Buscar la
propia felicidad es legítimo y bueno. Pero buscar la felicidad no otorga a
nadie patentes o permisos para dañar a seres humanos inocentes.
Porque el
deseo de la felicidad no es excusa suficiente para eliminar a un familiar
pesado que nos hace la vida imposible. Ni tampoco es excusa para planear
‘atentados’ contra la policía municipal a fin de poder aparcar donde nos
plazca. Ni otorga un permiso especial para ‘apropiarnos’ (para robar) algo que
deseamos vehementemente.
Es cierto que
personas o situaciones crean graves obstáculos en el camino hacia la propia
felicidad. Pero ello no basta para que el mal se convierta en un modo legítimo
para ‘arreglar’ las cosas e imponer nuestra voluntad sobre inocentes.
Por desgracia,
lo que es tan claro en la mayoría de los casos, no lo es para muchos cuando
estamos ante la vida de un hijo antes de nacer.
Hay quienes
declaran que ciertos embarazos son ‘no deseados’, porque una nueva vida es
vista como ‘enemiga’ de unos planes personales (de la madre, o de otras
personas que se relacionan con ella). Es entonces cuando resulta posible pensar
en el aborto (la eliminación del propio hijo) como ‘solución’, como garantía
para superar un grave obstáculo en el camino hacia la propia felicidad.
Es señal de un
profundo vacío interior ver así al propio hijo, porque implica un modo de
pensar y de actuar según el cual un ser humano, el más indefenso de todos,
queda a merced de los deseos y proyectos de los adultos, incluso con la ayuda
de leyes y de personas que consideran el grave delito del aborto como
‘solución’ para todo embarazo no deseado.
Ningún hijo
antes de nacer merece ser visto como enemigo. Porque todo hijo merece, desde su
silencio y su pequeñez, ser respetado, ser amado, ser reconocido.
Necesitamos
abrir los ojos ante esa sencilla realidad. Una sociedad está profundamente
pervertida en sus raíces cuando ha aceptado que un proyecto de felicidad se convierte
en licencia para eliminar a seres humanos inocentes e indefensos.
En cambio, una
sociedad se ennoblece cuando sabe encontrar caminos para apoyar y sostener a
cualquier mujer embarazada, de forma que ella y su hijo puedan vivir
serenamente los meses que lleva al día del parto. Para los
corazones grandes y generosos, ese día será celebrado como uno de los momentos
más hermosos y felices de la experiencia humana, a pesar de las dificultades
del camino. No es bella una ‘felicidad’ basada en la injusticia, y siempre será
bella la felicidad que se construye desde la justicia, la acogida y el amor
sincero. FP
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