Texto del
Evangelio (Mc 6,1-6): En aquel
tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguieron.
Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle,
quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?, y ¿Qué sabiduría es
ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el
carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no
están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él.
Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa
carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos
pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su
falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.
«¿De dónde le viene esto?, y ¿qué
sabiduría es ésta que le ha sido dada?
¿Y esos milagros hechos por sus
manos?»
Comentario:
Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Girona, España)
Hoy el Evangelio nos muestra cómo Jesús va a la
sinagoga de Nazaret, el pueblo donde se había criado. El sábado es el día
dedicado al Señor y los judíos se reúnen para escuchar la Palabra de Dios.
Jesús va cada sábado a la sinagoga y allí enseña, no como los escribas y
fariseos, sino como quien tiene autoridad (cf.
Mc 1,22).
Dios nos habla también hoy mediante la Escritura.
En la sinagoga se leen las Escrituras y, después, uno de los entendidos se
ocupaba de comentarlas, mostrando su sentido y el mensaje que Dios quiere
transmitir a través de ellas. Se atribuye a san Agustín la siguiente reflexión:
«Así como en la oración nosotros hablamos con Dios, en la lectura es Dios quien
nos habla».
El hecho de que Jesús, Hijo de Dios, sea conocido
entre sus conciudadanos por su trabajo, nos ofrece una perspectiva insospechada
para nuestra vida ordinaria. El trabajo profesional de cada uno de nosotros es
medio de encuentro con Dios y, por tanto, realidad santificable y
santificadora. Con palabras de san Josemaría Escrivá: «Vuestra vocación humana
es parte, y parte importante, de vuestra vocación divina. Ésta es la razón por
la cual os tenéis que santificar, contribuyendo al mismo tiempo a la
santificación de los demás, de vuestros iguales, precisamente santificando vuestro
trabajo y vuestro ambiente: esa profesión u oficio que llena vuestros días, que
da fisonomía peculiar a vuestra personalidad humana, que es vuestra manera de
estar en el mundo; ese hogar, esa familia vuestra; y esa nación, en que habéis
nacido y a la que amáis».
Acaba el pasaje del Evangelio diciendo que Jesús
«no podía hacer allí ningún milagro (...). Y se maravilló de su falta de fe» (Mc 6,5-6). También hoy el Señor nos
pide más fe en Él para realizar cosas que superan nuestras posibilidades
humanas. Los milagros manifiestan el poder de Dios y la necesidad que tenemos
de Él en nuestra vida de cada día.
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