Fue capturado casi inmediatamente, y sometido a juicio por ordenación en el extranjero, y todos los cargos que constituían en conjunto el de «alta traición» a la Reina. En el juicio le fue ofrecida, como de costumbre, la vida y la libertad si renegaba del catolicismo y volvía a abrazar el protestantismo, y en un primer momento aceptó, recuperó su libertad y huyó a Salisbury. Pero siguió siendo católico, y en agosto fue recapturado, gracias al celo del obispo protestante, que buscó católicos en las casas en la víspera de la Asunción (cuando era más probable que se reunieran a celebrar). Por segunda vez Hambley renegó de la fe para librarse de la muerte, y en esta ocasión incluso dio datos de otros católicos.
Sin embargo siguió siendo católico y celebrando los sacramentos, por lo que fue capturado por tercera vez al año siguiente, en 1587, pero esta vez, cuando le fue ofrecida la gracia si renegaba, pareció aceptar, pero al día siguiente mostró su arrepentimiento por las caídas anteriores y aceptó sufrir virilmente por la fe. Parece que resultó un puntal de este arrepentimiento la convivencia en prisión con el beato Tomás Pilchard.
No se sabe en qué fecha concreta murió del año 1587, ni el lugar de su padecimiento, que se cree que fue Salisbury. El Martirologio Romano lo inscribe el 29 de marzo.
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