reforzadas con la publicación de un gran ensayo clínico observacional que, entre otros resultados, mostró un efecto positivo de esta droga sobre dos de los parámetros habitualmente utilizados en el diagnóstico y seguimiento de la evolución de la EPOC: el volumen espiratorio forzado –VEF1, que muestra la cantidad de aire expulsado durante el primer segundo de la espiración máxima– y la capacidad vital forzada –CVF, que registra la capacidad máxima para captar y expulsar aire en condiciones forzadas.
Por tanto, parece que el cannabis podría ser beneficioso para los pacientes con EPOC. Pero los autores del nuevo estudio no lo tenían tan claro. Así que ‘reclutaron’ a 16 pacientes con EPOC avanzada y los pusieron a dar pedales en una bicicleta estática.
Todos los participantes seguían el tratamiento considerado ‘optimo’ para esta enfermedad pulmonar: doble o triple terapia inhalatoria, en la que se combinan un antagonista muscarínico de acción prolongada y un agonista β2 de acción larga con o sin un corticoide inhalado. Pero con objeto de reforzar, aun supuestamente, esta terapia, también recibieron un inhalador con cannabis vaporizado –o un inhalador totalmente similar para que resultara indistinguible pero cargado con un placebo.
En la primera fase del estudio, la mitad de los participantes recibieron el inhalador con cannabis y la otra mitad el inhalador con placebo. Y una vez tomado el ‘tratamiento’, se pusieron a pedalear. Y en la segunda fase se cambiaron las tornas: los que tuvieron el inhalador con cannabis cambiaron al de placebo y viceversa. Y tras la segunda inhalación, de vuelta a los pedales.
Los autores evaluaron la función respiratoria y la frecuencia cardiaca de los participantes mientras pedaleaban y tras bajarse de las bicicletas. ¿Y qué pasó? Pues nada. Los efectos del cannabis y del placebo fueron similares, si bien parece que la droga mejoró ligeramente la función pulmonar en cuatro de los pacientes –su ‘falta de aliento’ durante el ejercicio no fue tan acusada.
En definitiva, parece que el cannabis no tiene ningún efecto sobre la capacidad respiratoria de los pacientes con EPOC. Ni positivo ni negativo. Un aspecto a tener muy en cuenta dado que el cannabis no es para nada una sustancia inocua y puede promover el desarrollo de enfermedades muy graves, caso de la esquizofrenia.
Sea como fuere, los autores consideran que el debate sobre el posible beneficio del cannabis en la EPOC no puede darse por concluido. Hay que seguir investigando.
El Dr. Dennis Jensen, co-autor de la investigación, concluyó diciendo que «se requiere la realización de futuros estudios para evaluar el potencial terapéutico de distintas dosis de cannabis tanto vaporizado como oral, incluida su toma en pastillas, y durante periodos más prolongados de tiempo en pacientes con EPOC leve-moderada». ABC

¿Padeces estrés o depresión?

