Esos rayos de luz que durante las primeras semanas en cuarentena se colaban
por las ventanas del balcón, cubrían casi todo el patio o iluminaban durante
varias horas las terrazas ya no son, ni tan poderosos ni tan duraderos. Y dependiendo
de la orientación de nuestro hogar, y de cuantos metros cuadrados de aire libre dispongamos,
puede que este invierno quede en la historia como aquel en el casi no vimos el sol. O al menos no de forma directa.
Más allá de lo gratificante que resulta la sensación de ese
calorcito que nos aporta, y que en los meses de frío siempre es bienvenido, su
contacto directo supone otras varias ventajas para la salud que esta
temporada nos estamos perdiendo. En efecto, es probable que con el
confinamiento un alto porcentaje de la población presente niveles disminuidos
de vitamina D.
“Ya que su fuente principal es la síntesis en piel por efecto de la exposición a la
radiación ultravioleta (UV) del sol, actualmente sumamos dos factores de
riesgo: estar recluidos desde el mes de marzo, con menor exposición solar, y,
además, que la radiación UV del sol disminuye sustancialmente en otoño e
invierno, llegando solo al 20-25% de la que hay en verano en la
ciudad. Por lo tanto, sintetizamos poca vitamina D”, detalla la Dra. Beatriz
Oliveri, médica osteóloga y directora asociada de Mautalen Salud e
Investigación.
Este complemento es fundamental para la salud del esqueleto en
todas las etapas de la vida, desde el desarrollo fetal hasta la tercera edad:
Participa en la prevención de osteoporosis y favorece la absorción del calcio
de los alimentos y la adecuada mineralización de los huesos. Optimiza la
función muscular con disminución
del riesgo de caídas y de
fracturas, por lo que la deficiencia severa ocasiona raquitismo en los niños y
osteomalacia en adultos. No obstante, por encima de los efectos generales que
esta disminución puede ocasionar, hay grupos que pueden tener un riesgo
aumentado de deficiencia de vitamina D, destacándose el de los adultos mayores, ya
que con el envejecimiento disminuye la capacidad de sintetizarla en la piel a una
tercera parte de lo que ocurre en edades más tempranas y medias.
“En estudios realizados en la Ciudad de Buenos Aires al final del
invierno, observamos que entre 65% y 80% de los adultos mayores de 65 años que
no recibían vitamina D, presentaban deficiencia, una prevalencia que aumentaba
al 85-95% en aquellos institucionalizados en geriátricos”, cuenta Oliveri. Y
ofrece más datos.
“También medimos los niveles en mujeres posmenopáusicas que
consultaron para conocer su salud ósea, y si requerían tratamiento para
osteopenia y/u osteoporosis, y se observó deficiencia de vitamina D en el 48% a
65 % de los casos”.
¿Una dieta rica en vitamina D?
Obtener de la alimentación lo que el sol no puede ofrecernos durante la temporada
invernal, es un recurso limitado. Hay muy pocos alimentos que contienen
vitamina D: los pescados grasos (salmón, arenque y atún), huevos, hongos y los
fortificados como los lácteos enriquecidos. Entonces, ¿cómo cubrimos esa falta?
Según la especialista, la herramienta disponible para alcanzar niveles
adecuados es la
suplementación.
“Es ideal medir los niveles de vitamina D circulantes antes de
comenzar la suplementación. El médico es el que tiene que decidir la dosis y
forma de administración”, advierte Olivera, dejando en claro que este
complemento no debe administrarse sin la supervisión de un profesional, en
parte, porque si se ingieren dosis excesivas sin control, se puede provocar intoxicación.
¿Influencia sobre el Covid-19?
La vitamina D también participa en la regulación de numerosos
tejidos y órganos para la salud general, lo que se conoce como acciones
extra-esqueléticas. En estudios epidemiológicos, se observó que su deficiencia
está asociada a una mayor prevalencia de enfermedades infecciosas (tuberculosis, enfermedades
respiratorias, virales), autoinmunes (artritis reumatoidea,
esclerosis múltiple), cardiovasculares, hipertensión, algunos cánceres (colorrectal), diabetes e, incluso,
con el aumento de la mortalidad.
Frente a sus múltiples campos de acción, esta vitamina también
se relacionó con una mejora de los síntomas que provoca el nuevo coronavirus
Covid-19, siguiendo su patrón de funcionamiento sobre otras enfermedades
respiratorias como el resfrío y la gripe.
“La vitamina D no es un
tratamiento para el COVID-19, pero
algunas de sus acciones, fundamentalmente las extra-esqueléticas, podrían ser
positivas para enfrentar la patología porque preserva la integridad del
epitelio respiratorio, regula la respuesta inmunitaria con efecto
antimicrobiano y previene la respuesta inflamatoria excesiva”, enumera
Olivera.
Sin embargo, este efecto positivo aun se encuentra en tela de
juicio con varios estudios abiertos sobre el tema, así como el incremento en la
venta de esta vitamina en los últimos meses, en la búsqueda de reforzar
el sistema inmunológico.
La idea de que los niveles de vitamina D podrían influir en el
riesgo de contraer COVID-19 ha suscitado un debate entre los expertos y ha
llevado a los investigadores de Harvard y otras universidades a iniciar ensayos
aleatorios para examinar si existe un vínculo.
Pero hasta ahora, la mayoría de las pruebas de la afirmación
provienen de estudios de observación que no prueban la causalidad.
Y los expertos están instando a la gente a ser cautelosos a la hora de engullir
altas dosis de suplementos con la esperanza de obtener beneficios que pueden no
existir.
“Es interesante señalar que grupos de riesgo para COVID-19 como los
adultos mayores u obesos presentan alta prevalencia de su deficiencia. Y otros
grupos de riesgo, como hipertensos, diabéticos, pacientes con afecciones
cardiovasculares, exhiben mayor prevalencia de estas patologías ante una falta
de esta sustancia”, observa la Dra. Olivera.
Pero una vez, los múltiples estudios que se están llevando a cabo,
no avalan por completo la relación entre el déficit de vitamina D y el riesgo
aumentado de contagio de Covid-19.
“Las personas con un nivel bajo de vitamina D tienen un mayor
riesgo de infección por COVID, pero parece que esto se explica por otros
factores de riesgo y no por la vitamina D en sí misma. Nuestros hallazgos no apoyan una
relación entre la concentración de vitamina D y el riesgo de infección por
COVID-19”, mencionó la Dra. Claire Hastie, investigadora asociada de salud
pública de la Universidad de Glasgow y primera autora de uno de los dos
estudios sobre el tema, publicado en la revista Diabetes & Metabolic
Syndrome.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario