lunes, 30 de julio de 2018

La religión no es un seguro

El evangelista Juan termina su relato de la multiplicación de los panes con un detalle al que apenas se suele dar importancia, pero que ofrece la clave para evitar una interpretación equivocada de la misión de Jesús.
Las gentes que han comido pan hasta saciarse, al descubrir que Jesús puede resolver sus necesidades sin esfuerzo alguno por su parte, van en su busca para que aquello no acabe. Quieren que Jesús sea el rey que siga solucionando sus problemas. Y es entonces precisamente cuando Jesús desaparece.
La misión de Cristo no es solucionar de manera inmediata los problemas de manutención, bienestar o progreso, que los hombres tienen que resolver utilizando su inteligencia y sus fuerzas. Lo que Jesús ofrece no son soluciones mágicas a los problemas, sino un sentido último y una esperanza que pueden orientar el esfuerzo y la vida entera del ser humano.
Por eso, es una equivocación esperar de Cristo una solución más fácil a los problemas. Es una manera falsa de “hacerlo rey”. Es entonces precisamente cuando el verdadero Cristo desaparece de nuestra vida, pues siempre que tratamos de manipularlo para acceder a un nivel de vida más cómodo, estamos pervirtiendo el cristianismo.
Pocas cosas quedan más lejos del evangelio que esas burdas oraciones al Espíritu Santo, a la Virgen de Fátima o algún santo concreto que, repetidas un determinado número de veces o publicadas en la prensa, aseguran de manera casi automática un premio importante de la lotería, una buena colocación y toda clase de venturas.
Hay, por supuesto, modos más sutiles de manipular la religión. Durante estos últimos años, se va extendiendo en Occidente el recurso a ciertas experiencias religiosas como medio para asegurar el equilibrio síquico de la persona. Ciertamente, la fe encierra una fuerza sanante para el individuo y la sociedad, pero no hemos de confundir la religión con la medicina. Sería degradar la religión utilizarla con fines terapéuticos como si se tratara de uno de tantos remedios útiles.
Como dice muy bien el prestigioso fundador de la logoterapia, V. Frankl, “la religión no es ningún seguro con vistas a una vida tranquila, a una ausencia de conflictos en lo posible o a cualquier otra finalidad psicohigiénica. La religión da al hombre más que la psicoterapia y exige también más de él”.
La religión aporta sentido, libera del vacío interior y la desorientación existencial, ayuda a vivir en la verdad consigo mismo y con los demás, permite integrar la vida desde una esperanza última. Pero esa misma fe nos exige asumir nuestra propia responsabilidad y luchar por una vida más humana, sin dejar la solución de los problemas en manos de Dios. JAP

No hay comentarios.:

Publicar un comentario