Cogió al niño
y a su madre, y volvió a Israel.
Las
fiestas de Navidad han tenido entre nosotros un carácter entrañable diferente
al de otras fiestas que se suceden a lo largo del año. Estos días navideños se
caracterizan todavía hoy por un clima más familiar y hogareño. Para muchos
siguen siendo una fiesta de reunión y encuentro familiar. Ocasión para reunirse
todos alrededor de una mesa a compartir con gozo el calor del hogar.
Estos
días parecen reforzarse los lazos familiares. Se diría que es más fácil la
reconciliación y el acercamiento entre familiares enfrentados o distantes. Por
otra parte, se recuerda más que nunca la ausencia de los seres queridos muertos
o alejados del hogar.
Sin
embargo, es fácil observar que el clima hogareño de estas fiestas se va
deteriorando cada año más. La fiesta se desplaza fuera del hogar. Los hijos
corren a las salas de fiestas. Las familias se trasladan al restaurante. Se nos
invita ya a «celebrar estas fiestas en Benidorm».
Probablemente
son muchos los factores de diverso orden que explican este cambio social. Pero
hay algo que, en cualquier caso, no hemos de olvidar. Es difícil el encuentro
familiar cuando a lo largo del año no se vive en familia. Incluso, se hace
insoportable cuando no existe un verdadero diálogo entre padres e hijos o
cuando el amor de los esposos se va enfriando.
Todo
ello facilita cada vez más la celebración de estas fiestas fuera del hogar. Es
más fácil la reunión ruidosa de esas cenas superficiales y vacías de un
restaurante. El clima que ahí se crea no obliga a vivir la Navidad con la
hondura humana y cristiana que el marco del hogar parecía exigir. De ahí que
estas fiestas navideñas que, durante tantos años, han reavivado el calor
entrañable del hogar, sean quizás hoy en muchos hogares uno de los momentos más
reveladores del deterioro de la vida familiar.
Pero
la actitud del creyente no puede ser de desaliento. El nacimiento del Señor nos
invita a renacer y trabajar por el nacimiento de un hombre nuevo, una familia
nueva, una sociedad diferente. Estamos pasando de una familia más numerosa,
tradicional, autoritaria y estable, a una familia más reducida, libre,
inestable y conflictiva, pero el hombre siempre necesitará un hogar en donde
pueda crecer como persona. El mismo Hijo de Dios nació y creció en el seno de
una familia. JAP
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