Mártires, 27 de Febrero
Elogio: En Alejandría
de Egipto, conmemoración de los santos Julián y Euno, mártires. En tiempo del
emperador Decio, el primero de ellos, Julián, impedido por su enfermedad de
gota, que no le permitía caminar ni estar de pie, se hizo llevar en silla de
manos por dos de sus criados para presentarse al juez, y allí, uno de esos
criados renegó de su fe, mientras que el otro, Euno, se mantuvo firme en su
confesión de Cristo junto con su amo. Conducidos ambos por toda la ciudad
montados en camellos, a la vista del pueblo fueron azotados hasta la muerte.
La presente
hagiografía del Butler se refiere conjuntamente a los santos Julián y
Euno y a san Besa, ya
que, aunque el Martirologio Romano los inscribe en entradas distintas este
mismo día, sus historias están estrechamente relacionadas:
Durante la
persecución de Decio, muchos de los ciudadanos de Alejandría, particularmente
los ricos y los que ocupaban puestos públicos, apostataron de la fe y
sacrificaron a los dioses. San Dionisio, obispo de Alejandría, recordando y
deplorando esto en su carta a Fabiano, dice: «Pero
hubo otros que dieron noble testimonio del Reino de los Cielos, permaneciendo
firmes como columnas del Señor; el mismo Señor les sostuvo y les dio la fuerza
a la medida de su fe. Uno de los más notables fue un hombre llamado Julián,
enfermo de gota e incapaz de dar un paso ni de mantenerse en pie. Fue hecho
prisionero junto con los dos hombres que le transportaban; uno de ellos renegó
inmediatamente; pero no así el otro, llamado Euno o Cronión; él, junto con
Julián, después de confesar al Señor, fueron llevados en camellos por toda la
ciudad -y tú sabes qué grande es-, sufrieron la flagelación, y finalmente
murieron en una inmensa hoguera, ante una multitud de espectadores».
Por lo que se
refiere a san Besas, dice: «Un
soldado, llamado Besas, que se hallaba presente y reprendió a la insolente
multitud que se apretujaba al paso de los mártires, tuvo que sufrir los
insultos del populacho; este valiente soldado de Dios, después de mostrar su
heroísmo en el gran combate de la religión, murió decapitado».
El
Martirologio Romano anterior al actual mencionaba el 7 de diciembre a un
soldado con el nombre de Agatón, que murió en Alejandría durante la persecución
de Decio. Como se le hubiese confiado la custodia de los cuerpos de algunos
mártires, Agatón prohibió a la multitud que se acercara a profanar y mutilar
los cadáveres. La turba les denunció a los magistrados, quienes le condenaron a
ser decapitado por haber confesado a Cristo. El P. Quentin, benedictino, ha
demostrado que se trata, en realidad de san Besas. En su traducción de la
‘Historia Eclesiástica’ de Eusebio, Rufino omitió el nombre del soldado, y el
martirólogo de Ado inventó el nombre de Agatón [que en griego significa,
sencillamente, «bueno»].
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