No salía de mi asombro oír a esta hermana hablar todo lo que un supuesto ‘Pastor’ le había metido en su cabeza respecto al tema. Me dijo que ella sufría de una enfermedad de ‘Migraña’ y que eso se debía a una maldición en la familia por muchas generaciones. Según ella las cosas adversas que nos suceden se deben a maldiciones que nos llegaron por pertenecer a un grupo familiar cuyo árbol genealógico fue infectado por la iniquidad, es decir que los delitos de una persona son genéticamente transferidos a todos sus descendientes. Realmente con mucha ternura le dije que eso era una locura y que esa era una mala interpretación del texto bíblico.
Le aclaré el tema y creo que se fue bien convencida que Dios no maldice a nadie, que Él es amor (1 Jn 4,8), y que cada quien es responsable de sus actos.
Este tema lo han tomado muchos ‘locos’ que creen conocer a Dios y dicen que está bien explicito en la Biblia porque dice: “No te harás ídolos, no te harás figura alguna de las cosas que hay arriba en el cielo o aquí debajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. Ante ellas no te hincarás ni les rendirás culto; porque yo, Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian. Pero mantengo mi favor por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Dt 5,8-9). No quiero hacer una exegesis del tema puesto que me extendería demasiado y las líneas son escasas, sin embargo quiero hacer unas conclusiones que nuestra Iglesia Católica siempre ha declarado:
1. El hombre tiene libre albedrio: Dios nos ha permitido escoger el camino, el del bien o el del mal “Entren por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que conduce a la ruina, y son muchos los que pasan por él. Pero ¡qué angosta es la puerta y qué escabroso el camino que conduce a la salvación! y qué pocos son los que lo encuentran” (Mt 7,13-14).
2. Dios es amor y misericordia: El ser humano tiene un Padre que ama inimaginablemente hasta el punto que “Le dio al Hijo Único, para que quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió al Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve el mundo gracias a él” (Jn 3,16-17).
3. Por nuestras obras seremos juzgados: El que dice ser cristiano debe ser un hombre y una mujer que han adoptado el modelo de vida de Jesús, su única meta es el servir con amor a los demás, no se dice que se es cristiano de palabra, debe demostrarse con hechos, por eso el apóstol Pablo dice “Si tu corazón se endurece y te niegas a cambiar, te estás preparando para ti mismo un gran castigo para el día del juicio, cuando Dios se presente como justo Juez. El pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. Dará vida eterna a quien haya seguido el camino de la gloria, del honor y la inmortalidad, siendo constante en hacer el bien; y en cambio habrá sentencia de reprobación para quienes no han seguido la verdad, sino más bien la injusticia” (Rom 2,5-8).
4. Cada quien es responsable de sus actos: La verdad es que estamos bien grandecitos para estar echándole la culpa a nuestros ancestros y al diablo de todas las cosas que consideramos mala en nuestra vida, pero que no entendemos que “Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman, a quienes él ha escogido y llamado” (Rom 8,28). En el libro del profeta Jeremías está bien claro: “Y del mismo modo que me preocupé por arrancarlos, destruirlos, demolerlos, acabarlos y perjudicarlos, así también estaré atento para edificarlos y plantarlos, dice Yahvé. Entonces no andarán diciendo más: «Los padres comieron uvas agrias y los hijos sufren dentera», sino que cada uno morirá por su propio pecado. El que coma uvas agrias sufrirá dentera” (Jer 8,28-30).
5. El punto de quiebre: Quienes afirman la locura de las maldiciones generacionales, ni siquiera entienden el pecado que están cometiendo ya que al afirmar la trasmisión de pecados entre familiares no se dan cuenta que están hablando mal del propio Jesús, puesto que en su línea genealógica se encuentra ‘Rahab la prostituta’ (Mt 1,5; cf. Jos 6,17), es decir que según para ellos también Jesús tiene algo de maldiciones en su vida.
Lo cierto del caso que no debemos creer en los inventos de muchos que no entienden que Dios no maldice sino que siempre nos está bendiciendo. OC
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