Virgen y
Mártir, 31 de Julio
Martirologio Romano: En la ciudad de Trnava, Eslovaquia, beata Sidonia (Cecilia)
Schelingová, virgen de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de la
Santa Cruz y mártir, que en tiempos difíciles para la Iglesia de su país, con
motivo de proteger a un sacerdote, sufrió mucho de cuerpo y alma, y, contraída
una enfermedad, se mostró testigo alegre y constante de Cristo (1955).
Nació el 24 de diciembre de 1916 en Krivá, en
Orava, región montañosa al noroeste de Eslovaquia. Era la penúltima de once
hijos. Fue bautizada, tres días después, con el nombre de Cecilia. Sus padres,
Pavol y Susana, que formaban una familia muy religiosa, impartieron a todos sus
hijos una ejemplar educación cristiana, fundada en la oración y en el
cumplimiento del deber diario, que para ellos eran los trabajos del campo y los
quehaceres de la casa. Cecilia hizo los estudios de primaria de 1922 a 1930. En
la escuela era diligente y obediente, amable y modesta; siempre estaba
dispuesta a ayudar a los demás. Por eso, todos sus compañeros la amaban.
En 1929 empezaron a colaborar en la parroquia las
Hermanas de la Caridad de la Santa Cruz. En 1931, Cecilia, atraída por el amor
y la entrega de las religiosas, a los quince años, solicitó la admisión en el
convento, decidida a consagrar su vida al amor a Dios y al prójimo. Tanto sus
padres como sus hermanos se alegraron mucho y se sintieron muy orgullosos de su
elección.
En Podunajské Biskupice hizo estudios de enfermería
durante dos años y luego un curso de especialización en radiología. En 1936
entró en el noviciado y el 30 de enero de 1937 emitió la profesión religiosa,
escogiendo como nombre Zdenka.
Destacaba por la intensidad de su oración. Durante
su trabajo se mantenía muy unida a Dios. Se sacrificaba por amor a Dios y a los
demás: era amable con todos y siempre estaba dispuesta a servir. La amistad
espiritual con Jesús marcó su vida religiosa y su trabajo de enfermera.
Inició su trabajo de enfermera en Humenné, ciudad
situada en la parte oriental de Eslovaquia, cerca de Ucrania. En 1942, invitada
por la dirección del hospital del Estado, fue a trabajar a Bratislava, en la
sección de radiología, como ayudante de laboratorio. Se dedicó a los enfermos
con ejemplar generosidad, ternura y competencia, siempre con la sonrisa en los
labios, cuidando especialmente el orden y la limpieza. Para sus compañeras de
trabajo era “modelo de religiosa y de enfermera profesional”.
En 1948, el partido comunista tomó el poder e
inició la persecución contra la Iglesia católica: los obispos y sacerdotes
fueron perseguidos y encarcelados; los laicos sufrieron discriminaciones a
causa de su fe; fueron disueltas las comunidades religiosas y sus miembros
condenados a trabajos forzados.
En esos tiempos de dificultad, sor Zdenka afrontó
el sufrimiento antes que traicionar su conciencia y faltar a la palabra dada a
Cristo y a su Iglesia. En febrero de 1952, con gran valentía, ayudó a huir a un
sacerdote detenido que se encontraba internado en el hospital del Estado para
ser curado de las heridas causadas por las torturas en los interrogatorios.
Después de la fuga del sacerdote, sor Zdenka oró así ante la cruz en la capilla
del hospital: “Jesús, te ofrezco mi vida por la suya. ¡Sálvalo!”.
Fue detenida el 29 de febrero de 1952. Sufrió
crueles interrogatorios, con grandes humillaciones y torturas, hasta que, el 17
de junio, acusada de alta traición, uno de los peores crímenes contra el
Estado, fue condenada a doce años de cárcel y diez años de pérdida de los
derechos civiles.
El 26 de junio de 1952 fue trasladada a la cárcel
de Rimavská Sobota y luego, el 16 de abril de 1953, como castigo por no haber
colaborado con los guardias, a la cárcel de Pardubice, mucho más dura. Su vía
crucis prosiguió por diversas prisiones y hospitales de cárceles, pues a causa
de las torturas se le produjo un tumor maligno en el pecho y se agudizó la
tuberculosis. Hasta los últimos momentos de su vida terrena soportó todos los
sufrimientos con paciencia heroica, con firme determinación, dispuesta a morir
por Dios y por el bien de la Iglesia, y sin ningún rencor con respecto a los que
le habían causado esos sufrimientos. Mientras era golpeada casi hasta la
muerte, susurró: “El perdón es lo más grande de la vida”.
El 7 de abril de 1955, las autoridades políticas,
previendo que le quedaba poco tiempo de vida, para que no muriera en la cárcel,
le concedieron la amnistía. Quedó en libertad el 16 de abril, pero, poco más de
tres meses después, el 31 de julio, moría en Trnava, después de recibir el
viático, a la edad de treinta y ocho años.
Ya inmediatamente después de su muerte, el pueblo
de Dios la consideraba mártir de la fe. Fue beatificada por S.S. Juan Pablo II
el 14 de septiembre de 2003.
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