Mateo 11, 25-30 En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Reflexión
Leía en una revista italiana –no recuerdo en cuál– un artículo que decía que casi el 25% de la gente de las grandes ciudades padece un fuerte estrés, y que otras personas llegan incluso a sufrir hondas depresiones emocionales. ¡Es tan intenso y acelerado el ritmo del hombre de hoy que a veces no se reserva tiempo ni para sus necesidades más elementales: para comer, descansar o convivir con la propia familia! Como es obvio, muchas son las causas de estos problemas, pero no voy a entrar ahora en detalles, pues el tema de esta reflexión es otro. Por ahora sólo me limito a constatar el hecho. Lo que sí es muy lamentable es que muchas veces también Dios pasa a un segundo, tercer o décimo lugar en nuestra vida... Y así no es de extrañar que andemos como andamos: sin sentido, sin rumbo fijo, sin paz ni serenidad interior.
Hoy en día es cada vez más común que muchísimas personas, ante cualquier pequeño problema de la índole que sea, acudan al psicólogo o al psiquiatra como si éste fuera el mago Merlín, el genio de la lámpara maravillosa o el dueño de la piedra filosofal y de todas las panaceas. No digo yo que esté mal. En ocasiones éstos pueden prestar valiosos apoyos. Pero hace varias décadas, nuestros padres y abuelos preferían acudir al sacerdote a pedir un consejo, a la confesión sacramental o a la oración. Y, a juzgar por las opciones de tantos hombres y mujeres de hoy, parecería que el sacerdote ya “ha pasado de moda”…
Bueno, el caso es que, cuando una persona sufre estrés o ansiedad y acude a su médico, éste suele recetarle un medicamento llamado “paxil”. Por lo visto, es un buen analgésico, pero en ocasiones esta droga produce también efectos negativos; por ejemplo, hace que las personas sientan un profundo letargo, debilidad y náuseas, que no tengan fuerzas para nada y les resulte sumamente penoso mantener su atención en sus normales actividades cotidianas. Y es que, lo que realmente necesita la gente no es tanto “paxil” sino la “pax” del corazón, es decir la paz profunda del alma.
En el Evangelio de hoy nuestro Señor sale una vez más al paso de nuestras necesidades más íntimas y personales: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados –nos dice– y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas”. ¡Qué palabras tan confortantes y consoladoras! ¡La verdadera paz del corazón! Eso es justamente lo que necesitamos, pues todos nos sentimos a veces cansados, agobiados y deprimidos. Y sólo Cristo puede curarnos.
Pero, ¿cómo es posible que éste sea el medicamento que realmente necesitamos? Pues sí. Verás. La medicina y la psicología moderna reconocen hoy el valor terapéutico de la humildad. El prestigioso psicólogo Carl Jung dice en un libro suyo que todos los pacientes que se habían dirigido a él sufrían por algo que se podría definir “falta de humildad”, y que no curaban sino hasta el momento en que tomaban una actitud de respeto y de aceptación de una realidad más grande que ellos, es decir, una actitud de humildad.
¡Cuántas veces la causa de nuestras angustias, problemas, temores y desalientos somos nosotros mismos! Yo diría que ésta es siempre la verdadera causa de nuestros sufrimientos íntimos: la falta de humildad, que es autosuficiencia, orgullo, deseo de poder y del aprecio de los demás; o, simplemente, el no querer aceptar nuestra debilidad, nuestra fragilidad y los propios límites. Todos queremos sentirnos fuertes, poderosos, capaces y, sobre todo, nos gusta dar esa imagen de nosotros mismos a los demás. Y, cuando experimentamos ese sentimiento de debilidad que no aceptamos, es cuando nos viene toda esa agonía y esa tormenta interior que no nos permite ser lo que realmente somos. Sufrimos, nos rebelamos, agonizamos, pero no damos el brazo a torcer. Ésta es, tristemente, la cultura en la que hemos nacido y vivimos: no manifestar nunca nuestra debilidad. Y si a esto se suma cierto “machismo” en el que hemos sido educados, las cosas se complican todavía más. De ahí viene todo ese deseo de aparentar que somos los “duros” y que no nos “ablandamos” ante los golpes de la vida. Por eso nos da tanta vergüenza, por ejemplo, llorar en público y nos resistimos tanto a mostrar nuestros sentimientos a los demás: porque creemos que esa es una debilidad.
Y, sin embargo, Cristo hoy nos invita a aceptar nuestra flaqueza, nuestras enfermedades, debilidades y miserias; a reconocer nuestros propios límites, cansancios, agobios y desconsuelos. Y, sobre todo, una vez que reconocemos nuestra condición de creaturas profundamente necesitadas, quiere que nos acerquemos a Él: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados” –nos dice–, y Él nos acogerá así como somos: inermes y frágiles, pero desnudos ya de falsas caretas y de disfraces. Y entonces sí, “Yo os aliviaré”, porque Él es el verdadero Médico de nuestras almas.
También san Pablo lo experimentó en primera persona: “Muy gustosamente continuaré gloriándome en mis debilidades... y me complazco en las enfermedades, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones, en los aprietos, por Cristo; pues cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte” (II Cor 12, 9-10).
Nuestra fortaleza es Cristo y sólo la experimentamos cuando aceptamos nuestra debilidad para dejarnos consolar y ayudar por Él. Sólo quien reconoce su necesidad de Dios está preparado para recibirlo a Él dentro de su corazón. Y sólo cuando nos decidimos a ceder, agachamos la cabeza y doblegamos las rodillas de nuestra alma ante el Señor es cuando comenzamos a encontrar la solución a todos nuestros problemas.
Un filósofo y literato español del siglo pasado, Miguel de Unamuno, de un temperamento ardiente y apasionado, muy combativo y enérgico, padeció dramáticos conflictos interiores y tremendas agonías en su fe precisamente por no querer aceptar con humildad y sencillez esta realidad de su condición. Y cuando al fin, reconocía su debilidad, bellamente lo expresaba con estos versos: “Agranda la puerta, Padre/ porque no puedo pasar;/ la hiciste para niños,/ y yo he crecido a mi pesar./ Si no me la agrandas,/ achícame a mí, por piedad;/ vuélveme a la edad bendita/ en la que vivir es soñar./ Gracias, Padre, que ya siento/ que se va mi pubertad;/ vuelvo a los años rosados/ en los que era niño, y nada más”.
Sí, en la humildad y en la sencillez de la fe encontramos nuestra verdadera paz. “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas”. Cristo nos lo prometió y Él es fiel a sus promesas. Ese descanso para nuestra alma es la paz del niño que duerme, plácido, en los brazos de su madre o de su padre. Y al niño no le da vergüenza sentirse débil y pequeño. Allí está su fortaleza y su seguridad. ¿De qué le serviría al niño un alarde de fuerza ante un lobo o un león? Sería para su propia ruina. Sólo si aceptamos ser como niños ante nuestro Padre del cielo llegaremos a buen puerto. “Hazme humilde, hazme pequeño y así no me perderé” leí en una ocasión. Esta humildad de los niños nos lleva a un total abandono, filial y confiado en los brazos de Dios, a pesar de todos los problemas. Por eso, no en vano Cristo nos dijo que “si no nos hacemos como niños, no entraremos en el Reino de los cielos”. SAC

