La noción de
patria es compleja y crea discusiones muy vivas. El hecho de que un conjunto de
hombres y mujeres se sientan miembros de una colectividad, con una historia
común, además de otros elementos necesarios para que se dé la cohesión
necesaria para acometer proyectos compartidos, podrían parecer suficientes para
que constituyan una patria.
Existe una
dimensión básica sin la cual cualquier idea de patria estaría dañada en sus
mismas raíces. Porque una idea de patria no puede ser sana si implica
injusticias graves contra los seres humanos más indefensos, sea que hayan
nacido dentro de las propias fronteras, sea que tengan “pasaportes” de otros
estados.
Especialmente,
la idea de patria está gravemente herida allí donde una comunidad humana no
reconoce ni tutela adecuadamente la vida de cada uno de los hijos que viven en
el seno materno. En otras palabras, si un estado (que no siempre coincide con
una patria) permite el aborto, se coloca en una situación tal de injusticia que
daña de modo irremediable los fundamentos en los que se construye una vida
social sana.
Por eso, a la
hora de analizar las leyes y las costumbres de cualquier colectividad humana,
hace falta fijarse seriamente en lo que se refiere a la tutela de la vida
naciente. ¿Este grupo humano ayuda a las mujeres en su maternidad? ¿Tutela a
cada hijo por encima de los deseos o imposiciones de sus padres y de sus
madres? ¿Promueve medidas concretas para penalizar de modo adecuado la
injusticia del aborto? ¿Enseña a las personas a respetar y ayudar al hijo desde
el inicio de su existencia? ¿Evita cualquier forma de abusos contra la dignidad
de los hijos y contra el respeto a la vida matrimonial, como los que se producen
en técnicas de fecundación artificial que son indignas del ser humano?
Son preguntas
ante las que es necesario detenerse a la hora de mirar si un grupo, una
sociedad, un estado, una patria, han alcanzado un nivel irrenunciable de
justicia.
Hay, desde
luego, muchos otros aspectos a tener en cuenta, pero el respeto a la vida
constituye una dimensión esencial para que una patria (y cualquier otra
sociedad humana) se construya desde cimientos sólidos y buenos, para que
promueva realmente los derechos fundamentales de todos y de cada uno de sus
miembros, desde que inician a existir hasta que llegan a cruzar la frontera de
la muerte. FP
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