La envidia es uno de los así llamados “pecados
capitales”, sin embargo muchos se preguntan si existe “envidia de la
buena”, es decir, si existe una especie de envidia que no sea pecado. Para
responder esto debemos hacer ciertas aclaraciones.
¿Qué es la envidia? Una de
mis definiciones preferidas para la envidia es “tristeza por el bien ajeno”,
es decir, descubro un bien en otra persona y no lo tolero y deseo
arrebatárselo, o al menos deseo que él no lo tenga. Ahora bien, esta actitud
como tal, sí es pecado.
Dicho esto, podemos afirmar que la envidia consta
de dos partes: 1) descubrir un bien en
otra persona, 2) querer arrebatarle ese bien. La envidia entonces
funciona así: descubro un bien en otra persona, acto seguido, deseo
arrebatárselo.
A partir de esto podemos concluir que si yo
descubro un bien en una persona (una cualidad, un puesto, un mérito), pero no
le deseo el mal, no deseo arrebatárselo, eso sería en otros términos admiración. Mientras que si al
descubrirlo me entristece o no deseo que lo tenga, eso sería envidia.
Por lo tanto, lo malo entonces está en descubrir
ese bien y no soportar que el otro lo tenga y yo no. Es decir que sí podemos
sentir “envidia de la buena”, aunque lo mejor sería no llamarle así (por
su connotación negativa, por ser uno de los pecados capitales), sino más bien
llamarle admiración. SB
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