Cerca de 130.000 argentinos padecen accidentes
cerebrovasculares (ACV), lo que se traduce en un ACV cada 4 minutos. Si bien en
un tercio de las personas que sufren un ACV los daños pueden ser revertidos en
su totalidad, en otra tercera parte puede causar discapacidades motoras y
cognitivas, mientras que en el restante tercio el desencadenante es la muerte.
A pesar de estas preocupantes estadísticas, gran parte de la gente no sabría
cómo reaccionar ante un ACV.
Así lo reveló una reciente encuesta realizada por
la Fundación para el Estudio de las Neurociencias y la Radiología
Intervencionista (Feneri), que señaló que, a pesar de que la mayoría de las
personas reconoce el dolor de cabeza de presentación súbita e intensa como
signo probable de ACV, un 40% desconocía qué hacer en estos casos.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), 15 millones de personas sufren un ACV por año. Se trata de la segunda
causa de muerte y la primera de discapacidad. Por cada ACV sintomático, se
estima que hay nueve “infartos silentes” que impactan en el nivel cognitivo de
los pacientes.
No es
cuestión de azar
Los ACV son prevenibles y existen factores de
riesgo que inexorablemente aumentan las chances de que se presente. Los dos
principales son la hipertensión arterial (HTA) y, sí, el infaltable cigarrillo,
cada vez más presente en las causas de todos nuestros males.
“Controlar sólo estos dos factores de riesgo
reduciría en un 50% la prevalencia de ACV en todo el mundo”, aseguró el Dr.
Matías Alet, médico neurólogo, miembro del Grupo de Enfermedades
Cerebrovasculares de la Sociedad Neurológica Argentina (SNA).
Además, la hipercolesterolemia, sobrepeso,
antecedentes familiares, frecuencia cardíaca irregular, mala alimentación y el
sedentarismo completan el cuadro de potenciales desencadenantes de un ACV. No
obstante, a pesar de ser prevenible y tratable, “el ACV se posiciona como una
de las enfermedades no transmisibles más importantes”, indicó.
Tal es así que desde la Federación Mundial de
Neurología fue catalogada como la epidemia del siglo XXI.
¿Qué
es?
La interrupción del flujo de sangre a una parte del
cerebro, apenas por unos segundos, genera que no lleguen nutrientes y oxígeno,
lo que ocasiona que las células cerebrales mueran y se produzca un daño
permanente.
Esto ocurre por dos variables. La más frecuente es
que una arteria se “tape” por una placa de colesterol a nivel local o bien por
un coágulo que tiene su origen en el corazón, constituyendo lo que se conoce
como ACV isquémico.
El segundo mecanismo es la ruptura de la arteria
que provoca que la sangre se “desparrame” por el cerebro, construyendo un ACV
hemorrágico, conocido popularmente como “derrame cerebral”.
Estos daños, detectados a tiempo, pueden salvar
vidas y revertir los daños prácticamente en su totalidad. Para esto, es
necesario reconocerlo cuando se presenta.
Reconocer
los síntomas
La Dra. Gabriela Ferretti, médica clínica y
neuróloga, señala que es fundamental identificar los síntomas para actuar con
celeridad.
“Pérdida de memoria transitoria, desorientación,
pérdida de fuerza en una extremidad o de la mitad del cuerpo, acompañada o no
de pérdida de sensibilidad, ceguera de un ojo, visión doble o dificultades para
articular la palabra son los principales indicadores de un ACV”, detalla.
En tanto, subraya que la cefalea de inicio súbito y
de una intensidad que nunca antes se había tenido es un signo cardinal de ACV
hemorrágico.
La Dra. Ferretti señala que, ante la menor
sospecha, existe una serie de acciones que pondrán en evidencia la presencia de
un ACV. Pídale a la persona que:
§ Sonría:
la sonrisa debe ser simétrica.
§ Alce
los brazos juntos con los ojos cerrados. En caso de un ACV no podrá hacerlo.
§ Diga
su nombre o una frase coherente. La dificultad de hablar o coordinar será
clave.
“Ante alguno o varios de estos síntomas, la visita
a la guardia médica debe ser urgente. Es importante que concurra a un centro
asistencial que posea unidad de terapia intensiva y tomografía computada o
resonancia magnética, a fin de poder instaurar un tratamiento más efectivo. Los
minutos de demora en estos casos ‘cuestan cerebro’”, enfatizó la médica
neuróloga.
En el ACV no existen preavisos. Los ataques
aparecen de manera súbita. Y, a pesar de que en algunas ocasiones los síntomas pueden
mejorar en el término de una hora, “esto no significa que no constituye
gravedad, sino, por el contrario, es una forma de aviso que en un nuevo evento
quizá de mayor gravedad pueda sobrevenir”, agregó la Dra. Ferretti.
¿Cómo
se puede prevenir?
El desconocimiento más los malos hábitos son
factores que preocupan e impiden cambiar las variables de esta enfermedad.
No es casualidad, por ejemplo, que en la Argentina
exista un 60% de personas con sobrepeso y que más de 10 millones de personas
sean hipertensas y, de éstas, apenas la mitad esté bajo tratamiento.
La clave para la prevención no radica en fórmulas
mágicas, sino simplemente en adoptar hábitos saludables:
§ Realizar
al menos 30 minutos de ejercicio físico moderado al día.
§ Cuidar
la dieta e incorporar al menos 5 porciones de frutas y verduras.
§ Cuidarse
del sobrepeso.
§ Controlar
los valores de presión arterial.
§ No
fumar.
Siempre la prevención de los factores de riesgo es
la mejor medida para evitar la discapacidad que está enfermedad puede generar. IV-BP
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