El ser humano está ganando, poco a poco y paso a
paso, la lucha contra el cáncer. Así debe comprenderse cuando se observa el
descenso logrado en las últimas décadas en la mortalidad de la inmensa mayoría
de enfermedades oncológicas. Un logro que se explica por los avances alcanzados
en la investigación, que ha dado lugar a tratamientos cada vez más eficaces. Es
el caso, entre otros, de la cirugía, la quimioterapia, la radioterapia, la
inmunoterapia y las ‘novedosas’ terapias génicas.
Sin embargo, todavía es muy elevado el número de
pacientes que, recelosos de estos tratamientos, optan por recurrir a otras
alternativas menos ‘contrastadas’. Se trata de las denominadas
‘pseudoterapias’, cuyos supuestos beneficios residen tan solo en el imaginario
popular dado que nunca han sido demostrados científicamente.
Y no es desdeñable la cifra de personas con tumores
curables que deciden tomar estos tratamientos ‘alternativos’ en detrimento de
la medicina ‘real’. Con consecuencias fatales. Y tampoco el número de casos en
los que se opta por complementar los tratamientos científicamente validados con
los ‘alternativos’.
Sin embargo, parece esta combinación de terapias y
‘pseudoterapias’ no es para nada aconsejable. Y es que como muestra un estudio
dirigido por investigadores del Centro Oncológico de la Universidad de Yale en
New Haven (EEUU), suele tener consecuencias muy nocivas para el paciente y en
ocasiones, letales.
El Dr. James Yu, co-autor de esta investigación
publicada en la revista JAMA Oncology, explica que «los estudios realizados
para hallar por qué los pacientes recurren a tratamientos complementarios ‘no
médicos’ han mostrado que la mayoría de pacientes que recurren a estas
medicinas alternativas complementarias creen firmemente que su empleo mejorará
su supervivencia. Así que lo que hicimos fue revisar los trabajos publicados en
la literatura. Y lo que encontramos es las evidencias para apoyar esta creencia
es muy escasa». Cada vez es mayor el número de pacientes estadounidenses que
recurren a las medicinas complementarias –o lo que es lo mismo, a las
pseudoterapias sin base científica–. Sobre todo pacientes con cáncer. Una
decisión que se ampara en la creencia de que complementar los tratamientos
convencionales con estas pseudoterapias ‘complementarias’ aumentará sus
probabilidades de curación. Todo ello a pesar de que las evidencias sobre la
efectividad de estas pseudoterapias son mínimas, cuando no nulas. Y es que los
que optan por esta combinación creen que el uso de estas terapias
complementarias mejorará su respuesta a los tratamientos convencionales.
En consecuencia, y salvo que en los casos en los
que las pseudoterapias no se utilizan como un complemento, sino como un
sustitutivo de los tratamientos convencionales, ¿qué hay de malo en ello? Los
pacientes ya están tomando los tratamientos prescritos por sus especialistas.
Si de lo que se trata es de ‘reforzarlos’ con otras ‘alternativas’, ¿cuál es el
problema? Pues que esta decisión, lejos de resultar beneficiosa o, incluso,
inocua, puede conllevar su fallecimiento.
En el estudio, los autores siguieron la evolución
durante 10 años de 1.290 pacientes diagnosticados de cáncer de mama, próstata,
pulmón o colorrectal en 2004. Unos pacientes cuyos tumores eran ‘curables’ y
que, en hasta 258 casos, complementaban sus tratamientos oncológicos
convencionales con terapias alternativas –no así los 1.032 restantes–.
¿Y qué pasó? Pues que aquellos que utilizaban las
pseudoterapias, aun en combinación con la medicina real, tenían un riesgo
significativamente superior de fallecer.
Los resultados mostraron que los pacientes que
combinaban las terapias contrastadas y las pseudoterapias, si bien habían
recibido algún tratamiento oncológico convencional, eran mucho más proclives a
rechazar algunos de los tratamientos habitualmente recomendados en la lucha
contra el cáncer, caso de la quimioterapia, la cirugía, la radiación o la
hormonoterapia.
Es decir, recelaban de alguna –o varias– de estas
terapias contrastadas. No así de las medicinas alternativas sin ninguna base científica.
Y como consecuencia de este recelo, o lo que es lo mismo, de negarse a recibir
tratamientos reales, tenían un mayor riesgo de morir.
En definitiva, como indica el Dr. Skyler Johnson,
director de la investigación, «el hecho de que el uso de medicina
complementaria se asocie a un mayor rechazo de los tratamientos probados contra
el cáncer y, por ende, a un mayor riesgo de mortalidad, debería hacer pensar
tanto a los pacientes como a los médicos. Desgraciadamente, hay una gran
confusión sobre el papel de las terapias complementarias. Y es que si bien
pueden ser utilizadas para ayudar a los pacientes que experimentan síntomas
derivados de los tratamientos oncológicos, parece que son comercializadas o
consideradas como tratamientos efectivos contra el cáncer».
«Necesitamos conocer mejor estas fuentes de
desinformación, para que así no les venda a los pacientes unos beneficios
infundados», concluye el Dr. Cary Gross, co-autor de esta investigación. ABC
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