Día litúrgico: Miércoles XVII (B) del T.O.

Texto del Evangelio (Mt 13,44-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.
»También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».

«Vende todo lo que tiene y compra el campo»

Comentario: Rev. D. Enric CASES i Martín (Barcelona, España)

Hoy, Mateo pone ante nuestra consideración dos parábolas sobre el Reino de los Cielos. El anuncio del Reino es esencial en la predicación de Jesús y en la esperanza del pueblo elegido. Pero es notorio que la naturaleza de ese Reino no era entendida por la mayoría. No la entendían los sanedritas que le condenaron a muerte, no la entendían Pilatos, ni Herodes, pero tampoco la entendieron en un principio los mismos discípulos. Sólo se encuentra una comprensión como la que Jesús pide en el buen ladrón, clavado junto a Él en la Cruz, cuando le dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino» (Lc 23,42). Ambos habían sido acusados como malhechores y estaban a punto de morir; pero, por un motivo que desconocemos, el buen ladrón reconoce a Jesús como Rey de un Reino que vendrá después de aquella terrible muerte. Sólo podía ser un Reino espiritual.
Jesús, en su primera predicación, habla del Reino como de un tesoro escondido cuyo hallazgo causa alegría y estimula a la compra del campo para poder gozar de él para siempre: «Por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel» (Mt 13,44). Pero, al mismo tiempo, alcanzar el Reino requiere buscarlo con interés y esfuerzo, hasta el punto de vender todo lo que uno posee: «Al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra» (Mt 13,46). «¿A propósito de qué se dice buscad y quien busca, halla? Arriesgo la idea de que se trata de las perlas y la perla, perla que adquiere el que lo ha dado todo y ha aceptado perderlo todo» (Orígenes).
El Reino es paz, amor, justicia y libertad. Alcanzarlo es, a la vez, don de Dios y responsabilidad humana. Ante la grandeza del don divino constatamos la imperfección e inestabilidad de nuestros esfuerzos, que a veces quedan destruidos por el pecado, las guerras y la malicia que parecen insuperables. No obstante, debemos tener confianza, pues lo que parece imposible para el hombre es posible para Dios.

lunes, 30 de julio de 2018

Ópera de París 17


Ópera de París 16


Poco a poco...


El tiempo no te hara olvidar...


Aprecia lo que tienes...


Lámpara votiva... 01


Zdenka Cecilia Schelingová, Beata

Virgen y Mártir, 31 de Julio
Martirologio Romano: En la ciudad de Trnava, Eslovaquia, beata Sidonia (Cecilia) Schelingová, virgen de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de la Santa Cruz y mártir, que en tiempos difíciles para la Iglesia de su país, con motivo de proteger a un sacerdote, sufrió mucho de cuerpo y alma, y, contraída una enfermedad, se mostró testigo alegre y constante de Cristo (1955).

