Hace unos días leí una frase que me dejó pensando.
Decía: “Está tan de moda aprender a soltar, que ya nadie se preocupa por
aprender a sostener”. Te invito a que antes de seguir leyendo, te preguntes qué
te dice a vos esta frase, qué te hace pensar, qué te sugiere… ¿ya está? Te
cuento lo que me pasó a mí.
Lo primero que me dejó resonando es que “esté de
moda aprender a soltar”. No sé si las actitudes se ponen de moda. Tal vez nos
parece un concepto un poco frívolo o pasajero para aplicarlo a una manera de actuar.
Pero es cierto que cada tiempo y cultura pone de relieve algunos valores por
sobre otros, promueve más ciertas actitudes que otras, mira mejor algunos
gestos que otros. No quiere decir necesariamente que uno sea bueno y otro malo,
pero uno está más mencionado o valorizado en algún momento en particular.
La necesidad de “soltar” es una realidad muy cierta
en la vida y es verdad que se escucha mucha gente hablando sobre la virtud de
esta actitud. ¿Quién puede negar que muchas veces aferrarse a una idea, a una
situación, a una persona, puede convertirse en algo nocivo para uno o para el
otro? Lo contrario a soltar sería creerse dueño o tener una actitud posesiva,
querer imponer o controlar. Soltar es lo necesario para no quedarse detenido
por algo que nos impide avanzar.
Pero el problema es que ninguna actitud puede ser
aislada y considerarla como la única opción para todas las situaciones de vida.
Cada actitud debe buscar su complemento, su contracara, su corrección y
encauce. Porque la mejor virtud, sin matices ni correcciones, puede convertirse
en el peor defecto. Es allí donde surge la necesidad que nos marca la frase del
comienzo: el soltar no puede separarse del sostener. Si solamente soltamos, si
lo hacemos con todo y rápidamente, ¿qué lugar queda para la perseverancia, para
la firmeza frente a la dificultad o para el amor maduro que sabe sobrepasar una
crisis?
Cualquiera que se proponga algo en la vida, sabe
que el camino tendrá dificultades y tropiezos. Para alcanzar la meta será
necesario una cierta “tozudez”, una capacidad de seguir adelante cuando las
cosas no están a nuestro favor. Cualquiera que tiene un vínculo de amor con
otro, en cualquiera de sus formas, sabe que se disfruta mucho del amor, pero
también se pasan momentos de desencuentro, de enojos e incomprensiones.
Cualquiera que se dispone a aprender algo, un idioma, un instrumento o un
deporte, sabe que no todo va a salir la primera vez, que serán necesarios
muchas pruebas y errores para lograrlo. ¿Qué pasaría si ante el primer tropiezo,
desencuentro o fallido, nos decidimos a “soltar”? ¿Podríamos crecer en la vida?
¿Qué sucede cuando ante el miedo a ser posesivos o controladores nos volvemos
indiferentes o poco comprometidos? Creo que todo esto nos recuerda la necesidad
que tenemos todos de “aprender a sostener” para crecer, para cuidar, para
avanzar.
La imagen del bebé en brazos de su madre o padre es
una buena síntesis. Es necesario sostenerlo para brindarle amparo, para
expresarle cariño y para forjar un vínculo que le dará seguridad para toda su
vida. Pero también es necesario soltarlo para no ahogarlo, para que aprenda a
resistir la distancia, para que en el futuro encuentre su propio camino.
¿Cuándo es necesario sostener y cuándo soltar?
Todos estamos continuamente aprendiendo… PW
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