viernes, 17 de enero de 2020

El sentido del dolor

Estás atravesando la noche oscura del alma. Todo te parece triste y sin apenas sentido. No hay consuelo y el corazón se siente tan herido que apenas late ya. Hablas de debilidad, de odio, de tristeza amarga, de rabia... Tu vida es tiniebla, un continuo alarido, un lastre de impotencia.
Si viviéramos sin Dios, solos en el universo, te daría la razón. Es todo una estupidez. ¡Tanto para nada! Pero tienes a Jesús a tu lado, mientras me lees ahora. Jesús, hijo de Dios, redentor del mundo. Te da la mano y nunca -ni en los momentos peores- te ha abandonado. NUNCA. Está ahí, contigo, a tu lado, dentro de ti, aunque no lo sientas.
Vamos a comenzar de nuevo. Esta Semana Santa vas a verlo todo de diferente forma. Porque vas a ser tú el crucificado. Tuyo va ser el dolor y tuyo va a ser el perdón, abrazado a Cristo, a Su Sangre bendita, tan pisoteada por las blasfemias de algunos. Es el momento de la Redención, del perdón absoluto. Todo lo pasado ya no significa nada. El Amor se crucifica por nosotros, por nuestra fidelidad. El dolor que fluye por tu alma tiene ya un sentido: el sentido de la santidad. Tu santidad y la santidad de los tuyos. Y la de tantas almas que te esperan, que se fijarán en ti a partir de esta Semana Santa.
Ya no te verán a ti, verán a Dios en tu sonrisa.
El amor de Dios no admite amarguras ni odios. Dios mismo sufrió lo indecible, murió y resucitó por ti. Vio tu dolor y quiso sufrirlo Él mismo, para que tengas esperanza y te sostenga exclusivamente tu fe en Su resurrección.
Alegra tu alma. Ya se acerca la hora DE LA ENTREGA DEFINITIVA. La de Jesús y la tuya. Y tus lágrimas irán cayendo al pie de la Cruz, y ese dolor tuyo florecerá en una alegría sin parangón, desconocida por completo. Será Cristo el que viva en ti ya para siempre.
Tu vocación de cristiano no se fundamenta en un estado de ánimo, en algo sentimental y fugaz. Es algo divino y permanente. Pero la santidad duele, cuesta, no acabamos de entenderla tantas veces. Mira el crucifijo, mira Su rostro, mira Su costado abierto. ¿Entiendes ahora? ¿¡Entiendes!? Tu vocación cristiana se fundamenta en la Cruz. Y poco a poco se hace la luz. Una Luz que brota del mismo centro del dolor.
Y tú, y yo, resucitaremos al gozo de la fe. Junto a María. GU

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