Obispo, 22 de Febrero
Elogio: En Hierápolis,
en Frigia, san Papías, obispo, de quien se dice que fue oyente de Juan el
Presbítero y compañero de san Policarpo, y sabio comentarista de los discursos
del Señor.
No se sabe
mucho sobre la vida de este santo. Eusebio (Hist. eccl., vol. III, c. XXXIX)
trae algunos detalles, pero él mismo no confía demasiado en el testimonio de
Papías, de quien afirma que «fue un varón de mediocre inteligencia, como lo
demuestran sus libros». Sin embargo, es uno de los pocos puentes que tenemos
con la generación inmediatamente siguiente a los apóstoles (lo que en la
actualidad se suele llamar la «época sub-apostólica»), y, con todo lo que pueda
ser el carácter fragmentario de lo que nos ha llegado, y los problemas de
comprensión de las fuentes que se puedan detectar, es un valioso testimonio de
la tradición oral, ya que precisamente pretendió, según sus propias palabras,
no tanto legar la doctrina escrita que conocemos por los Evangelios, sino los
testimonios e interpretaciones orales. Así, nos informa Eusebio que su obra
comenzaba diciendo:
«Para ti lector, no dudaré en añadir lo que yo aprendí de los presbíteros, cuyo recuerdo he conservado fielmente, para confirmar la verdad de mis explicaciones. Yo no me agradaba con quienes hablaban bellamente, sino con quienes enseñaban la verdad. No amaba yo a quienes traían mandamientos extraños, sino a quienes transmitían los preceptos impuestos por el Señor a nuestra fe, nacidos de la verdad misma. Cuando me encontraba con alguno de los que habían vivido en compañía de los presbíteros, me preocupaba por saber lo que ellos habían dicho, lo que dijeron Andrés, o Pedro, o Felipe, o Tomas, o Santiago, o Juan, o Mateo, o algún otro de los discípulos del Señor; igualmente, lo que dice Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor. No creía yo encontrar en lo que hay en los libros, algo que me fuera tan provechoso, como las cosas expresadas por una palabra que permanecía viva».
«Para ti lector, no dudaré en añadir lo que yo aprendí de los presbíteros, cuyo recuerdo he conservado fielmente, para confirmar la verdad de mis explicaciones. Yo no me agradaba con quienes hablaban bellamente, sino con quienes enseñaban la verdad. No amaba yo a quienes traían mandamientos extraños, sino a quienes transmitían los preceptos impuestos por el Señor a nuestra fe, nacidos de la verdad misma. Cuando me encontraba con alguno de los que habían vivido en compañía de los presbíteros, me preocupaba por saber lo que ellos habían dicho, lo que dijeron Andrés, o Pedro, o Felipe, o Tomas, o Santiago, o Juan, o Mateo, o algún otro de los discípulos del Señor; igualmente, lo que dice Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor. No creía yo encontrar en lo que hay en los libros, algo que me fuera tan provechoso, como las cosas expresadas por una palabra que permanecía viva».
Era originario
de Frigia y nació pocos años antes que san Policarpo (hacia el 69). Según el
testimonio de san Ireneo, fue discípulo de Juan y familiar de Policarpo. Sin
embargo, en el prefacio de su obra (que hemos citado), Papías dice que no vio
ni escuchó a los Apóstoles, sino que recibió las enseñanzas de la fe de quienes
los habían conocido. La aparente contradicción entre el testimonio de Ireneo
sobre la relación de Papías con Juan, así como el hecho de que él no conoció de
manera directa a los Apóstoles se resuelve con facilidad si tenemos en cuenta
que en el círculo del cristianismo de Éfeso en los orígenes cristianos hay testimonio
de dos Juanes distintos: Juan el Apóstol, a quien se atribuye habitualmente el
ser el iniciador de la tradición del Cuarto Evangelio, y Juan el Presbítero,
que parece ser el autor de las Cartas de Juan 2 y 3 (tal como lo reconoce el
Canon del Papa san Dámaso, del 381), y posiblemente también de la primera.
Durante algunos siglos el confuso testimonio de Ireneo hizo que se mezclaran
estos «Juanes» en una indiferenciada unidad, pero parece bastante claro leyendo
adecuadamente el testimonio de Papías, lo que está diciendo: él fue discípulo
Aristión y del ‘anciano’ (en griego: presbytes) Juan, que a su vez le
transmitieron el testimonio oral de los Apóstoles.
Es muy
probable, ha escrito Dom J. Chapman, que Papías tuviera un Nuevo Testamento con
los cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las principales epístolas
de San Pablo, el Apocalipsis, las epístolas de San Juan, y la primera epístola
de San Pedro. Sostuvo una doctrina «milenarista», es decir, que esperaba un triunfo
terreno de Cristo en un reinado de mil años, previo a la vuelta definitiva y la
implantación del Reino, a tenor de una lectura apegada a la letra del capítulo
20 del Apocalipsis. Esa doctrina fue posteriormente rechazada muchas veces por
la Iglesia, aunque una y otra vez revive en movimientos apocalípticos, sobre
todo en tiempos de incertidumbre. Este error, que no debe aceptarse como
doctrina católica, no impide que san Papías sea reconocido como un Padre
Apostólico, por su papel de puente entre la generación de los Apóstoles y la de
las primeras grandes síntesis teológicas. San Jerónimo lo incluye entre los
santos de la antigüedad cristiana, pero no aparece en los martirologios hasta
el siglo IX, en el de Adón y el de Usuardo. Se ignora cuándo y cómo murió
Papías, las fechas que se leen en algunos martirologios, del 130 o del 140, son
especulaciones sin base documental.
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