Son conocidas como malas palabras, groserías, palabras altisonantes,
leperadas, vulgaridades, insultos y en algunos lugares como carnes. Son
diferentes formas de dar a conocer aquella palabra que señala de manera
despectiva un acto, persona o cosa. Con frecuencia la mala palabra se refiere a
la sexualidad, a los progenitores, apariencia, discapacidades físicas o a las
capacidades mentales de la persona.
Lo ofensivo también puede estar en la intensión, con esto no excuso a los
que se amparan en la formula graciosa y se justifican con ella. Al decir
intensión es en el concepto que se tiene en dicho lugar una palabra de uso
común ya sea para un país, una cultura. Es muy común en los países de Latinoamérica
que tienen un mismo idioma tener diferentes acepciones de una palabra, pero con
un sentido en ocasiones antagónico.
Las malas palabras no deben ser utilizadas de ninguna manera. Cierto es que
muchas veces pueden salir cuando la persona se encuentra irritada y no tiene
dominio de sí. Cuando esto suceda hay que dejar pasar el tiempo para que se
calmen los ánimos y pedir perdón. Este tipo de palabras regularmente son
pronunciadas por complejo o para llamar la atención. En cualquiera de los casos un cristiano
nunca debe mencionarlas. Hace poco una persona me escribió contando que
un integrante de la Iglesia había dicho que él era de mente abierta y no era
escrupuloso, por lo mismo pedía que los demás fueran de amplio criterio para no
juzgarlo a la ligera, ya que el caso ameritaba decir esas palabrotas. No hay
ningún caso que amerite decir, ni pensar palabrotas, porque somos hijos de Dios
y debemos comportarnos como tal. La Biblia dice: «El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el
hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que
abunda en su corazón habla su boca» (Lc. 6, 45).
Las groserías siempre se aprenden en un lugar y con un tipo de personas. Lo
importante es ser sabio y buscar la forma de cambiar el ambiente para que este
no te cambie. «Los malos compañeros echan a
perder las buenas costumbres» (1 Cor. 15, 33).
A continuación quiero decir un discurso tomado literalmente de la Palabra
de Dios. Alguien podrá decir, es que el padrecito ya no quiere que
digamos malas palabras, pero no es que yo no quiera, Dios es quien lo señala en
su Palabra. Las siguientes citas bíblicas son claras y sencillas.
«Ustedes deben portarse como corresponde al pueblo santo: ni siquiera
hablen de la inmoralidad sexual ni de ninguna otra clase de impureza o de
avaricia. No digan indecencias ni tonterías ni vulgaridades, porque estas cosas
no convienen; más bien alaben a Dios» (Ef. 5, 3-4).
«Su conversación debe ser siempre agradable y de buen gusto, y deben saber también
cómo contestar a cada uno» (Col. 4, 6).
«No digan malas palabras, sino sólo palabras buenas que edifiquen la
comunidad y traigan beneficios a quienes las escuchen» (Ef. 4, 29).
«Pero ahora dejen todo eso: el enojo, la pasión, la maldad, los insultos y
las palabras indecentes» (Col. 3, 8).
«Deben renovarse espiritualmente en su manera de juzgar, y revestirse de la
nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se distingue por una vida recta
y pura, basada en la verdad» (Ef. 4, 23-24).
«Y yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de
cualquier palabra inútil que hayan pronunciado. Pues por tus propias palabras
serás juzgado, y declarado inocente o culpable» (Mt. 12, 36-37).
Como ya hemos visto en la Palabra de Dios, encontramos corrección a nuestra
manera desviada de actuar. Seamos coherentes y busquemos siempre actuar como
hijos de Dios. MLZ
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