Una de las actividades sociales más comunes y ordinarias en
nuestra vida es la de beber. Lo hacemos en diversas ocasiones y por diversos
motivos. Brindamos por la salud y la felicidad de los recién casados, por el
éxito en un negocio o la apertura de una nueva empresa, por el hecho de
encontrarnos reunidos en familias o con amigos. Por el gusto de acompañar con
un buen vino una buena comida. Para relajarnos y pasar un momento agradable en
un antro o en casa.
¿Es malo beber bebidas alcohólicas?
Diversas religiones y en diversos momentos históricos han
hablado sobre el tema. Así, los protestantes fundamentalistas de los Estados
Unidos lo tenían como uno de los pecados más graves y actualmente los
musulmanes lo consideran como una desobediencia grande al Corán. Basta recordar
que el castigo reservado a los que beben bebidas alcohólicas es el de recibir
80 latigazos.
¿Qué decimos nosotros los católicos? ¿Es pecado beber? ¿Es pecado
emborracharse? ¿Hasta dónde puedo beber sin ofender a Dios?
La satisfacción de los sentidos nunca ha sido considerada
como pecado en la moral católica. No se trata de discriminar o condenar el
cuerpo, que con el alma espiritual constituye la naturaleza del hombre y su
subjetividad personal. Se trata más bien de conocer los medios por los cuales
el cuerpo puede subsistir, desarrollarse y ayudar a la consecución del bien
integral de la persona.
No se condena el uso, sino el abuso. Podemos comer hasta
saciar nuestro apetito. De ello se seguirá una buena salud que nos permitirá
cumplir con nuestros deberes y llevar una vida sana. Se condena el abuso en la
comida, el pecado de la gula, de la glotonería, que es comer más allá de las propias
posibilidades, más allá de lo que es necesario para la subsistencia. No se
condena el sexo, sino su uso fuera de los fines y de los ámbitos para los
cuales Dios lo ha ideado. La embriaguez o borrachera es opuesta al amor a uno
mismo, ya que la privación momentánea del uso de la razón no se justifica por
experimentar los placeres de la bebida. Es cierto que por motivos de salud se
justifica la privación voluntaria del uso de la razón, como en el caso de la
anestesia para una intervención quirúrgica, pero nunca para experimentar un
placer, como lo es en el caso del alcohol.
Beber para pasar un rato agradable con los amigos, para
degustar una buena comida, para celebrar un acontecimiento feliz nunca será
pecado. Su abuso es lo que constituye una ofensa a Dios. ¿Podemos establecer un
límite y saber con precisión hasta dónde es pecado y hasta dónde no lo es? Las
palabras claves en este caso son las de la privación voluntaria del uso de la
razón. Cuando después de beber se experimentan los síntomas de la pérdida de la
razón, entonces podemos hablar de pecado. ¿Cuáles son esos síntomas de la
privación del uso de la razón? Pueden ser el no recordar cuanto se hizo o se
dijo bajo los efectos del alcohol, o bien el realizar o decir cosas inusuales o
que no haríamos en un estado normal.
¿Ponerse ‘alegre’ será una manifestación de embriaguez y por
lo tanto un síntoma de que se ha cometido pecado? ¿Cantar para quien no lo
acostumbra es signo de que se ha pecado? La variedad de comportamientos que se
pueden manifestar es enorme y querer trazar una línea divisoria entre lo que es
pecado y lo que no es no corresponde a las intenciones de este artículo. Cada
uno se irá conociendo, se irá midiendo y sabrá controlarse y tomar hasta el
punto que su conciencia le dicte.
¿Una medida o una recomendación en el momento de beber? Bebe
en la medida que tu comportamiento te permita seguir amando a Dios. Bebe, sí,
como si tuvieras a Cristo como anfitrión y no te avergonzaras en ningún momento
de presentarte ante Él. GSG
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