Texto del Evangelio (Mt 5,17-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No
penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir,
sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes
que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que
traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres,
será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y
los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».
«No penséis que he
venido a abolir la Ley y los Profetas (...), sino a dar cumplimiento»
Comentario: Rev. D. Vicenç GUINOT i Gómez
(Sant Feliu de Llobregat, España)
Hoy día hay mucho respeto por
las distintas religiones. Todas ellas expresan la búsqueda de la trascendencia
por parte del hombre, la búsqueda del más allá, de las realidades eternas. En
cambio, en el cristianismo, que hunde sus raíces en el judaísmo, este fenómeno
es inverso: es Dios quien busca al hombre.
Como recordó San Juan Pablo II,
Dios desea acercarse al hombre, Dios quiere dirigirle sus palabras, mostrarle
su rostro porque busca la intimidad con él. Esto se hace realidad en el pueblo
de Israel, pueblo escogido por Dios para recibir sus palabras. Ésta es la
experiencia que tiene Moisés cuando dice: «¿Dónde hay una nación tan grande que
tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo
invocamos?» (Dt 4,7). Y, todavía, el
salmista canta que Dios «Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a
Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos» (Sal 147,19-20).
Jesús, pues, con su presencia
lleva a cumplimiento el deseo de Dios de acercarse al hombre. Por esto, dice
que «no penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a
abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt
5,17). Viene a enriquecerlos, a iluminarlos para que los hombres conozcan
el verdadero rostro de Dios y puedan entrar en intimidad con Él.
En este sentido, menospreciar
las indicaciones de Dios, por insignificantes que sean, comporta un
conocimiento raquítico de Dios y, por eso, uno será tenido por pequeño en el
Reino del Cielo. Y es que, como decía san Teófilo de Antioquía, «Dios es visto
por los que pueden verle; sólo necesitan tener abiertos los ojos del espíritu
(...), pero algunos hombres los tienen empañados».
Aspiremos, pues, en la oración
a seguir con gran fidelidad todas las indicaciones del Señor. Así, llegaremos a
una gran intimidad con Él y, por tanto, seremos tenidos por grandes en el Reino
del Cielo.
Pensamientos para el
Evangelio de hoy
«A fin de preparar al hombre
para la vida de amistad con Dios, el Señor dio las palabras del Decálogo: por
ello, estas palabras continúan válidas también para nosotros, y la venida en
carne de Nuestro Señor no las abrogó, antes al contrario les dio plenitud y
universalidad» (San Ireneo)
«Todos los mandamientos revelan
su pleno significado como una exigencia de amor, y todos se reúnen en el gran
mandamiento: amar a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo» (Francisco)
«La Ley evangélica lleva a
plenitud los mandamientos de la Ley. El Sermón del monte, lejos de abolir o
devaluar las prescripciones morales de la Ley antigua, extrae de ella las
virtualidades ocultas y hace surgir de ella nuevas exigencias: revela toda su
verdad divina y humana (…)» (Catecismo de
la Iglesia Católica, nº 1.968)
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