Texto del Evangelio (Mc 9,38-43.45.47-48): En aquel tiempo, Juan le dijo:
«Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con
nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». Pero Jesús
dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi
nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra
nosotros, está por nosotros. Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por
el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.
»Y al que
escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al
cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al
mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco
en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehena, al fuego que no se apaga. Y
si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la
Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehena. Y si tu ojo te es ocasión
de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios
que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehena, donde su gusano no muere y el
fuego no se apaga».
«No hay nadie que obre
un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí»
Comentario: Rev. D. Valentí ALONSO i Roig
(Barcelona, España)
Hoy, según el modelo del
realizador de televisión más actual, contemplamos a Jesús poniendo gusanos y
fuego allí donde debemos evitar ir: el infierno, «donde el gusano no muere y el
fuego no se apaga» (Mc 9,48). Es una
descripción del estado en el que puede quedar una persona cuando su vida no la
ha llevado allí adonde quería ir. Podríamos compararlo al momento en que,
conduciendo nuestro automóvil, tomamos una carretera por otra, pensando que
vamos bien y vamos a parar a un lugar desconocido, sin saber dónde estamos y
adónde no queríamos ir. Hay que evitar ir, sea como sea, aunque tengamos que
desprendernos de cosas aparentemente irrenunciables: sin manos (cf. Mc 9,43), sin pies (cf. Mc 9,45), sin ojos (cf. Mc 9,47). Es necesario querer
entrar en la vida o en el Reino de Dios, aunque sea sin algo de nosotros
mismos.
Posiblemente, este Evangelio
nos lleva a reflexionar para descubrir qué tenemos, por muy nuestro que sea,
que no nos permite ir hacia Dios, —y todavía más— qué nos aleja de Él. El mismo
Jesús nos orienta para saber cuál es el pecado en el que nos hacen caer
nuestras cosas (manos, pies y ojos). Jesús habla de los que escandalizan a los
pequeños que creen en Él (cf. Mc 9,42).
‘Escandalizar’ es alejar a alguien del Señor. Por lo tanto, valoremos en cada
persona su proximidad con Jesús, la fe que tiene.
Jesús nos enseña que no hace
falta ser de los Doce o de los discípulos más íntimos para estar con Él: «El
que no está contra nosotros, está por nosotros» (Mc 9,40). Podemos entender que Jesús lo salva todo. Es una lección
del Evangelio de hoy: hay muchos que están más cerca del Reino de Dios de lo
que pensamos, porque hacen milagros en nombre de Jesús. Como confesó santa
Teresita del Niño Jesús: «El Señor no me podrá premiar según mis obras (...).
Pues bien, yo confío en que me premiará según las suyas».
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