Nació el 24 de diciembre de 1916 en Krivá, en Orava, región montañosa al noroeste de Eslovaquia. Era la penúltima de once hijos. Fue bautizada, tres días después, con el nombre de Cecilia. Sus padres, Pavol y Susana, que formaban una familia muy religiosa, impartieron a todos sus hijos una ejemplar educación cristiana, fundada en la oración y en el cumplimiento del deber diario, que para ellos eran los trabajos del campo y los quehaceres de la casa. Cecilia hizo los estudios de primaria de 1922 a 1930. En la escuela era diligente y obediente, amable y modesta; siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. Por eso, todos sus compañeros la amaban.
En 1929 empezaron a colaborar en la parroquia las Hermanas de la Caridad de la Santa Cruz. En 1931, Cecilia, atraída por el amor y la entrega de las religiosas, a los quince años, solicitó la admisión en el convento, decidida a consagrar su vida al amor a Dios y al prójimo. Tanto sus padres como sus hermanos se alegraron mucho y se sintieron muy orgullosos de su elección.
En Podunajské Biskupice hizo estudios de enfermería durante dos años y luego un curso de especialización en radiología. En 1936 entró en el noviciado y el 30 de enero de 1937 emitió la profesión religiosa, escogiendo como nombre Zdenka.
Destacaba por la intensidad de su oración. Durante su trabajo se mantenía muy unida a Dios. Se sacrificaba por amor a Dios y a los demás: era amable con todos y siempre estaba dispuesta a servir. La amistad espiritual con Jesús marcó su vida religiosa y su trabajo de enfermera.
Inició su trabajo de enfermera en Humenné, ciudad situada en la parte oriental de Eslovaquia, cerca de Ucrania. En 1942, invitada por la dirección del hospital del Estado, fue a trabajar a Bratislava, en la sección de radiología, como ayudante de laboratorio. Se dedicó a los enfermos con ejemplar generosidad, ternura y competencia, siempre con la sonrisa en los labios, cuidando especialmente el orden y la limpieza. Para sus compañeras de trabajo era “modelo de religiosa y de enfermera profesional”.
En 1948, el partido comunista tomó el poder e inició la persecución contra la Iglesia católica: los obispos y sacerdotes fueron perseguidos y encarcelados; los laicos sufrieron discriminaciones a causa de su fe; fueron disueltas las comunidades religiosas y sus miembros condenados a trabajos forzados.
En esos tiempos de dificultad, sor Zdenka afrontó el sufrimiento antes que traicionar su conciencia y faltar a la palabra dada a Cristo y a su Iglesia. En febrero de 1952, con gran valentía, ayudó a huir a un sacerdote detenido que se encontraba internado en el hospital del Estado para ser curado de las heridas causadas por las torturas en los interrogatorios. Después de la fuga del sacerdote, sor Zdenka oró así ante la cruz en la capilla del hospital: “Jesús, te ofrezco mi vida por la suya. ¡Sálvalo!”.
Fue detenida el 29 de febrero de 1952. Sufrió crueles interrogatorios, con grandes humillaciones y torturas, hasta que, el 17 de junio, acusada de alta traición, uno de los peores crímenes contra el Estado, fue condenada a doce años de cárcel y diez años de pérdida de los derechos civiles.
El 26 de junio de 1952 fue trasladada a la cárcel de Rimavská Sobota y luego, el 16 de abril de 1953, como castigo por no haber colaborado con los guardias, a la cárcel de Pardubice, mucho más dura. Su vía crucis prosiguió por diversas prisiones y hospitales de cárceles, pues a causa de las torturas se le produjo un tumor maligno en el pecho y se agudizó la tuberculosis. Hasta los últimos momentos de su vida terrena soportó todos los sufrimientos con paciencia heroica, con firme determinación, dispuesta a morir por Dios y por el bien de la Iglesia, y sin ningún rencor con respecto a los que le habían causado esos sufrimientos. Mientras era golpeada casi hasta la muerte, susurró: “El perdón es lo más grande de la vida”.
El 7 de abril de 1955, las autoridades políticas, previendo que le quedaba poco tiempo de vida, para que no muriera en la cárcel, le concedieron la amnistía. Quedó en libertad el 16 de abril, pero, poco más de tres meses después, el 31 de julio, moría en Trnava, después de recibir el viático, a la edad de treinta y ocho años.
Ya inmediatamente después de su muerte, el pueblo de Dios la consideraba mártir de la fe. Fue beatificada por S.S. Juan Pablo II el 14 de septiembre de 2003.

