Texto del
Evangelio (Mt 4,1-11): En aquel
tiempo, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el
diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin
sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di
que estas piedras se conviertan en panes». Mas Él respondió: «Está escrito: “No
sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».
Entonces el
diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y
le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: ‘A sus
ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie
en piedra alguna’». Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor
tu Dios”».
Todavía le
lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del
mundo y su gloria, y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras».
Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: “Al Señor tu
Dios adorarás, y sólo a Él darás culto”». Entonces el diablo le deja. Y he aquí
que se acercaron unos ángeles y le servían.
«Jesús fue llevado por el Espíritu
al desierto para ser tentado»
Comentario:
Mn. Antoni BALLESTER i Díaz (Camarasa, Lleida, España)
Hoy celebramos el primer domingo de Cuaresma, y
este tiempo litúrgico ‘fuerte’ es un camino espiritual que nos lleva a
participar del gran misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo. Nos
dice san Juan Pablo II que «cada año, la Cuaresma nos propone un tiempo
propicio para intensificar la oración y la penitencia, y para abrir el corazón
a la acogida dócil de la voluntad divina. Ella nos invita a recorrer un
itinerario espiritual que nos prepara a revivir el gran misterio de la muerte y
resurrección de Jesucristo, ante todo mediante la escucha asidua de la Palabra
de Dios y la práctica más intensa de la mortificación, gracias a la cual
podemos ayudar con mayor generosidad al prójimo necesitado».
La Cuaresma y el Evangelio de hoy nos enseñan que
la vida es un camino que nos tiene que llevar al cielo. Pero, para poder ser
merecedores de él, tenemos que ser probados por las tentaciones. «Jesús fue
llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo» (Mt 4,1). Jesús quiso enseñarnos, al
permitir ser tentado, cómo hemos de luchar y vencer en nuestras tentaciones:
con la confianza en Dios y la oración, con la gracia divina y con la fortaleza.
Las tentaciones se pueden describir como los
‘enemigos del alma’. En concreto, se resumen y concretan en tres aspectos. En
primer lugar, ‘el mundo’: «Di que estas piedras se conviertan en panes» (Mt 4,3). Supone vivir sólo para tener
cosas.
En segundo lugar, ‘el demonio’: «Si postrándote
me adoras (…)» (Mt 4,9). Se
manifiesta en la ambición de poder.
Y, finalmente, ‘la carne’: «Tírate abajo» (Mt 4,6), lo cual significa poner la
confianza en el cuerpo. Todo ello lo expresa mejor santo Tomás de Aquino
diciendo que «la causa de las tentaciones son las causas de las
concupiscencias: el deleite de la carne, el afán de gloria y la ambición de
poder».
No hay comentarios.:
Publicar un comentario