Son depósitos sólidos de
minerales y sales ácidas que se agrupan en la orina concentrada. Pueden ser
dolorosos cuando pasan por el tracto urinario, pero no suelen ocasionar daños
permanentes.
Un cálculo renal, también
conocido como piedra en el riñón o litiasis renal, es una masa sólida que se
forma en este órgano del cuerpo cuando las partículas -minerales o sales
ácidas- que nuestra orina contiene y que habitualmente van disueltas se
cristalizan. Estas masas pueden quedarse ahí o desplazarse hasta el uréter y,
normalmente, aunque no siempre, se expulsan al orinar. En caso contrario,
pueden provocar problemas como dificultad para expulsar la orina y dolor. Sus
dimensiones pueden ser milimétricas, desde las conocidas popularmente como
‘arenillas’ hasta alcanzar varios centímetros. Suelen mostrar un color marrón o
amarillento, de contornos más o menos lisos y regulares, o también ser
irregulares. Puede existir uno o varios cálculos renales al mismo tiempo.
Una de cada diez personas sufrirá un cálculo renal
Se trata de una enfermedad
bastante común. De hecho, según la Asociación Española de Urología (AEU), una
de cada diez personas sufrirá un cálculo renal en algún momento de su vida. Normalmente,
la incidencia aumenta después de los 20 años y es máxima entre los 40 y los 60,
especialmente en los hombres. En las mujeres, también se produce un segundo
pico de incidencia a partir de los 60 años. En general, afecta más a los
varones que a las mujeres, en una proporción aproximadamente de dos a uno,
aunque esta diferencia parece estar reduciéndose en los últimos años.
Los de calcio, los cálculos más comunes
Existen, principalmente,
cuatro tipos de piedras o cálculos renales:
Cálculos de calcio: son los
más comunes (representan entre un 60-80% de todos). El calcio que nuestro
organismo no usa se dirige a los riñones, donde es retenido y puede combinarse
con sustancias como el oxalato –presente en alimentos como las espinacas o los
suplementos de vitamina C- para formar el cálculo. El fosfato y el carbonato
son otras de las sustancias con las que a veces se combina el calcio, y hasta
un 40% de los cálculos de calcio son de composición mixta.
Cálculos de estruvita: entre un 5-15%
de los cálculos son de este tipo. Resultan más frecuentes en mujeres y, a
menudo, son producto de infecciones repetidas o crónicas en el sistema
urinario. Pueden alcanzar un gran tamaño y obstruir el riñón, los uréteres o la
vejiga.
Cálculos de ácido úrico: del 5% al
10% de los cálculos. Más habituales en las personas que ingieren mucha carne,
mariscos y pescado y también pueden aparecer en casos en los que la orina
contiene una cantidad excesiva de este ácido, como en pacientes con gota, con
trastornos de la sangre, en tratamiento con quimioterapia o que han sufrido
pérdidas rápidas de peso, entre otros casos.
Cálculos de cistina: un 1% de
las piedras renales tienen esta composición. Afectan a ambos sexos, aunque son
poco frecuentes y están provocados por un trastorno genético llamado
cistinuria. Este lleva a los riñones a volcar en la orina demasiada cantidad de
cisteína, un aminoácido presente en los músculos, los nervios y otras partes
del cuerpo.
La dieta y la herencia familiar, factores de riesgo
Diversos factores pueden
influir en la aparición de los cálculos renales:
Tener antecedentes familiares:
es más probable que desarrollemos cálculos si un familiar nuestro los ha
sufrido antes. De hecho, según algunos expertos, esta condición multiplica por
tres el riesgo de padecerlos.
La dieta: una alimentación
rica en grasas, azúcares y proteínas animales y la ingesta de cantidades
elevadas de sodio (sal) aumentan el riesgo de sufrir cálculos de calcio.
La cantidad de líquido que se
ingiere: la deshidratación puede provocar que la orina sea demasiado
concentrada, lo que, a su vez, favorece la formación de cristales.
Trastornos metabólicos
derivados de algunas enfermedades genéticas, como la cistinuria, hiperoxaluria
primaria o la fibrosis quística -entre otras-, en las que las concentraciones
de sustancias en la orina se ven alteradas y ello produce la formación de
cálculos.
Las infecciones del tracto
urinario y algunos trastornos renales: por ejemplo, enfermedades quísticas del
riñón, nefrocalcinosis (exceso de calcio en este órgano), defectos de
nacimiento como el riñón con médula en esponja o en herradura, etc.
Anomalías en las vías
urinarias (estrechamiento, dilatación, padecer una obstrucción en la unión del
uréter con el riñón…): estas anomalías obstruyen el flujo urinario y crean
áreas donde la orina se estanca, lo que facilita la formación de cálculos.
Otras enfermedades: la gota,
afecciones de las glándulas tiroideas o paratiroideas u otras de carácter
gastrointestinal como la Enfermedad de Crohn, entre otras, aumentan también el
riesgo de padecer piedras. La obesidad, la diabetes mellitus o la hipertensión
arterial son factores de riesgo que favorecen su aparición.
La ingesta de algunos
medicamentos también puede influir en la aparición de piedras en el riñón de
diferentes composiciones. No obstante, en la mayoría de las ocasiones, tras la
aparición de los cálculos, no se identifica una enfermedad de base subyacente.
