La
vida es un camino lleno de sorpresas.
No es un camino aburrido y tedioso si logramos verlo desde la perspectiva
divina. Siempre una situación agradable o desagradable puede sorprendernos y,
de hecho, nos sorprende. Pero, cada una de esas sorpresas vistas como
herramientas de Dios, terminan llevándonos a nuevas dimensiones y a
experiencias inolvidables que dan forma a nuestra existencia.
Una transición representa una etapa de cambio, entre una experiencia y
otra, que trae como resultado un desarrollo en la vida de la persona. A menudo
una transición es iniciada por un tiempo de crisis o conflicto.
Esa crisis, conflicto o simplemente cambio brusco
de trayectoria, puede venir cuando estamos en nuestro mejor momento en la vida,
cuando las cosas van viento en popa y el barco parece abrirse camino con
seguridad y triunfo ante el majestuoso e imponente mar de la vida; o puede
suceder cuando nos sentimos secos, vacíos, dando vueltas en medio de un
desierto y con ganas de salir corriendo sin volver a mirar para atrás.
El problema en este proceso es cuando no esperamos
las transiciones de Dios y creamos nosotros mismos transiciones equivocadas. SCG
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