El liderazgo
autoritario alienta la resonancia toda vez que elimina el temor proporcionando
una dirección clara en situaciones críticas, pero el impacto sobre el clima es
muy negativo, porque suele aplicarse de un modo inadecuado.
En qué casos resulta apropiado: Cuando se requiere realizar un cambio muy rápido o con trabajadores
conflictivos.
¿Cómo
es el estilo de liderazgo autoritario, en ocasiones llamado coercitivo?
Este tipo de líderes
se atiene al lema “¡hazlo porque lo digo yo!” y exige que sus subordinados
acaten incondicionalmente sus órdenes, sin molestarse en explicar las razones
y, en caso de no hacerlo, no duda en recurrir a las amenazas.
Son líderes que no
suelen delegar autoridad, sino que tratan de controlarlo y supervisarlo
escrupulosamente todo. En consecuencia, el ‘feedback’ que proporcionan sobre el
rendimiento si es que tiene lugar, se centra inevitable y exclusivamente en lo
que se ha hecho mal.
En pocas palabras, el estilo coercitivo es el
más adecuado para… alentar la disonancia. No resulta sorprendente que, según
los datos de que se dispone hasta el momento, este enfoque sea el menos eficaz
de todos.
Efectos
sobre el clima emocional de una organización
Si tenemos en cuenta
que el contagio emocional se difunde más rápidamente en dirección descendente
(es decir desde el jefe hasta los subordinados), quedará patente que este tipo
de líder intoxica el estado de ánimo y enrarece el clima emocional de cualquier
organización.
El líder autoritario
rara vez utiliza la alabanza y no duda en criticar abiertamente a sus
subordinados, con lo cual erosiona tanto su estado de ánimo como el orgullo y
satisfacción con que viven su trabajo los trabajadores ‘estrella’. Por eso este tipo de líder desaprovecha una de las
herramientas fundamentales del liderazgo y, con ella, la capacidad de
transmitir a sus empleados la comprensión clara del lugar que ocupa su misión
en el objetivo compartido. En tal caso,
el empleado se siente tan poco comprometido y alienado que no deja de
preguntarse: ¿A quién diablos puede importarle lo que yo haga?
A pesar de sus muchos
efectos negativos, el mundo empresarial moderno está lleno de líderes
autoritarios, un legado de las viejas jerarquías de dominio y control típicas
de las empresas del siglo pasado, organizaciones que adoptaban un modelo de
liderazgo militar.
Pero, aunque eso
parezca muy apropiado para el campo de batalla, hay que señalar que hasta las
organizaciones militares de hoy en día, suelen compensar la modalidad
autoritaria con otros estilos que alientan el compromiso, el espíritu de cuerpo
y el trabajo en equipo.
En la mayoría de las
organizaciones modernas, el “¡hazlo porque yo te lo ordeno!” se ha convertido
en una especie de reliquia de otras épocas.
El
ámbito de aplicación del estilo autoritario
A pesar de sus
manifiestas secuelas negativas, el estilo autoritario puede ocupar un lugar
importante, adecuadamente utilizado, en el repertorio de recursos del líder
emocionalmente inteligente.
Debemos
señalar, es este sentido, que el estilo coercitivo resulta muy útil en aquellos
casos en que el líder debe poner en marcha una empresa o cuando se ve obligado
a cambiar los hábitos de una organización que atraviesa una situación crítica.
Lo mismo sucede
cuando hay que afrontar alguna emergencia, como un incendio, la proximidad de
un huracán o amenaza de un acto hostil, situaciones, todas ellas, en que el
líder puede proporcionar una orientación clara en medio del caos.
Este estilo también
se revela útil cuando han fracasado las demás tentativas de tratar con
empleados problemáticos.
Las
competencias fundamentales del estilo autoritario
El uso adecuado de
este estilo se sirve de tres competencias fundamentales de la inteligencia
emocional: la influencia, el logro y la iniciativa. Y, al igual que ocurre con
la modalidad Timonel, también requiere de la conciencia de uno mismo, el
autocontrol emocional y la empatía necesarias para evitar que las cosas se
salgan de contexto.
En el líder
autoritario, la motivación de logro conlleva la capacidad de ejercer un
liderazgo firme y claro con la intención de mejorar los resultados.
La iniciativa, por su
parte, no sólo implica la capacidad de aprovechar las oportunidades, sino
también de ‘saber mandar’ (es decir, la resolución necesaria para dar órdenes
sin detenerse a ponderar un determinado curso de acción) y saber dar los pasos
necesarios para conseguir enderezar las cosas antes de que se salgan de su
cauce.
Pero es muy probable
que la competencia más importante para el buen uso de este estilo radique en el
autocontrol emocional, una competencia que permite que el líder contenga su
enojo o su impaciencia y los canalice adecuadamente para llamar la atención de
sus subordinados y movilizarlos hacia el cambio o hacia el logro de los
objetivos precisos.
Pero el principal
peligro que acecha al líder coercitivo se asienta en la falta de conciencia de
sí mismo, que impide el autocontrol emocional. Y
es que los líderes que no saben gestionar adecuadamente su enojo y lo expresan
con aversión o desprecio, suelen provocar un efecto devastador en el estado de
ánimo de sus subordinados.
Lo peor de todo, sin
embargo, tiene lugar cuando el ataque descontrolado del líder autoritario va de
la mano de la falta de empatía, en cuyo caso entra en una espiral frenética que
le lleva a impartir orden tras orden, sin tener en cuenta, en una suerte de
sordera emocional, las reacciones de sus subordinados.
Parafraseando a
Aristóteles, el uso adecuado del estilo autoritario requiere que el líder “se
enfade con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno y
por la razón correcta”.
Así pues, el estilo
autoritario sólo debe usarse con suma cautela y en aquellos casos en que
resulte absolutamente imprescindible, como sucede en situaciones críticas o
bajo amenaza.
Cuando el líder sabe
el momento en que debe utilizar y dejar de utilizar, la mano dura, la firmeza
puede resultar sumamente interesante pero, cuando su única herramienta es un
martillo, andará dando martillazos a diestra y siniestra. JMF
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