Síntomas y signos
Los síntomas y signos de los
cálculos renales pueden variar en función de factores como el tamaño y la
localización de la piedra. Los más comunes son:
·
Dolor intenso (cólico renal): se produce cuando la piedra bloquea el
flujo de la orina a través del uréter. Suele tratarse de un dolor agudo en la
zona lumbar y el costado, que puede irradiarse a la ingle, el muslo o los
genitales. Este dolor es descrito a menudo como una de las experiencias más
dolorosas, incluso más que dar a luz.
·
Sangre en la orina.
·
Náuseas y vómitos.
·
Orina con mal olor o aspecto turbio.
·
Dolor al orinar.
·
Fiebre y/o escalofríos.
·
Infecciones de orina.
Si los cálculos son pequeños o
no llegan a bloquear el flujo de la orina, pueden no producir síntomas.
Desde los antiinflamatorios a la cirugía
De acuerdo con la Asociación
Europea de Urología (EAU), hay un 95% de probabilidades de eliminar una piedra
pequeña en las seis semanas siguientes a sufrir un cólico renal. Para ello,
existen varios tipos de tratamientos:
Tradicionalmente, se viene
recomendando que, en caso de piedras de poco tamaño o en las asintomáticas, se
deben beber de seis a ocho vasos de agua al día para aumentar la cantidad de
orina y ayudar a expulsar el cálculo. Sin embargo, otras fuentes actuales
recomiendan evitar una excesiva hidratación en la fase aguda del cólico, porque
podría empeorar los síntomas y no existe una evidencia clara de que la
sobrehidratación disminuya los tiempos de expulsión de la piedra. La aplicación
de calor local es también útil como tratamiento complementario para aliviar el
dolor y las náuseas.
En el caso de dolores fuertes,
es necesario ingerir fármacos antiinflamatorios no esteroideos (AINES) como el
diclofenaco. En algunos casos, pueden ser necesarios analgésicos diferentes o,
incluso, la hospitalización. También existen otros medicamentos que se utilizan
para el tratamiento del cálculo, favoreciendo su expulsión o su disolución.
Si los medicamentos no
funcionan y los síntomas persisten, se precisa un tratamiento activo para la
retirada de la piedra de la vía urinaria y permitir el adecuado flujo de orina,
ya que el cálculo renal puede causar infección renal y daño permanente del
órgano o complicaciones muy graves. A este tipo de tratamientos pertenecen los
que consisten en fragmentar la piedra en trocitos muy pequeños o directamente
atraparla entera a través del uréter. Para piedras de gran tamaño y/o de
difícil acceso no abordables por las técnicas anteriores, se requiere cirugía.
Diez recomendaciones para prevenir los cálculos renales
Las siguientes pautas de
estilo de vida pueden ayudar a evitar la aparición de piedras en el riñón,
sobre todo en las personas con mayores probabilidades de desarrollarlas:
1. Bebe diariamente de 2,5 a 3
litros de agua. Hazlo de manera regular a lo largo del día, sobre todo si
vives en un clima caluroso o realizas mucho ejercicio físico. Opta por bebidas
de pH neutro como el agua o la leche.
2. Limita la ingesta de
refrescos. Estos productos presentan un alto contenido en ácido fosfórico,
que puede contribuir a la formación de cálculos.
3. Intenta evitar el
alcohol. Aparte de no ser recomendable para la salud, puede favorecer
también la aparición de gota, que es un factor predisponente para la aparición
de cálculos renales.
4. Mantente alerta con el
calcio. Asegúrate de que tu organismo recibe al menos un aporte de mil
miligramos al día, pero consulta al profesional sanitario antes de tomar
suplementos.
5. No abuses de la
sal. Dado que los cálculos renales están asociados a ingestas elevadas de
sodio, trata de tomar entre 3 y 5 gramos al día como mucho.
6. Opta por la proteína
vegetal antes que por la de origen animal. Es decir, procura moderar el
consumo de carnes, sobre todo de las menos magras, y, en cambio, aumentar el de
alimentos como aguacate, la coliflor y los guisantes, ricos en proteína
vegetal.
7. Controla el oxalato en tu
dieta. Ya que es una de las sustancias presente en muchos cálculos, es
recomendable optar por los alimentos en los que la concentración de oxalato es
baja (huevos, lentejas, arroz blanco, manzanas peladas, uvas, coliflor o
calabacín) y evita otros como las espinacas, las nueces, el ruibarbo y el
salvado de trigo.
8. Vigila tu orina. Debe
tener color claro y alcanzar un volumen de entre 2 y 2,5 litros y medio al día.
Si el médico lo indica, puede ser necesaria recolectarla para controlar la
cantidad.
9. Mantente en forma. Intenta
evitar que tu índice de masa corporal (IMC) rebase los límites saludables
(18-25 kg/m2) y cuida tu peso. Practicar ejercicio físico de manera regular te
ayudará a conseguirlo y también, a sentirte mejor.
10. Confía en las
recomendaciones de tu médico. En función de las características y de la
causa de tus piedras en el riñón, él te prescribirá los medicamentos que sean
necesarios y los cambios dietéticos que te convienen para prevenir futuros
episodios.
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