Texto del
Evangelio (Lc 19,1-10): En aquel
tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre
llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era
Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se
adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por
allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo,
baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a
bajar y le recibió con alegría.
Al verlo,
todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador».
Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a
los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús
le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo
de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba
perdido».
«El Hijo del hombre ha venido a
buscar y salvar lo que estaba perdido»
Comentario:
Rev. D. Enric RIBAS i Baciana (Barcelona, España)
Hoy, Zaqueo soy yo. Este personaje era rico y
jefe de publicanos; yo tengo más de lo que necesito y quizás muchas veces actúo
como un publicano y me olvido de Cristo. Jesús, entre la multitud, busca a
Zaqueo; hoy, en medio de este mundo, me busca a mí precisamente: «Baja pronto;
porque conviene que hoy me quede yo en tu casa» (Lc 19,5).
Zaqueo desea ver a Jesús; no lo conseguirá si no
se esfuerza y sube al árbol. ¡Quisiera yo ver tantas veces la acción de Dios!,
pero no sé si verdaderamente estoy dispuesto a hacer el ridículo obrando como
Zaqueo. La disposición del jefe de publicanos de Jericó es necesaria para que
Jesús pueda actuar; y, si no se apremia, quizás pierda la única oportunidad de
ser tocado por Dios y, así, ser salvado. Quizás yo he tenido muchas ocasiones
de encontrarme con Jesús y quizás ya va siendo hora de ser valiente, de salir
de casa, de encontrarme con Él y de invitarle a entrar en mi interior, para que
Él pueda decir también de mí: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque
también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y
salvar lo que estaba perdido» (Lc
19,9-10).
Zaqueo deja entrar a Jesús en su casa y en su
corazón, aunque no se sienta muy digno de tal visita. En él, la conversión es
total: empieza con la renuncia a la ambición de riquezas, continúa con el
propósito de compartir sus bienes y acaba con la resolución de hacer justicia,
corrigiendo los pecados que ha cometido. Quizás Jesús me está pidiendo algo
similar desde hace tiempo, pero yo no quiero escucharle y hago oídos sordos;
necesito convertirme.
Decía san Máximo: «Nada hay más querido y
agradable a Dios como que los hombres se conviertan a Él con un arrepentimiento
sincero». Que Él me ayude hoy a hacerlo realidad.
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