En diciembre de 2018, la
eurodiputada española Lidia Senra defiende ante el Parlamentos Europeo la no
obligatoriedad de las vacunas porque tienen “efectos colaterales” y “contraindicaciones”.
En junio de 2017, en 'Levántate y
Cárdenas', de Europa FM, el
presentador radiofónico Javier Cárdenas defiende la relación entre las vacunas
y el autismo. Una relación que también ha defendido públicamente y con fervor
el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y que fue desmentida por
el periodista científico Brian Deer. El republicano, incluso, se encontró con
Andrew Wakefield, el médico británico que se inventó dicha relación y al que el
Colegio de Médicos de Reino Unido expulsó cuando el escándalo saltó a la
luz.
En España, tanto las preguntas que
planteó la española en sede europarlamentaria como la relación entre vacunas y
autismo que hizo Cárdenas en la emisora Europa FM fueron muy criticadas en redes sociales. Pero plantean
principalmente una duda: ¿Qué lleva a los llamados antivacunas a pensar de este
modo?
Un nuevo estudio de la universidad
privada de Dartmouth College en Hanover, Nuevo Hampshire (Estados Unidos), ha
dado nombre al fenómeno que ocurre con las vacunas y sus problemas pasados, que
han creado una historia negativa relacionada con la vacunación: histéresis.
Este es el nombre que explica por
qué es tan difícil aumentar la aceptación, incluso cuando la evidencia
abrumadora indica que las vacunas son seguras y beneficiosas, tal y como se
explica en un comunicado de prensa. Esta investigación, publicada en la revista
Proceedings of the Royal Society B, es el primer estudio que demuestra que la histéresis puede afectar la
salud pública.
La histéresis no es un concepto
nuevo. De hecho, la misma fuerza que influye en la economía y la física
complica los esfuerzos para prevenir enfermedades: “Un bucle de histéresis hace
que se observe el impacto de una fuerza incluso después de que se haya
eliminado la fuerza. Es por eso que las tasas de desempleo a veces pueden
permanecer altas en una economía en recuperación. Es por eso que los
objetos físicos se resisten a regresar a su estado original después de ser accionados
por una fuerza externa”, ilustran desde esta universidad. Y, desde luego, según
afirma la investigación de Dartmouth, “es por eso que el público se resiste a
las campañas de vacunación para enfermedades como la gripe común”,
señalan.
“Dados todos los
beneficios de las vacunas, ha sido difícil entender por qué las tasas de
vacunación pueden permanecer obstinadamente bajas”, comenta en el comunicado de
prensa Feng Fu, profesor asistente de matemáticas en el Dartmouth College. “La
historia importa, y ahora sabemos que la histéresis es parte de la respuesta”,
afirma.
Parece ser que en el momento en el
que las personas comienzan a cuestionar la seguridad o efectividad de la
vacunación, es muy difícil cambiar las asociaciones mentales negativas. “La
histéresis es una fuerza poderosa que es difícil de romper a nivel social”,
señala Fu, el encargado de dirigir el equipo de esta investigación.
Las tasas bajas de vacunación
pueden ser un problema de salud pública, como se ha podido ver con el repunte
del sarampión en Europa y América Latina, tal y como señalaba la OMS el pasado
mes de noviembre. Pero esta no es la única enfermedad que tiene vacuna y se
está propagando por las ideas antivacunas de los padres. Además del sarampión,
las paperas y la tos ferina, también enfermedades infantiles, están regresando.
No es la primera vez que se
realiza un estudio para entender el problema de las ideas antivacunas ya que la
vacunación es esencial, no solo para evitar las enfermedades infecciosas que
previenen sino también por el efecto de inmunidad de grupo. Pero ¿qué es esto?
Las vacunas no solo protegen a la persona que se las pone sino que, cuantas más
personas vacunadas, menos opciones de infección para aquellas personas que, por
motivos de salud, no puedan vacunarse, así ellas tampoco quedan
desprotegidas.
Las personas inmunodeprimidas, es
decir, pacientes con VIH, cáncer o que han recibido un transplante, de este
modo también quedan protegidos ante estas enfermedades gracias a que la
sociedad está vacunada y no se propagan. Sin embargo, los pensamientos y
acciones de las personas antivacunas pueden poner en peligro la inmunidad de
grupo.
Revertir
los pensamientos antivacunas
"Este estudio muestra por qué
es tan difícil revertir los niveles bajos o en disminución de la vacuna",
comenta en el comunicado Xingru Chen, estudiante graduado en Dartmouth y primer
autor del artículo de investigación. “La mera fuerza de los argumentos lógicos
y de hecho sobre los problemas de salud pública no es suficiente para superar
la histéresis y el comportamiento humano”, señala.
Según la investigación, el bucle
de histéresis puede ser causado por preguntas relacionadas con el riesgo y la
eficacia de las vacunas, como las que realizó la diputada española en la
Eurocámara. Y también por “experiencias o percepciones negativas relacionadas
con la vacunación impactan la tendencia de captación a lo largo del tiempo,
conocida por los investigadores como una trayectoria de vacunación que se atasca
en el bucle de histéresis”, explican en el comunicado.
La histéresis, explican estos
investigadores, evita un aumento en los niveles de vacunación incluso después
de que se hayan eliminado las objeciones negativas, lo que hace que la sociedad
sea cada vez más vulnerable a los brotes de enfermedades. “Cuando se trata de
niveles de vacunación, el pasado predice el futuro. Desafortunadamente, esto
significa que muchas personas sufrirán innecesariamente a menos que encontremos
una manera de romper el impacto negativo del ciclo de histéresis”, comenta
Fu.
“Los niveles de
vacunación en una población pueden disminuir rápidamente, pero, debido a la
histéresis, la recuperación en esa misma población puede llevar muchos años”,
indica Chen. Y esto puede suponer un grave problema para la salud
pública.
Estos científicos esperan ahora
que los frutos de su investigación maduren y que gracias a este estudio se
puedan diseñar campañas que aumenten las tasas de personas vacunadas de forma
voluntaria, incluso promoviendo la vacunación “como un comportamiento
altruista”.
Y lo es, vacunarse también es un
gesto altruista. Ponerse una vacuna no es solo inmunizarse a sí mismo sino
también a todas aquellas personas que por su situación no pueden hacerlo. BP
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