La materia fecal de
perros que queda en las calles se ha convertido en un grave problema ambiental
con fuerte repercusión en lo que a salud pública refiere. «Es un reflejo más de
la falta de educación en materia de tenencia responsable y bienestar de mascotas
y respeto hacia las reglas implícitas de convivencia que deben asumirse en una
sociedad sana», afirma el médico veterinario Dr. Baltazar Nuozzi.
Según datos de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), un perro de tamaño promedio, es
decir, unos 15 kilos, evacúa diariamente cerca de 600 gramos de excremento.
Esto significa un total de 18 kilos al mes, de los que la mayoría son heces que
no son recogidas o provienen de animales en situación de calle.
Según una encuesta, el
78% de los argentinos tiene una o más mascotas en su hogar. En la Ciudad de
Buenos Aires, son 70 las toneladas de excremento animal que hacen por día los
perros, de acuerdo a un informe que realizó en 2014 el Instituto de Zoonosis
Luis Pasteur.
El problema comienza
desde el momento en que la materia fecal toca el suelo: mal olor y moscas que
rodean la deposición son el principio de un ciclo peligroso que conlleva graves
riesgos para la salud. Pasadas las 24 horas desde que el perro defecó, el sol y
la humedad comienzan su parte. Por un lado, los rayos solares solidifican las
heces, éstas se convierten en polvo y de esta manera son dispersadas por el
viento. La humedad y la lluvia hacen que la caca se disperse; en este caso las
posibilidades de que se contaminen el agua, los alimentos y el aire aumentan.
«La materia fecal que se
deja en plazas y veredas se seca y se transforma en polvo. Esto produce
polución del aire, del acuífero subterráneo, de los depósitos de agua, de
lugares de recreación y, además, pueden ingresar a nuestro organismo a través
del aire que respiramos o de la ingesta de alimentos que son elaborados en la
vía pública como sucede con la venta ambulante», agregó Nuozzi.
El resultado de un
estudio que se realizó el año pasado en la ciudad de Bahía Blanca, en el que se
analizaron muestras de heces caninas, reveló que el 71% contenía parásitos de
distintos tipos. La Toxocara canis y la Ancylostoma caninum
fueron los más frecuentes.
Se trata de dos
parásitos comunes que habitan en el intestino del perro y que, en determinadas
condiciones, pueden transmitirse a los seres humanos y ocasionar enfermedades.
«Los parásitos habitan
en el intestino del perro y son liberados en forma de huevos a través de la
materia fecal. Al entrar en contacto con estos huevos, el ser humano, puede
desarrollar síntomas que van desde el dolor abdominal y la diarrea, hasta
lesiones cutáneas y oculares. También las bacterias presentes en las heces
caninas, tales como la Salmonella, pueden ser disparadores de otro tipo
de afecciones», explica la médica pediatra Dra. Marianela Castagnasso.
Los menores de 5 años,
los adultos mayores de 65 y las personas con deficiencia del sistema inmune son
los más vulnerables a desarrollar algún tipo de enfermedad.
Por su parte, el
veterinario concluyó afirmando que «es un problema que entre todos podemos
controlar. Debemos manejar en forma adecuada los desechos de nuestras mascotas
y proporcionar información a quienes ignoran la gravedad de no hacerlo. Es una
tarea que tenemos como sociedad: insistir en la necesidad de recoger las heces
de las mascotas de la vía pública, dado el peligro que significa el fecalismo
canino al aire libre para la salud humana y animal».
Tarea que parece muy
sencilla, pero que la mayoría muestra peligrosamente muy difícil de llevar a la
práctica. BP
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