Conocer los síntomas y detectar un ACV salva vidas

Cerca de 130.000 argentinos padecen accidentes cerebrovasculares (ACV), lo que se traduce en un ACV cada 4 minutos. Si bien en un tercio de las personas que sufren un ACV los daños pueden ser revertidos en su totalidad, en otra tercera parte puede causar discapacidades motoras y cognitivas, mientras que en el restante tercio el desencadenante es la muerte. A pesar de estas preocupantes estadísticas, gran parte de la gente no sabría cómo reaccionar ante un ACV.
Así lo reveló una reciente encuesta realizada por la Fundación para el Estudio de las Neurociencias y la Radiología Intervencionista (Feneri), que señaló que, a pesar de que la mayoría de las personas reconoce el dolor de cabeza de presentación súbita e intensa como signo probable de ACV, un 40% desconocía qué hacer en estos casos.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 15 millones de personas sufren un ACV por año. Se trata de la segunda causa de muerte y la primera de discapacidad. Por cada ACV sintomático, se estima que hay nueve “infartos silentes” que impactan en el nivel cognitivo de los pacientes.

No es cuestión de azar
Los ACV son prevenibles y existen factores de riesgo que inexorablemente aumentan las chances de que se presente. Los dos principales son la hipertensión arterial (HTA) y, sí, el infaltable cigarrillo, cada vez más presente en las causas de todos nuestros males.
“Controlar sólo estos dos factores de riesgo reduciría en un 50% la prevalencia de ACV en todo el mundo”, aseguró el Dr. Matías Alet, médico neurólogo, miembro del Grupo de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Neurológica Argentina (SNA).
Además, la hipercolesterolemia, sobrepeso, antecedentes familiares, frecuencia cardíaca irregular, mala alimentación y el sedentarismo completan el cuadro de potenciales desencadenantes de un ACV. No obstante, a pesar de ser prevenible y tratable, “el ACV se posiciona como una de las enfermedades no transmisibles más importantes”, indicó.
Tal es así que desde la Federación Mundial de Neurología fue catalogada como la epidemia del siglo XXI.

¿Qué es?
La interrupción del flujo de sangre a una parte del cerebro, apenas por unos segundos, genera que no lleguen nutrientes y oxígeno, lo que ocasiona que las células cerebrales mueran y se produzca un daño permanente.
Esto ocurre por dos variables. La más frecuente es que una arteria se “tape” por una placa de colesterol a nivel local o bien por un coágulo que tiene su origen en el corazón, constituyendo lo que se conoce como ACV isquémico.
El segundo mecanismo es la ruptura de la arteria que provoca que la sangre se “desparrame” por el cerebro, construyendo un ACV hemorrágico, conocido popularmente como “derrame cerebral”.
Estos daños, detectados a tiempo, pueden salvar vidas y revertir los daños prácticamente en su totalidad. Para esto, es necesario reconocerlo cuando se presenta.

Reconocer los síntomas
La Dra. Gabriela Ferretti, médica clínica y neuróloga, señala que es fundamental identificar los síntomas para actuar con celeridad.
“Pérdida de memoria transitoria, desorientación, pérdida de fuerza en una extremidad o de la mitad del cuerpo, acompañada o no de pérdida de sensibilidad, ceguera de un ojo, visión doble o dificultades para articular la palabra son los principales indicadores de un ACV”, detalla.
En tanto, subraya que la cefalea de inicio súbito y de una intensidad que nunca antes se había tenido es un signo cardinal de ACV hemorrágico.
La Dra. Ferretti señala que, ante la menor sospecha, existe una serie de acciones que pondrán en evidencia la presencia de un ACV. Pídale a la persona que:
§  Sonría: la sonrisa debe ser simétrica.
§  Alce los brazos juntos con los ojos cerrados. En caso de un ACV no podrá hacerlo.
§  Diga su nombre o una frase coherente. La dificultad de hablar o coordinar será clave.
“Ante alguno o varios de estos síntomas, la visita a la guardia médica debe ser urgente. Es importante que concurra a un centro asistencial que posea unidad de terapia intensiva y tomografía computada o resonancia magnética, a fin de poder instaurar un tratamiento más efectivo. Los minutos de demora en estos casos ‘cuestan cerebro’”, enfatizó la médica neuróloga.
En el ACV no existen preavisos. Los ataques aparecen de manera súbita. Y, a pesar de que en algunas ocasiones los síntomas pueden mejorar en el término de una hora, “esto no significa que no constituye gravedad, sino, por el contrario, es una forma de aviso que en un nuevo evento quizá de mayor gravedad pueda sobrevenir”, agregó la Dra. Ferretti.

