Texto del Evangelio (Lc 6,1-5): Sucedió que
Jesús cruzaba en sábado por unos sembrados; sus discípulos arrancaban y comían
espigas desgranándolas con las manos. Algunos de los fariseos dijeron: «¿Por
qué hacéis lo que no es lícito en sábado?». Y Jesús les respondió: «¿Ni
siquiera habéis leído lo que hizo David, cuando sintió hambre él y los que le
acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios, y tomando los panes de la
presencia, que no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, comió él y dio a
los que le acompañaban?». Y les dijo: «El Hijo del hombre es señor del sábado».
«El
Hijo del hombre es señor del sábado»
Comentario: Fr. Austin
Chukwuemeka IHEKWEME (Ikenanzizi, Nigeria)
Hoy, ante la
acusación de los fariseos, Jesús explica el sentido correcto del descanso
sabático, invocando un ejemplo del Antiguo Testamento (cf. Dt 23,26): «¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David,
(...), y tomando los panes de la presencia, que no es lícito comer sino sólo a
los sacerdotes, comió él y dio a los que le acompañaban?» (Lc 6,3-4).
La conducta de David
anticipó la doctrina que Cristo enseña en este pasaje. Ya en el Antiguo
Testamento, Dios había establecido un orden en los preceptos de la Ley, de modo
que los de menor rango ceden ante los principales.
A la luz de esto, se
explica que un precepto ceremonial (como el que comentamos) cediese ante un
precepto de ley natural. Igualmente, el precepto del sábado no está por encima
de las necesidades elementales de subsistencia. En este pasaje, Cristo enseña
cuál era el sentido de la institución divina del sábado: Dios lo había
instituido en bien del hombre, para que pudiera descansar y dedicarse con paz y
alegría al culto divino. La interpretación de los fariseos había convertido
este día en ocasión de angustia y preocupación a causa de la multitud de
prescripciones y prohibiciones.
El sábado había sido
hecho no sólo para que el hombre descansara, sino también para que diera gloria
a Dios: éste es el auténtico sentido de la expresión «el sábado fue hecho para
el hombre» (Mc 2,27).
Además, al
declararse ‘señor del sábado’ (cf. Lc
6,5), manifiesta abiertamente que Él es el mismo Dios que dio el precepto
al pueblo de Israel, afirmando así su divinidad y su poder universal. Por esta
razón, puede establecer otras leyes, igual que Yahvé en el Antiguo Testamento.
Jesús bien puede llamarse ‘señor del sábado’, porque es Dios.
Pidámosle ayuda a la
Virgen para creer y entender que el sábado pertenece a Dios y es un modo
—adaptado a la naturaleza humana— de rendir gloria y honor al Todopoderoso.
Como ha escrito San Juan Pablo II, «el descanso es una cosa ‘sagrada’» y
ocasión para «tomar conciencia de que todo es obra de Dios».
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