Cuando varias personas son testigos de un suceso, cuentan a
su manera los hechos que pudieron percibir. Ni qué decir si cada uno es de una
cultura diferente, o termina insertándose en ella. ¿Es acaso posible que con
los colores típicos de cada región, los trazos de un relato recurrente se
refieran al mismo acontecimiento?
Los arqueólogos discuten hoy interminablemente sobre la
factibilidad de que haya existido el Diluvio Universal del que hablan las
Sagradas Escrituras. Más allá de las consideraciones histórico-científicas que
se pueden hacer sobre el tema, es elocuente la memoria que ha surgido desde
puntos totalmente equidistantes del planeta en forma de narraciones orales y
escritas.
Se han encontrado en todo el mundo un total de 168 leyendas
que relatan o mencionan, dentro de diferentes tradiciones, al Diluvio
Universal. Sólo los indios americanos ofrecen 58 versiones diferentes, aunque
fuertemente emparentadas entre sí.
La gran mayoría de todas estas leyendas se pueden considerar
independientes, sin conexiones unas con otras, aunque narran un mismo hecho
central: una tromba de agua que todo lo anega y que aniquila todo signo de vida
animal y humana, sobreviviendo sólo algunos elegidos por el o los dioses.
Por ejemplo, un mito gaélico describe la explosión inicial de
Llyn-Llyn (“Mar de Mares”) que inundó el mundo y ahogó a todos sus habitantes.
Para la tradición rusa, la Tierra descansaba sobre cuatro ballenas; al morir
una de ellas, se desencadenó una tormenta que destruyó el planeta. En la
mitología hindú, Vishnu salvó tres veces al mundo que previamente se había
inundado por completo. Las tradiciones chinas relatan la vida de dos
supervivientes de un diluvio, Fushi y Nukua, cuyos cuerpos en forma de pez les
permitieron salvarse nadando. En el antiguo México se contaba que un hombre y
una mujer se salvaron de un diluvio, encerrados en una cesta de madera. La
mitología griega narra que Zeus, observando que los hombres habían degenerado
sus costumbres, decidió enviar un diluvio que acabara con ellos; pero se apiadó
de Decaulión, el rey de Tesalia, y de su esposa Pirra, y decidió salvarlos
diciéndoles que construyeran una nave; ésta flotó sobre las aguas durante nueve
días, varándose, cuando las aguas bajaron, en el monte Parnaso.
Con todo, el más claro antecedente del Diluvio Universal
narrado en el Antiguo Testamento lo aporta la mitología mesopotámica, que fue
descifrada a partir de las tablillas encontradas en las ruinas de Nínive. En
ellas se habla de gotas de lluvia del tamaño de platos que provocaron la muerte
de todos los malvados. El héroe de esta epopeya es Gilgamesh, que da nombre a
la narración, pero el protagonista de la historia es Utunapistim, que
sobrevivió con toda su familia a bordo de un arca, tras siete días de lluvia.
Antes de saltar a tierra este héroe sumerio-babilónico envió una paloma, un
vencejo y un cuervo para comprobar si el nivel de las aguas ya había descendido
lo suficiente como para dejar al descubierto tierra firme.
Nos llama poderosamente la atención esta recurrencia en
culturas tan distantes y diferentes. ¿Acaso no es posible que narren el mismo
suceso y lo adornen con héroes o dioses locales? Pero algo sí está claro... nadie
habla de un fuego universal, o de una sequía universal, o de que Dios (o los
dioses) simplemente exterminaran a la humanidad exceptuando a unos pocos, sino
que todos, infaliblemente, mencionan (con carácter histórico entre ellos, no
legendario) el conocido Diluvio, y en varios casos, al Arca de Noé. RC
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