Era un hombre de gran piedad y devoción, cuyo deleite era la visita frecuente a iglesias y monasterios. Como presbítero servía al altar del obispo, y a la vez pasaba las noches en oración y estudio, para evitar las distracciones del día.
Un día le fueron a Maximino con el rumor de que su presbítero Quirico prefería las noches porque se entregaba en ellas a la lujuria. Maximino no quería creer lo que le contaban, pero apartó a Quirico del altar. El santo aceptó con humildad y paciencia la prueba, pero un día, en una celebración solemne, vio Maximino a un ángel que realizaba la tarea de Quirico, y supo entonces que los rumores eran injustos, ya que el propio cielo proclamaba su inocencia.
El nombre de Quirico se recoge en todos los santorales antiguos, e incluso en algunos está inscripto como ‘presbítero y confesor’, lo que normalmente suele significar que sufrió por la fe sin llegar al martirio. Su cuerpo fue trasladado (posiblemente junto con otros traslados en el siglo IX) al monasterio de San Maximino en Tréveris, en cuya cripta quedó enterrado junto a su obispo.
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