Empecemos por el principio y
tienes que elegir: Dios existe o Dios no existe. No hay opciones intermedias,
del mismo modo que no hay opciones intermedias para el sistema binario ‘1-0’ de
la informática y la inteligencia artificial. El concepto de vaguedad no se
puede aplicar a la robótica ni al ser humano porque lleva a un infinito de
posibilidades, y la duda es el planteamiento binario por excelencia: preguntar
o dudar es exponer y enfrentarse a una elección. No decidirse es inviable en el
mismo sentido en que no avanzar es retroceder.
El
mundo no deja de moverse.
Volvamos a Dios. Si eliges que no
existe, deja de leer ahora mismo. No lo podrás demostrar. Has elegido la fe de
no creer. Nadie ha podido demostrar que Dios no existe. Pero punto final. Haz
lo que quieras, menos criticar a quienes sí que creen en Dios, porque ellos
están como tú: no lo pueden demostrar.
Supongamos que crees en Dios. ¿En
qué Dios? Si hay muchos, por definición, no son Dios. Pueden ser dioses, en el
sentido de seres espirituales más o menos poderosos y más o menos creados o
engendrados o procedentes de algo o alguien.
Si tampoco crees en el mundo espiritual,
también puedes dejar de leer. Piensa tan solo que la ciencia empírica conoce el
10% escaso del universo; el resto dice que es “materia oscura” para ocultar que
no tiene ni idea de qué está hablando.
Si hay muchos dioses, pues, no son
Dios en el sentido de causa primera increada de todo lo creado. Que la materia
sea eterna es muy improbable porque tiende a la muerte, a la descomposición, a
la corrupción -al mal- y a la nada. La energía se transforma hasta que
desaparece: un ser humano reducido a polvo tras la muerte deja de ser energía
y, por supuesto, deja de ser y de ser humano. El mal, la corrupción de lo vivo
-lo bueno-, lleva en consecuencia a la nada. Y la nada no puede crear nada.
Lo vivo es bueno. Nadie quiere
morir y todos queremos ser felices. La felicidad ¿qué es? ¿De dónde surge este
deseo? ¿La música de Bach está en el piano? ¿La de Clapton en la guitarra? No.
Y tampoco está en la partitura. La música existe en la acción de tocar música.
Dios es análogo a la música. El
espíritu, también. Las neuronas y la química cerebral son el equivalente del
piano, la guitarra o la partitura. La partitura es el ADN, en el caso de los
seres vivos.
El espíritu, dice el Dios
cristiano, “da la vida, la carne no sirve para nada”. Esto es como decir: “el
músico hace la música cuando toca, el piano solo no sirve para nada”.
Dios, entonces, para ser Dios
tiene que ser eterno, infinito, creador e increado; omnipotente y omnisciente;
único en su simplicidad, porque si es divisible es corruptible y por lo tanto
ya no sería Dios. Dividir, trocear, es igual a morir, a separar cuerpo y
espíritu: separar es corromper. El mal es corrupción del bien.
Un bien absoluto -Dios- no puede
ser corruptible. Es ‘1’ o es ‘0’, como decía al principio. No hay término
medio, ni para Dios ni para la vida. No se está muerto a medias, ni vivo a
medias.
Este Dios puede tener muchos
nombres pero solo hay tres religiones que lo identifican como único, eterno,
infinito y todopoderoso: el judaísmo, el cristianismo y el islam.
Este Dios, siguiendo el esquema 1-0,
ha dicho: ‘el que no está conmigo está contra mí’. No se está con Dios a
medias. Si no se está con Él, bien absoluto o ‘1’, se está con el mal o ‘0’. El
mal tiene distintas formas también espirituales, y se llaman demonios.
Estos demonios han tomado y toman
diversos nombres a través de la historia: en Babilonia, en Egipto, en Roma o en
Cuzco y México; en la India o en Japón. De Anubis a Quetzalcoatl, de Baal a
Luzbel; de Gaia a Moloch.
Buscan que se les adore a través
de sacrificios humanos -niños, por ejemplo- o prácticas que reducen a la
persona a una nada que es un suicidio espiritual: ni sufro, ni amo, ni pienso,
ni siento. La nada es ‘0’.
Las técnicas para llegar a esa
nada son varias: yoga, reiki, meditación trascendental o drogas; chamanismo,
magia -toda es negra- y brujería. En todos estos casos, el espíritu del mal se
introduce en la persona y la destruye.
La prueba de que es el espíritu
del mal consiste en que, en casos extremos, necesitan exorcismos y tienen
reacciones violentas ante la presencia de sacerdotes u objetos sagrados
cristianos.
La indiferencia o la burla de lo
cristiano es un signo del mal. Ningún buen creyente de una religión se burla del fiel
de otra fe. Ningún buen creyente
desprecia a otro creyente.
Por consiguiente, no existen prácticas
espirituales inofensivas e inocuas: o te llevan al Dios único de la paz y del
amor, o te llevan a los dioses-demonios del egoísmo, la autosatisfacción, el
vicio disfrazado de libertad y la esclavitud del mal. El universo es binario: 1-0. Bien y Mal. Tú decides… CP
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