¿Cómo se puede prevenir?
El desconocimiento más los malos hábitos son factores que preocupan e impiden cambiar las variables de esta enfermedad.
No es casualidad, por ejemplo, que en la Argentina exista un 60% de personas con sobrepeso y que más de 10 millones de personas sean hipertensas y, de éstas, apenas la mitad esté bajo tratamiento.
La clave para la prevención no radica en fórmulas mágicas, sino simplemente en adoptar hábitos saludables:
§  Realizar al menos 30 minutos de ejercicio físico moderado al día.
§  Cuidar la dieta e incorporar al menos 5 porciones de frutas y verduras.
§  Cuidarse del sobrepeso.
§  Controlar los valores de presión arterial.
§  No fumar.
Siempre la prevención de los factores de riesgo es la mejor medida para evitar la discapacidad que está enfermedad puede generar. IV-BP

Alergia a la penicilina: Síntomas, causas, diagnóstico y tratamiento

La alergia a la penicilina es una reacción anormal del sistema inmunitario al medicamento antibiótico penicilina. La penicilina es recetada para tratar varias infecciones bacterianas.
Los signos y síntomas frecuentes de la alergia a la penicilina son entre otros urticaria, sarpullido y picazón. Una de las reacciones graves es la anafilaxia, una afección que puede poner en riesgo la vida y que afecta múltiples sistemas del cuerpo. La investigación ha demostrado que se han diagnosticado alergias a la penicilina de manera excesiva -un problema que puede derivar en el uso de tratamientos antibióticos menos adecuados y más costosos-. Por lo tanto, es necesario un diagnóstico preciso cuando se sospecha alergia a la penicilina para asegurar las mejores opciones de tratamiento.
Otros antibióticos, en particular aquellos con propiedades químicas similares a la penicilina, también pueden provocar reacciones alérgicas.

Síntomas
Los signos y síntomas de una alergia a la penicilina a menudo aparecen dentro de una hora después de haber tomado el medicamento. Con menor frecuencia, las reacciones pueden ocurrir horas, días o semanas más tarde.
Estos son algunos de los signos y síntomas de la alergia a la penicilina:
§  Erupción cutánea
§  Urticaria
§  Picazón
§  Fiebre
§  Hinchazón
§  Falta de aire
§  Sibilancia
§  Catarro
§  Ojos llorosos y con picazón
§  Anafilaxia

Anafilaxia
La anafilaxia es una reacción alérgica poco frecuente que pone en riesgo la vida y causa una disfunción generalizada de los sistemas del cuerpo. Los signos y síntomas de la anafilaxia son los siguientes:
§  Estrechamiento de las vías respiratorias y de la garganta, lo que genera dificultad para respirar
§  Náuseas y cólicos
§  Vómitos o diarrea
§  Mareos o aturdimiento
§  Pulso débil y acelerado
§  Caída de la presión arterial
§  Convulsiones
§  Pérdida del conocimiento

