¿Sabías
que el órgano interno más grande que tienes dentro es tu hígado? Es
aproximadamente del tamaño de una pelota de fútbol y puede pesar hasta 1,360 kg
en total. Es responsable de eliminar muchas toxinas desagradables de tu cuerpo,
por lo que es realmente importante cuidarlo. Una complicación importante que
puede ocurrir en el hígado es la cirrosis. Si bien actualmente no tiene una
cura conocida, existen muchos procedimientos naturales y clínicos que pueden
limitar el riesgo de insuficiencia hepática y complicaciones adicionales.
¿Qué es la cirrosis?
La
cirrosis es una enfermedad progresiva donde se desarrolla tejido cicatricial en el hígado.
Resulta en una disfunción que termina afectando la función esencial como los
niveles hormonales, la digestión de nutrientes esenciales, el flujo sanguíneo y
la eliminación de productos de desecho del cuerpo.
El
abuso de alcohol, ciertos virus (como la hepatitis) y tener antecedentes de enfermedad del hígado graso son las
causas más comunes de cirrosis. Otros factores de riesgo incluyen la genética,
malas elecciones dietéticas y niveles peligrosamente altos de colesterol malo.
La
cirrosis causó que el hígado se deteriorara con el tiempo, y una vez que
alcanza sus etapas más avanzadas, podría desarrollarse insuficiencia hepática o cáncer de hígado. En tal etapa, un
trasplante de hígado suele ser la única opción que queda, por lo que es
importante actuar lo más rápido posible y cuidar adecuadamente su hígado
durante toda su vida.
¿Cuáles son los síntomas de la
cirrosis?
La
cirrosis generalmente se acompaña de una gran cantidad de síntomas que
incluyen:
·
Pérdida
de apetito.
·
Falta
de energía.
·
Síntomas
de ictericia.
·
Tobillos
o piernas hinchadas.
·
Picazón
en la piel.
·
Orina
de color oscuro.
·
Heces
pálidas o de color alquitrán.
·
Moretones
fácilmente.
·
Cambios
de peso inexplicables.
·
Síndrome
de fatiga crónica.
·
Problemas
digestivos, como vómitos, náuseas, calambres o dolor abdominal.
·
Problemas
cognitivos como desorientación, cambios de humor, confusión o cambios de
personalidad.
¿Qué causa la cirrosis?
Hay
varios factores que pueden conducir al desarrollo de la cirrosis, que pueden
derivarse tanto de su propio estilo de vida y hábitos, como de factores
externos y ambientales.
Los factores de riesgo más
comunes para la cirrosis hepática incluyen:
·
Beber
demasiado alcohol.
·
Fumar.
·
Abuso
de drogas.
·
Consumir
una dieta pobre.
·
Tener
antecedentes de enfermedad del hígado graso, diabetes o síndrome metabólico.
·
Ser
obeso.
·
Altos
niveles de triglicéridos.
·
Altos
niveles de colesterol malo.
·
Factores
genéticos.
·
Exposición
constante a toxinas o contaminantes.
·
Infecciones
graves o virus.
Tratamiento convencional de la
cirrosis
El
tratamiento convencional para la cirrosis dependerá en última instancia de lo
que la causó inicialmente, así como de cuánto ha progresado la enfermedad. Los
médicos generalmente combinan una serie de tratamientos diferentes que incluyen
tanto medicamentos como cambios importantes en el estilo de vida.
Desafortunadamente, no existe una cura de libro de texto para esta enfermedad,
sin embargo, se ha encontrado que estas técnicas son las más efectivas:
·
Eliminar
los alimentos procesados.
·
Reducir
tu consumo de sal.
·
Incrementar
la ingesta de nutrientes.
·
Eliminar
el consumo de drogas y alcohol.
·
Uso
de diuréticos para controlar la ascitis y el edema.
·
Controlar
los niveles de colesterol.
·
Perder
peso.
·
Terapia
cognitiva.
·
Uso
de laxantes para mejorar la eliminación de toxinas.
·
Usar
esteroides y medicamentos antivirales si la causa es hepatitis.
