Texto del
Evangelio (Mt 5,1-12): En aquel
tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos
se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados
los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos
de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de
ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y
os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos;
pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros».
«Bienaventurados los pobres de
espíritu...»
Comentario:
Rev. D. Pablo CASAS Aljama (Sevilla, España)
Hoy leemos este Evangelio tan conocido para todos
nosotros, pero siempre tan sorprendente. Con este fragmento de las
bienaventuranzas, Jesús nos ofrece un modelo de vida, unos valores, que según
Él son los que nos pueden hacer felices de verdad.
La felicidad, seguramente, es la meta principal
que todos buscamos en la vida. Y si preguntásemos a la gente cómo buscan ser
felices, o dónde buscan su propia felicidad, nos encontraríamos con respuestas
muy distintas. Algunos nos dirían que en una vida de familia bien fundamentada;
otros que en tener salud y trabajo; otros, que en gozar de la amistad y del
ocio..., y los más influidos quizá por esta sociedad tan consumista, nos dirían
que en tener dinero, en poder comprar el mayor número posible de cosas y, sobre
todo, en lograr ascender a niveles sociales más altos.
Estas bienaventuranzas que nos propone Jesús no
son, precisamente, las que nos ofrece nuestro mundo de hoy. El Señor nos dice
que serán «bienaventurados» los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran,
los que tienen hambre y sed de la justicia, los misericordiosos, los limpios de
corazón, los que buscan la paz, los perseguidos por causa de la justicia... (cf. Mt 5,3-11).
Este mensaje del Señor es para los que quieren
vivir unas actitudes de desprendimiento, de humildad, de deseo de justicia, de
preocupación e interés por los problemas del prójimo, y todo lo demás lo dejan
en un segundo término.
¡Cuánto bien podemos hacer rezando, o practicando
alguna corrección fraterna, cuando nos critiquen por creer en Dios y por
pertenecer a la Iglesia! Nos lo dice claramente Jesús en su última
bienaventuranza: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y
digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa» (Mt 5,11).
San Basilio nos dice que «no se debe tener al
rico por dichoso sólo por sus riquezas; ni al poderoso por su autoridad y dignidad;
ni al fuerte por la salud de su cuerpo... Todas estas cosas son instrumentos de
la virtud para los que las usan rectamente; pero ellas, en sí mismas, no
contienen la felicidad».
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