Texto del Evangelio (Jn 1,29-34): Al día siguiente Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije:
‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía
antes que yo’. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que
él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al
Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le
conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien
veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con
Espíritu Santo’. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de
Dios».
«Yo le he visto y doy testimonio de
que éste es el Elegido de Dios»
Comentario: + Rev. D. Antoni ORIOL i
Tataret (Vic, Barcelona, España)
Hoy, este fragmento
del Evangelio de san Juan nos adentra de lleno en la dimensión testimonial que le
es propia. Es testigo la persona que comparece para declarar la identidad de
alguien. Pues bien, Juan se nos presenta como el profeta por excelencia, que
afirma la centralidad de Jesús. Veámoslo desde cuatro puntos de vista.
La afirma, en primer
lugar, como un vidente que exhorta: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo» (Jn 1,29). Lo hace, en segundo lugar, como un convencido que
reitera: «Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha
puesto delante de mí, porque existía antes que yo’» (Jn 1,30). Lo confirma como
consciente de la misión que ha recibido: «He venido a bautizar en agua para que
Él sea manifestado a Israel» (Jn 1,31). Y, finalmente, volviendo a su cualidad
de vidente, afirma: «El que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre
quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre Él, ése es el que bautiza con
Espíritu Santo’. Y yo le he visto» (Jn 1,33-34).
Ante este testimonio
que conserva dentro de la Iglesia la misma energía de hace dos mil años, preguntémonos,
hermanos: —En medio de una cultura laicista que niega el pecado, ¿contemplo a
Jesús como aquel que me salva del mal moral? —En medio de una corriente de
opinión que sólo ve en Jesús un hombre religioso extraordinario, ¿creo en Él
como aquel que existe desde siempre, antes que Juan, antes de que el mundo
fuera creado? —En medio de un mundo desorientado por mil ideologías y
opiniones, ¿admito a Jesús como aquel que da sentido definitivo a mi vida? —En
medio de una civilización que margina la fe, ¿adoro a Jesús como aquel en quien
reposa plenamente el Espíritu de Dios?
Y una última pregunta:
—Mi “sí” a Jesús, ¿es tan absoluto que también yo, como Juan, proclamo a los
que conozco y me rodean: «¡Os doy testimonio de que Jesús es el hijo de Dios!»?
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