Alégrate… No tengas miedo
El evangelista
Lucas temía que sus lectores leyeran su escrito de cualquier manera. Lo que les
quería anunciar no era una noticia más, como tantas otras que se corrían por el
imperio. Debían preparar su corazón: despertar la alegría, desterrar miedos y
creer que Dios estaba cerca, dispuesto a transformar su vida. Con un arte
difícil de igualar, recreó una escena evocando el mensaje que María escuchó en
lo íntimo de su corazón para acoger el nacimiento de su hijo Jesús. Todos
podrían unirse a ella para acoger al Salvador. ¿Es posible hoy prepararse para
recibir a Dios?
«Alégrate». Es
la primera palabra que escucha el que se prepara para vivir una experiencia
buena. Hoy no sabemos esperar. Somos como niños impacientes que lo quieren todo
enseguida. Vivimos llenos de cosas. No sabemos estar atentos para conocer
nuestros deseos más profundos. Sencillamente, se nos ha olvidado esperar a Dios
y ya no sabemos cómo encontrar la alegría.
Nos estamos
perdiendo lo mejor de la vida. Nos contentamos con la satisfacción, el placer y
la diversión que nos proporciona el bienestar. En el fondo, sabemos que es un
error, pero no nos atrevemos a creer que Dios, acogido con fe sencilla, nos
puede descubrir otros caminos hacia la alegría.
«No tengas
miedo». La alegría es imposible cuando se vive lleno de miedos que nos amenazan
por dentro y desde fuera. ¿Cómo pensar, sentir y actuar de manera positiva y
esperanzadora?, ¿cómo olvidar nuestra impotencia y nuestra cobardía para
enfrentarnos al mal?
Se nos ha
olvidado que cuidar nuestra vida interior es más importante que todo lo que nos
viene desde fuera. Si estamos vacíos por dentro, somos vulnerables a todo. Se
va diluyendo nuestra confianza en Dios y no sabemos cómo defendernos de lo que
nos hace daño.
«El Señor está
contigo». Dios es una fuerza creadora que es buena y nos quiere bien. No
vivimos solos, perdidos en el cosmos. La humanidad no está abandonada. ¿De
dónde sacar verdadera esperanza si no es del misterio último de la vida? Todo
cambia cuando el ser humano se siente acompañado por Dios.
Necesitamos
celebrar el «corazón» de la Navidad, no su corteza. Necesitamos hacer más sitio
a Dios en nuestra vida. Nos irá mejor. JAP
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