Texto del Evangelio (Lc 9,51-56): Sucedió que como se iban cumpliendo los días de
su asunción, Él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros
delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para
prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a
Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres
que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Pero volviéndose, les
reprendió; y se fueron a otro pueblo.
«Él se afirmó en su
voluntad de ir a Jerusalén»
Comentario: Rev. D. Félix LÓPEZ SHM
(Alcalá de Henares, España)
Hoy, el Evangelio nos ofrece
dos puntos principales para la reflexión personal. En primer lugar, nos dice
que «cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús
tomó la decisión de ir a Jerusalén» (Lc
9,51). El verbo que usa san Lucas significa ‘completar’, ‘consumar’; Jesús
lleva a plenitud el tiempo marcado por el Padre para completar su misión
salvífica mediante la crucifixión, muerte y resurrección. Después va a ser
glorificado, ‘llevado al cielo’. Ante esta perspectiva, Jesucristo «tomó la
decisión de subir a Jerusalén», es decir la firme decisión de amar al Padre
realizando su voluntad redentora. Jesús muere en la cruz diciendo: «Todo está
cumplido» (Jn 19,30). El Señor ha
vivido para cumplir la voluntad del Padre, y ha mantenido esa actitud de
fidelidad hasta la muerte.
Así debemos vivir también
nosotros aunque experimentemos en el camino hacia Dios la oposición o el
rechazo, el desprecio o la marginación por ser fieles al Señor. Dice el Papa
Francisco: «El verdadero progreso de la vida espiritual no consiste en
multiplicar los éxtasis, sino en ser capaces de perseverar en los tiempos
difíciles: camina, camina, camina; si estás cansado detente un poco y luego
vuelve a caminar, con perseverancia».
En segundo lugar, ante el
rechazo de los samaritanos, Santiago y Juan quieren hacer descender fuego del
cielo (cf. Lc 9,54). El Señor les
reprende por su celo indiscreto. Debemos recordar la paciencia que Dios tiene
con nosotros, y ser pacientes con nuestros hermanos en su camino hacia Dios,
aunque no respondan inmediatamente a su gracia. Dios quiere que todos los
hombres se salven y ha entregado a su Hijo único en la cruz por todos. Dios
agota todas las posibilidades de acercarse a cada hombre, y espera con
paciencia divina el momento en el que cada corazón se abre a su Misericordia.
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