Texto del Evangelio (Lc 9,22-25): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El
Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día». Decía a
todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien
pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber
ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?».
«Si alguno quiere venir
en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame»
Comentario: + Fray Josep Mª MASSANA i
Mola OFM (Barcelona, España)
Hoy es el primer jueves de
Cuaresma. Todavía tenemos fresca la ceniza que la Iglesia nos ponía ayer sobre
la frente, y que nos introducía en este tiempo santo, que es un trayecto de
cuarenta días. Jesús, en el Evangelio, nos enseña dos rutas: el Vía Crucis que
Él ha de recorrer, y nuestro camino en su seguimiento.
Su senda es el Camino de la
Cruz y de la muerte, pero también el de su glorificación: «El Hijo del hombre
debe sufrir mucho, y ser reprobado (...), ser matado y resucitar al tercer día»
(Lc 9,22). Nuestro sendero,
esencialmente, no es diferente del de Jesús, y nos señala cuál es la manera de
seguirlo: «Si alguno quiere venir en pos de mí...» (Lc 9,23).
Abrazado a su Cruz, Jesús
seguía la Voluntad del Padre; nosotros, cargándonos la nuestra sobre los
hombros, le acompañamos en su Vía Crucis.
El camino de Jesús se resume en
tres palabras: sufrimiento, muerte, resurrección. Nuestro sendero también lo
constituyen tres aspectos (dos actitudes y la esencia de la vocación
cristiana): negarnos a nosotros mismos, tomar cada día la cruz y acompañar a
Jesús.
Si alguien no se niega a sí
mismo y no toma la cruz, quiere afirmarse y ser él mismo, quiere «salvar su
vida», como dice Jesús. Pero, queriendo salvarla, la perderá. En cambio, quien
no se esfuerza por evitar el sufrimiento y la cruz, por causa de Jesús, salvará
su vida. Es la paradoja del seguimiento de Jesús: «¿De qué le sirve al hombre
haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?» (Lc 9,25).
Esta palabra del Señor, que
cierra el Evangelio de hoy, zarandeó el corazón de san Ignacio y provocó su
conversión: «¿Qué pasaría si yo hiciera eso que hizo san Francisco y eso que
hizo santo Domingo?». ¡Ojalá que en esta Cuaresma la misma palabra nos ayude
también a convertirnos!
Pensamientos para el
Evangelio de hoy
«Fijemos con atención nuestra
mirada en la sangre de Cristo, y reconozcamos cuán preciosa ha sido a los ojos
de Dios, su Padre, pues, derramada por nuestra salvación, alcanzó la gracia de
la penitencia para todo el mundo» (San Clemente
Romano)
«No podemos pensar en la vida
cristiana fuera de este camino que Él recorrió primero. Es el camino de la
humildad. El estilo cristiano sin cruz no es de ninguna manera cristiano, y si
la cruz es una cruz sin Jesús, no es cristiana» (Francisco)
«La conversión se realiza en la
vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el
ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho, (…) la aceptación de los
sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz
cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.435)
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