Es aleccionadora la actitud de las multitudes que escuchan al Bautista.
Son hombres y mujeres que se atreven a enfrentarse a su propia verdad y están
dispuestos a transformar sus vidas. Así responden al profeta: «¿Entonces, qué
debemos hacer?».
Asistimos hoy a un fenómeno bastante generalizado. Se escuchan llamadas
al cambio y a la conversión, pero nadie se da por aludido. Todos seguimos
caminando tranquilos, sin cuestionarnos nuestra propia conducta.
Naturalmente, la conversión es imposible cuando se la da ya por
supuesta. Se diría que el catolicismo ha venido a ser, con frecuencia, una
teoría vacía de exigencia práctica. Una religión cultural, incapaz de provocar
una transformación y reorientación nueva de nuestra existencia.
Son bastantes los que se preocupan de las «fórmulas de fe» del
catecismo, pero no se plantean nunca la necesidad de una ruptura y una nueva
dirección de su vida concreta.
Siempre resulta más fácil «creer» las verdades recogidas en el Astete
que esforzarnos por escuchar las exigencias de conversión que se nos gritan
desde el evangelio.
Por eso es bueno también hoy escuchar la voz lúcida de quienes
cuestionan ciertos fenómenos de fervor religioso que parecen conmover hoy a las
multitudes, sin lograr una conversión real a la solidaridad y la fraternidad.
Un hombre tan equilibrado como K. Rahner, hablando de las masas que
aclaman al Papa, piensa que conviene preguntar a todas esas personas: «¿Rezáis
cuando estáis solos?, ¿Lleváis vuestra cruz en la vida real?, ¿Pensáis en los
pobres de nuestro entorno y en el Tercer Mundo?».
Sin duda, son preguntas que debemos hacernos todos los que hemos
aclamado con entusiasmo al Santo Padre. ¿Qué sentido podría tener aclamar a
Juan el Bautista y no escuchar sus palabras: «El que tenga dos túnicas, que se
las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo»?
Y ¿Qué sentido puede tener aplaudir al Papa y no oír sus repetidos
gritos? «Pensad en los más pobres. Pensad en los que no tienen lo suficiente...
Distribuid vuestros bienes con ellos... Dadles parte de forma programada y
sistemática... Mirad un poco alrededor... ¿No sentís remordimiento de
conciencia a causa de vuestra riqueza y abundancia?» JAP
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