Obispo, 07 de
Agosto
Elogio:
En Rouen, también en la Galia, san
Victricio, obispo, que, todavía soldado, en tiempo del emperador Juliano
abandonó el ejército para seguir a Cristo, por lo cual fue sometido, por orden
del tribuno, a muchas torturas y condenado a muerte. Logró, no obstante, alcanzar
la libertad y, tras ser consagrado obispo, llevó a la fe cristiana a los
feroces pueblos de los morinos y de los nervios, en la Galia del norte.
Entre los
grandes obispos de la Iglesia occidental en el siglo IV, se distinguieron tres
prelados de las Galias: san Hilario de Poitiers, san Martín de Tours y san
Victricio de Rouen. Este último tiene menor fama porque poseemos menos datos
acerca de él, en tanto que existen numerosos documentos sobre la vida de los
otros dos. Probablemente nació no lejos de Scheldt hacia el año 330. Su padre,
o uno de sus próximos ancestros, había sido soldado de la legión romana llamada
«Victrix». Nada sabemos acerca de sus primeros años, pero sí que a los
diecisiete ingresó en el ejército, y poco después se convirtió al cristianismo.
En aquella época, la Iglesia no había decidido todavía la legitimidad de la
carrera militar y no faltaban hombres buenos y sabios que pensaban que un
cristiano no tenía derecho a abrazar la carrera de las armas. Así pues, san
Victricio las depuso durante un desfile militar y renunció a la carrera (cf.
san Martín de Tours, quien se vio en las mismas circunstancias). Como su
período de servicio no había terminado, el tribuno consideró el gesto de
Victricio como una falta de disciplina y le mandó azotar. Como permaneció
inconmovible durante el castigo, el tribuno apeló al «comes» (conde), quien le
condenó a muerte por deserción. San Paulino de Nola afirma en una de sus cartas
que una intervención milagrosa del cielo impidió la ejecución de la sentencia.
En todo caso, Victricio y otros soldados cristianos fueron dados de baja del
ejército y se los puso en libertad.
A este
acontecimiento sigue una laguna en nuestro conocimiento de la vida del santo.
Cuando volvemos a encontrarle, era ya obispo de Rouen. Debió ser elegido hacia
el año 386. En su diócesis había aún muchos gentiles. El obispo trabajó
celosamente por su conversión e introdujo en Rouen la vida monástica, que
todavía no estaba muy organizada por aquella época en las Galias. Los monjes y
monjas de san Victricio eran un «grupo de ascetas, enflaquecidos por la
penitencia» y un «coro de vírgenes, cuya vida es a los ojos de Dios todavía más
espléndida de lo que parece ruda a los ojos del mundo». San Ambrosio regaló a
san Victricio muchas reliquias de santos que el pueblo de Rouen recibió en
solemne procesión, para depositarlas en un santuario. A propósito de la
traslación de esas reliquias, san Victricio predicó o escribió su tratado
«Sobre la alabanza de los santos», que es a la vez un panegírico y una tesis
sobre su culto. Desde el punto de vista literario, dicho tratado es
particularmente interesante para el estudio del «cursus» rítmico. El santo
obispo fundó varias parroquias rurales, que en aquella época eran casi una
novedad. Sin embargo, la conversión de los campesinos paganos fue muy lenta y
duró todavía dos siglos. San Victricio predicó en el Artois, en el occidente de
Flandes, en Hainault y en Brabante. Pero lo más importante de su obra fue la
fundación de centros monásticos, que los bárbaros destruyeron en las invasiones
del siglo V. La fama de la prudencia y santidad de san Victricio llegó hasta
Inglaterra y, el año 396, el santo fue a ese país, a petición de algunos
prelados, para zanjar las diferencias que existían entre ellos. Ignoramos sobre
qué versaban tales diferencias; lo cierto es que según su propia expresión, san
Victricio «hizo todo lo que pudo, aunque no tal vez todo lo que de él se
esperaba... Inspiré a los sabios el amor de la paz, lo enseñé a quienes eran
capaces de comprenderlo, lo expliqué a los ignorantes y lo expuse a los
obstinados, con insistencia oportuna e importuna...»
Hacia el fin
de su vida, san Victricio fue acusado de herejía, e hizo un viaje a Roma para
defenderse. Consiguió sin dificultad probar su inocencia y recibió del Papa san
Inocencio I, el año 404, una famosa carta decretal sobre cuestiones
disciplinarias; en ella hablaba el Pontífice de la costumbre de que los obispos
refiriesen a la Santa Sede las causas más importantes. No sabemos con exactitud
en qué año murió san Victricio.
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