Otras afecciones causadas por la alergia a la penicilina
Las reacciones alérgicas a la penicilina menos frecuentes ocurren días o semanas después de la exposición al medicamento y pueden persistir durante un tiempo tras haber dejado de consumirla. Estas son algunas de ellas:
§  Enfermedad del suero, que puede causar fiebre, dolor en las articulaciones, erupciones, hinchazón y náuseas.
§  Anemia inducida por los medicamentos, reducción de los glóbulos rojos, lo que puede causar fatiga, latidos irregulares del corazón, falta de aire, y otros signos y síntomas.
§  Reacción a medicamentos con eosinofilia y con síntomas sistémicos, que ocasiona erupciones, recuento alto de glóbulos blancos, hinchazón generalizada, inflamación de los ganglios linfáticos y recurrencia de la infección por hepatitis latente.
§  Inflamación de los riñones (nefritis), que puede provocar fiebre, sangre en la orina, hinchazón generalizada, desorientación, y otros signos y síntomas.
§  Eventos adversos que no son reacciones alérgicas.
§  Puedes tener efectos secundarios de la penicilina (como sucede con otros medicamentos) que no sean una reacción alérgica al medicamento. Según el tipo de penicilina, los efectos secundarios más frecuentes son dolor de cabeza, picazón vaginal, náuseas o diarrea leves. Los signos o síntomas de una infección por la que te están tratando (o los síntomas no relacionados) también pueden confundirse con una reacción alérgica al medicamento.

Cuándo consultar al médico
Consulta con el médico lo antes posible si tienes signos o síntomas de alergia a la penicilina. Es importante comprender y conversar sobre qué es una reacción alérgica, qué es un efecto secundario típico y qué puedes tolerar al tomar un medicamento.
Llama al 911 o a un servicio de atención médica de urgencia si tienes signos de una reacción grave o una supuesta anafilaxia después de tomar penicilina.

Causas
La alergia a la penicilina ocurre cuando el sistema inmunitario se vuelve hipersensible al medicamento y reacciona por error como si el medicamento fuese una sustancia nociva, como si fuese una infección viral o bacteriana. Antes de que el sistema inmunitario pueda volverse sensible a la penicilina, debes exponerte al medicamento al menos una vez. Si el sistema inmunitario identifica por error a la penicilina como una sustancia perjudicial, crea un anticuerpo específico contra ese medicamento.
La próxima vez que tomes el medicamento, estos anticuerpos específicos lo detectarán y le indicarán al sistema inmunitario que ataque la sustancia. Las sustancias químicas que se liberan en esa actividad causan los signos y síntomas asociados a una reacción alérgica.
La exposición previa a la penicilina puede no ser evidente. Existe evidencia que indica que las cantidades mínimas de penicilina en los alimentos pueden ser suficientes para que el sistema inmunitario de una persona cree un anticuerpo para combatirla.

Penicilinas y medicamentos relacionados
Las penicilinas pertenecen a una clase de medicamentos antibacterianos llamados «antibióticos betalactámicos». Aunque los mecanismos de los medicamentos varían, generalmente, combaten las infecciones atacando las paredes de las células bacterianas. Además de las penicilinas, otros betalactámicos más frecuentemente asociados con reacciones alérgicas conforman un grupo llamado «cefalosporinas».
Si tuviste una reacción alérgica a un tipo de penicilina, es posible (pero no seguro) que tengas alergia a otros tipos de penicilinas o a algunas cefalosporinas.
Algunas penicilinas son las siguientes:
§  Amoxicilina
§  Ampicilina
§  Dicloxacilina
§  Nafcilina
§  Oxacilina
§  Penicilina G
§  Penicilina V
§  Piperacilina
§  Ticarcilina
Algunas cefalosporinas son:
§  Cefaclor
§  Cefadroxilo
§  Cefazolina
§  Cefdinir
§  Cefotetán
§  Cefprozil
§  Cefuroxima
§  Cefalexina
§  Cefepima

Factores de riesgo
Si bien cualquiera puede tener una reacción alérgica a la penicilina, algunos factores pueden aumentar el riesgo. Algunos de ellos son los siguientes:
§  Antecedentes de otras alergias, como la alergia alimentaria o la rinitis alérgica (fiebre del heno)
§  Reacción alérgica a otros medicamentos
§  Antecedentes familiares de alergia a medicamentos
§  La exposición continua a la penicilina debida a dosis altas o el uso reiterado o prolongado
§  Ciertas enfermedades comúnmente asociadas a las reacciones alérgicas a los medicamentos, como la infección por el VIH o el virus Epstein-Barr

Prevención
Si tienes alergia a la penicilina, la mejor prevención es evitar ese medicamento. Algunas medidas que puedes tomar para protegerte son las siguientes:
§  Informa a los trabajadores del cuidado de la salud. Asegúrate de que tu alergia a la penicilina o a otros antibióticos se identifique con claridad en tu expediente médico. Informa a otros proveedores de atención médica, como tu dentista u otro especialista médico.
§  Usa un brazalete. Usa un brazalete de alerta médica que identifique tu alergia a los medicamentos. Esta información puede garantizar el tratamiento adecuado en caso de emergencia.
§  Lleva epinefrina de emergencia. Si tu alergia causó anafilaxis o alguna otra reacción grave, es probable que el médico te recete una jeringa autoinyectable y un dispositivo de aguja (autoinyector de epinefrina). El médico u otro miembro del personal de la clínica te capacitarán en el uso del autoinyector.

