Estás atravesando la noche oscura
del alma. Todo te parece triste y sin apenas sentido. No hay consuelo y el
corazón se siente tan herido que apenas late ya. Hablas de debilidad, de odio,
de tristeza amarga, de rabia... Tu vida es tiniebla, un continuo alarido, un
lastre de impotencia.
Si viviéramos sin Dios, solos en
el universo, te daría la razón. Es todo una estupidez. ¡Tanto para nada! Pero
tienes a Jesús a tu lado, mientras me lees ahora. Jesús, hijo de Dios, redentor
del mundo. Te da la mano y nunca -ni en los momentos peores- te ha abandonado.
NUNCA. Está ahí, contigo, a tu lado, dentro de ti, aunque no lo sientas.
Vamos a comenzar de nuevo. Esta
Semana Santa vas a verlo todo de diferente forma. Porque vas a ser tú el
crucificado. Tuyo va ser el dolor y tuyo va a ser el perdón, abrazado a Cristo,
a Su Sangre bendita, tan pisoteada por las blasfemias de algunos. Es el momento
de la Redención, del perdón absoluto. Todo lo pasado ya no significa nada. El
Amor se crucifica por nosotros, por nuestra fidelidad. El dolor que fluye por
tu alma tiene ya un sentido: el sentido de la santidad. Tu santidad y la
santidad de los tuyos. Y la de tantas almas que te esperan, que se fijarán en
ti a partir de esta Semana Santa.
Ya no te verán a ti, verán a Dios
en tu sonrisa.
El amor de Dios no admite
amarguras ni odios. Dios mismo sufrió lo indecible, murió y resucitó por ti.
Vio tu dolor y quiso sufrirlo Él mismo, para que tengas esperanza y te sostenga
exclusivamente tu fe en Su resurrección.
Alegra tu alma. Ya se acerca la
hora DE LA ENTREGA DEFINITIVA. La de Jesús y la tuya. Y tus lágrimas irán
cayendo al pie de la Cruz, y ese dolor tuyo florecerá en una alegría sin
parangón, desconocida por completo. Será Cristo el que viva en ti ya para
siempre.
Tu vocación de cristiano no se
fundamenta en un estado de ánimo, en algo sentimental y fugaz. Es algo divino y
permanente. Pero la santidad duele, cuesta, no acabamos de entenderla tantas veces.
Mira el crucifijo, mira Su rostro, mira Su costado abierto. ¿Entiendes ahora?
¿¡Entiendes!? Tu vocación cristiana se fundamenta en la Cruz. Y poco a poco se
hace la luz. Una Luz que brota del mismo centro del dolor.
Y tú, y yo, resucitaremos al gozo
de la fe. Junto a María. GU
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