Recientemente vi una foto del “Monstruo Come galletas” que tenía una frase en la parte inferior, “Hoy viviré en el momento, a menos que sea desagradable, en ese caso me comeré una galleta”. Me pareció chistoso. Me pude imaginar al “monstruo come galletas” durante su día, contento, haciendo sus quehaceres, y luego en un momento de estrés o ansiedad necesitando una galleta para consolarse, devorándola en segundos. Para el “monstruo come galletas”, el vivir la vida sin galletas es inimaginable. Esa vida no existe ni siquiera como una posibilidad.
Nosotros no somos tan diferentes a nuestro amigo azul peludo. Muchos de nosotros emprendemos nuestro día haciendo diligencias, vamos a trabajar, nos reunimos con amigos y familia; aparentando ser muy libres y sin trabas. No obstante, en nuestra mente tenemos un plan de seguridad, algo que sabemos que podemos ir cuando nos sentimos estresados, ansiosos, inseguros o con miedo. Tenemos una persona, lugar o cosa esperándonos cuando necesitamos sentirnos seguros o en paz.
En el versículo mencionado Jesús está hablando con un líder religioso, quien era rico. El hombre quería saber lo que necesitaba hacer para heredar vida eterna. Jesús le dijo al hombre que fuera y vendiera todos sus bienes y diera el dinero a los pobres. Esto entristeció mucho al hombre porque obviamente estaba apegado a su dinero y pertenencias. Jesús siguió explicando a la multitud que es sumamente difícil para alguien que adora al dinero, lograr poner a Dios como Rey en su Corazón. Esto tenía sentido para la multitud. Ellos se pudieron identificar tanto que dijeron, ¿Entonces quien podrá ser salvo? No se podían imaginar a alguien así; una persona que amara a Dios más que a la comodidad de sus cosas y dinero. El vivir una vida sin la comodidad de las cosas materiales era imposible. La seguridad y el placer que venía con el dinero, era muy seductor como para dejarlo ir.
Me pregunto cuántos de nosotros vivimos como el “Monstruo Come galletas”. Cuántos de nosotros comienza el día con la intención de amar a Dios y ponerlo en primer lugar en nuestras relaciones, trabajo, familia, etc. Pero cuando las cosas se ponen difíciles, no es Dios a quien acudimos, sino a esa persona, lugar o cosa.
Jesús respondió a su pregunta diciendo, “Lo que es imposible para las personas, es posible para Dios”.
¿Cuál es tu red o plan de seguridad? ¿Cuál es esa cosa de la que no puedes imaginar vivir sin ella? ¿Qué o a quién buscas cuando estás en necesidad, estrés o ansiedad? Sea lo que sea, se está interponiendo en tu relación con Dios. Mientras “adores” a esa cosa, lugar o persona, Dios no podrá ser el número uno en tu vida.
Hoy, acude a Dios primero. Dale el lugar que El se merece en tu vida. Hazlo un día a la vez. Comienza a cambiar los viejos hábitos de ir hacia las cosas u otros por ayuda. Si intentas vivir de galletas, simplemente terminarás enfermo. RyRVM
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