Diagnóstico
Una exploración exhaustiva y pruebas de diagnóstico adecuadas son fundamentales para hacer diagnósticos precisos. Diagnosticar de manera incorrecta la alergia a la penicilina puede tener como resultado el uso de antibióticos menos adecuados y más costosos.
El médico te hará una exploración física, te hará preguntas sobre los síntomas e indicará pruebas adicionales. Es posible que te deriven a un especialista en alergias (alergólogo) para que te haga estas pruebas. Algunas de ellas pueden ser las siguientes.
Pruebas cutáneas
En una prueba cutánea, el alergólogo o el personal de enfermería, administra una pequeña cantidad de penicilina en la piel con una aguja diminuta. Una reacción positiva en la prueba provoca un bulto elevado rojo que pica.
Un resultado positivo indica una probabilidad alta de que tengas alergia a la penicilina. Un resultado negativo de la prueba generalmente significa que no tienes alergia a la penicilina, pero es más difícil de interpretar debido a que las reacciones a algunos tipos de medicamentos no pueden detectarse con pruebas cutáneas.
Prueba de provocación escalonada
Si el diagnóstico de alergia a la penicilina es incierto, se puede recomendar una prueba de provocación escalonada de medicamentos. En este procedimiento, se administran hasta cinco dosis de penicilina; se comienza con una dosis pequeña hasta llegar a la dosis deseada. Si alcanzas la dosis terapéutica sin que se produzca una reacción, el médico concluirá en que no eres alérgico a ese tipo de penicilina. Podrás tomar los medicamentos según las indicaciones médicas.
Durante una prueba de provocación, el médico hace una supervisión cuidadosa y se prestan servicios de atención complementaria para tratar una reacción adversa.

Tratamiento
Las intervenciones para tratar una alergia a la penicilina pueden dividirse en dos estrategias generales:
§  El tratamiento de los síntomas de alergia existentes
§  Insensibilización con penicilina
§  Tratar los síntomas existentes
Para tratar los síntomas de una reacción alérgica a la penicilina es posible realizar las siguientes intervenciones:
§  Suspender el medicamento. Si el médico determina que sufres de una alergia a la penicilina, o una posible alergia, el primer paso del tratamiento es suspender el medicamento.
§  Antihistamínicos. El médico te puede recetar un antihistamínico o recomendarte uno de venta libre, como la difenhidramina (Benadryl), que bloquea las sustancias químicas del sistema inmunitario que se activan durante una reacción alérgica.
§  Corticoesteroides. Pueden utilizarse corticoesteroides orales o inyectables para tratar la inflamación asociada con las reacciones más graves.
§  Tratamiento de la anafilaxia. La anafilaxia requiere una inyección de epinefrina y atención hospitalaria de inmediato para mantener la presión arterial y para asistir la respiración.

Insensibilización con fármacos
Si no hay otras opciones de tratamiento con antibióticos, el médico podría recomendar un tratamiento llamado «insensibilización con fármacos», que te permitiría tomar un ciclo de penicilina para tratar una infección. Este tratamiento supone administrar en forma progresiva una dosis muy pequeña y luego dosis mayores cada 15 a 30 minutos durante un ciclo de varias horas o unos días. Si puedes alcanzar la dosis deseada sin que se produzca una reacción, puedes continuar con el tratamiento.
Es importante tomar el medicamento según las indicaciones para que sigas tolerándolo durante todo el tratamiento. Si necesitas penicilina en el futuro, deberás repetir el tratamiento de insensibilización.
Durante la intervención, te supervisarán cuidadosamente con atención complementaria para tratar las reacciones. La insensibilización no es frecuente si la penicilina ha provocado en el pasado una reacción grave potencialmente mortal. NIH