En aquel
tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Así como Moisés levantó la serpiente en el
desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que
crea en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a
su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el
mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no
cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios. La causa
de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres
prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que
hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se
descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la
luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.
Cultura Bíblica
Un tema que
causó muchas discusiones durante la segunda mitad del siglo pasado fue el de la
cruz como signo de salvación. Muchas
personas opinaban que el mejor signo del cristianismo no era la cruz, sino la
resurrección del Señor; sin embargo, la tradición de la comunidad
cristiana a lo largo de toda su historia le ha dado el lugar central como signo
de salvación a la crucifixión de Cristo.
El texto nos muestra que la cruz no fue el primer signo difícil de
comprender, pues ya en el Antiguo Testamento, Dios le había pedido a Moisés que
levantara una serpiente sobre un palo y quien viera esta serpiente no moriría
si era mordido por una serpiente. Así como la cruz fue usada por los romanos
como instrumento de castigo, las serpientes en el caminar de Israel por el
desierto fueron ocupadas por Dios para castigar la idolatría del pueblo (cfr. Nm 21,4-9).
En este pasaje de san Juan, Jesús no pone el acento en el símbolo de
tortura o castigo sino en el ser levantado a lo alto. Para poder
apreciar esto es importante recordar que se trata de un diálogo entre Jesús y
Nicodemo. Al inicio de este diálogo Jesús pide a Nicodemo nacer de nuevo, y lo
explica diciéndole que es necesario nacer de lo alto, nacer del agua y del
espíritu. La comunidad cristiana ha interpretado este texto como un discurso referido
al sacramento del Bautismo, donde el signo del agua hace evidente que somos
vivificados por el Espíritu Santo. A lo alto y al cielo, que es el lugar de
Dios, se opone este mundo, el cual no puede acceder al Reino de Dios por sí
solo.
Así pues, la cruz
es un medio que tiene doble significación; para este mundo es un castigo, una
tortura, un abajamiento hasta el último de los peldaños sociales. En
cambio, para Jesucristo es el
camino de exaltación, la vía de glorificación para llegar hasta el Padre.
Así como
nosotros en el presente, trataríamos de evitar ser crucificados, los cristianos de todos los tiempos han visto
la cruz como instrumento de dolor, pero también reconocen la interpretación que
Cristo le dio, a saber, elevarnos de este mundo para llegar al Padre.
San Pablo ya lo decía (Col 2,12) “en
el Bautismo hemos sido sepultados con Cristo para resucitar con Cristo”.
O como el mismo
Señor lo dice en el mismo evangelio de San Juan: “si el grano de trigo no cae
en la tierra y muere, permanece solo, pero si muere dará mucho fruto” (Jn 12,24). SM
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