miércoles, 15 de enero de 2020

Cómo explicarle a un adolescente algo de Dios

Empecemos por el principio y tienes que elegir: Dios existe o Dios no existe. No hay opciones intermedias, del mismo modo que no hay opciones intermedias para el sistema binario ‘1-0’ de la informática y la inteligencia artificial. El concepto de vaguedad no se puede aplicar a la robótica ni al ser humano porque lleva a un infinito de posibilidades, y la duda es el planteamiento binario por excelencia: preguntar o dudar es exponer y enfrentarse a una elección. No decidirse es inviable en el mismo sentido en que no avanzar es retroceder.
El mundo no deja de moverse.
Volvamos a Dios. Si eliges que no existe, deja de leer ahora mismo. No lo podrás demostrar. Has elegido la fe de no creer. Nadie ha podido demostrar que Dios no existe. Pero punto final. Haz lo que quieras, menos criticar a quienes sí que creen en Dios, porque ellos están como tú: no lo pueden demostrar.
Supongamos que crees en Dios. ¿En qué Dios? Si hay muchos, por definición, no son Dios. Pueden ser dioses, en el sentido de seres espirituales más o menos poderosos y más o menos creados o engendrados o procedentes de algo o alguien.
Si tampoco crees en el mundo espiritual, también puedes dejar de leer. Piensa tan solo que la ciencia empírica conoce el 10% escaso del universo; el resto dice que es “materia oscura” para ocultar que no tiene ni idea de qué está hablando.
Si hay muchos dioses, pues, no son Dios en el sentido de causa primera increada de todo lo creado. Que la materia sea eterna es muy improbable porque tiende a la muerte, a la descomposición, a la corrupción -al mal- y a la nada. La energía se transforma hasta que desaparece: un ser humano reducido a polvo tras la muerte deja de ser energía y, por supuesto, deja de ser y de ser humano. El mal, la corrupción de lo vivo -lo bueno-, lleva en consecuencia a la nada. Y la nada no puede crear nada.
Lo vivo es bueno. Nadie quiere morir y todos queremos ser felices. La felicidad ¿qué es? ¿De dónde surge este deseo? ¿La música de Bach está en el piano? ¿La de Clapton en la guitarra? No. Y tampoco está en la partitura. La música existe en la acción de tocar música.
Dios es análogo a la música. El espíritu, también. Las neuronas y la química cerebral son el equivalente del piano, la guitarra o la partitura. La partitura es el ADN, en el caso de los seres vivos.
El espíritu, dice el Dios cristiano, “da la vida, la carne no sirve para nada”. Esto es como decir: “el músico hace la música cuando toca, el piano solo no sirve para nada”.
Dios, entonces, para ser Dios tiene que ser eterno, infinito, creador e increado; omnipotente y omnisciente; único en su simplicidad, porque si es divisible es corruptible y por lo tanto ya no sería Dios. Dividir, trocear, es igual a morir, a separar cuerpo y espíritu: separar es corromper. El mal es corrupción del bien.
Un bien absoluto -Dios- no puede ser corruptible. Es ‘1’ o es ‘0’, como decía al principio. No hay término medio, ni para Dios ni para la vida. No se está muerto a medias, ni vivo a medias.
Este Dios puede tener muchos nombres pero solo hay tres religiones que lo identifican como único, eterno, infinito y todopoderoso: el judaísmo, el cristianismo y el islam.
Este Dios, siguiendo el esquema 1-0, ha dicho: ‘el que no está conmigo está contra mí’. No se está con Dios a medias. Si no se está con Él, bien absoluto o ‘1’, se está con el mal o ‘0’. El mal tiene distintas formas también espirituales, y se llaman demonios.
Estos demonios han tomado y toman diversos nombres a través de la historia: en Babilonia, en Egipto, en Roma o en Cuzco y México; en la India o en Japón. De Anubis a Quetzalcoatl, de Baal a Luzbel; de Gaia a Moloch.
Buscan que se les adore a través de sacrificios humanos -niños, por ejemplo- o prácticas que reducen a la persona a una nada que es un suicidio espiritual: ni sufro, ni amo, ni pienso, ni siento. La nada es ‘0’.
Las técnicas para llegar a esa nada son varias: yoga, reiki, meditación trascendental o drogas; chamanismo, magia -toda es negra- y brujería. En todos estos casos, el espíritu del mal se introduce en la persona y la destruye.
La prueba de que es el espíritu del mal consiste en que, en casos extremos, necesitan exorcismos y tienen reacciones violentas ante la presencia de sacerdotes u objetos sagrados cristianos.
La indiferencia o la burla de lo cristiano es un signo del mal. Ningún buen creyente de una religión se burla del fiel de otra fe. Ningún buen creyente desprecia a otro creyente.
Por consiguiente, no existen prácticas espirituales inofensivas e inocuas: o te llevan al Dios único de la paz y del amor, o te llevan a los dioses-demonios del egoísmo, la autosatisfacción, el vicio disfrazado de libertad y la esclavitud del mal. El universo es binario: 1-0. Bien y Mal. Tú decides… CP

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