Lidiando con la cirrosis
naturalmente
1.
Limpiar el hígado regularmente
Para
limpiar tu hígado, trate de comer lo más que pueda de lo siguiente:
·
Frutas
cítricas.
·
Jengibre.
·
Verduras
de hoja verde.
·
Jugos
de vegetales.
·
Verduras
crudas o al vapor.
·
Plátanos,
aguacates y batatas.
·
Cúrcuma.
·
Semillas
de cardo mariano.
·
Espirulina,
Chlorella y hierba de trigo.
·
Raíz
de bardana.
·
Té
de raíz de diente de león.
·
Aceite
de semilla de negro.
·
Probióticos.
·
Jugo
de limón.
·
Aceite
de coco.
·
Aceite
de oliva virgen extra.
·
Hígado
de res y otras vísceras.
·
Vinagre
de manzana crudo.
2.
Consume una dieta antiinflamatoria y orgánica
La
clave para mantener un hígado sano y funcional es consumir muchas verduras
orgánicas con la mayoría de las comidas. Idealmente, debes intentar consumir
alrededor de 4 o 5 porciones de vegetales frescos y orgánicos cada día. Si esto
parece demasiado, es posible que desees considerar exprimirlos.
Para
poner la menor cantidad de tensión posible en su hígado, debes limitar las
grasas saturadas que come a productos animales de alta calidad libres de
jaulas, de granja o alimentados con pasto. Esto se debe a que se ha descubierto
que los animales criados en cautiverio almacenan muchas más toxinas en tu grasa
de lo deseable. Como regla general, cuantos menos alimentos salgan de
un envase, más seguro debería ser para tu hígado.
Estas
son algunas de las mejores verduras para el hígado que puedes comer:
·
Brócoli.
·
Coliflor.
·
Apio.
·
Repollo.
·
Coles
de Bruselas.
·
Col
rizada.
·
Espinacas.
·
Diente
de león.
·
Berros.
·
Espárragos.
·
Pepino.
·
Raíz
de remolacha.
·
Zanahoria.
·
Hierbas,
como albahaca, menta, perejil y cilantro.
3.
Usa suplementos naturales
Muchos
suplementos pueden ayudar a producir enzimas y bilis adecuadas, reducir el gas
intestinal, disminuir la inflamación y calmar el sistema digestivo.
Estos
son algunos de los más poderosos:
·
Cúrcuma: esta potente especia
antiinflamatoria ayudará al metabolismo de su hígado al proporcionarle un
equilibrio decente de azúcar en la sangre. También puede ayudar a su tracto
digestivo.
·
Cardo mariano: ayuda a eliminar la
acumulación de alcohol, contaminantes y metales pesados.
·
Probióticos: estos pueden ayudar a mejorar
la salud de su hígado al ayudarlo con su desintoxicación y metabolismo.
·
Multivitaminas: la vitamina A, la vitamina C
y la vitamina B-6 son particularmente las más esenciales para proteger el
hígado.
·
Potasio: mineral extremadamente
beneficioso ya que reduce el colesterol, los niveles de triglicéridos y la
presión arterial sistólica.
4.
Verifica la medicación que está tomando
Una
cantidad considerable de medicamentos recetados puede terminar dañando tu
hígado como un efecto secundario no deseado. Se ha descubierto que los peores
delincuentes son los medicamentos de reemplazo hormonal y las píldoras
anticonceptivas, sin embargo, muchos otros medicamentos también pueden ejercer
una presión innecesaria sobre el hígado.
Desafortunadamente,
la investigación ha demostrado que una gran cantidad de medicamentos recetados
se recetan en exceso, se mezclan con otras drogas de manera peligrosa o se
toman de manera incorrecta. Si está tomando medicamentos, le recomendamos que
aprenda cómo pueden afectar negativamente su hígado y que siga cuidadosamente
las instrucciones de dosificación cuando los tome. También sería una buena idea
preguntarle a un profesional de la salud si hay algún remedio natural con el
que puedan reemplazarse. YTL
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